La “entrevista” de la entrevista del ministro Alberto Garzón

Israel Sanmartín

Alberto Garzón es el ministro de Consumo del gobierno español de coalición. Como tal, concedió una entrevista el 26 de diciembre al diario británicoThe Guardian, uno de los rotativos más importantes de Europa. Sam Jones fue el encargado de escribir la “pieza” periodística como corresponsal del diario inglés en Madrid. Jones y Garzón nos dejaron un encuentro en el que podemos destacar tres frases, que transcribimos en inglés para respetar el discurso tal y como fue: 1) Eating less meat will play a key role in helping Spain mitigate the effects of the climate emergency; 2) "What isn’t at all sustainable is these so-called mega-farms … They find a village in a depopulated bit of Spain and put in 4,000, or 5,000, or 10,000 head of cattle. They pollute the soil, they pollute the water and then they export this poor quality meat from these ill-treated animals"; 3) Most of the public criticism came from men who apparently “felt their masculinity would be affected by not being able to eat a piece of meat or have a barbecue”.

Los párrafos que hemos entresacado son literales del texto. Los entrecomillados son las palabras en boca del ministro y las frases sin comillas son del periodista. El texto provocó un acalorado debate días después de su publicación. Este hecho para unos fue instigado políticamente por la derecha y para otros fue algo totalmente circunstancial. Sea como fuere, el ministro invitaba a comer menos carne en la primera frase, con lo que no debiera de sorprenderle una respuesta airada de los representantes del sector cárnico. Tampoco al ministro debiera extrañarle que los propietarios de granjas con más de 4.000 cabezas de ganado elevaran sus protestas hacia su persona (frase 2). Y por último, el Ministro debiera de esperar que muchos hombres y mujeres se sintieran aludidos en su asignación de un sesgo de género al consumo de carne (frase 3).

Además de estos destinatarios directos de las palabras de Garzón, podríamos esperar intervenciones de los representantes políticos que sintieran la necesidad de defender la actividad agrícola y las explotaciones de sus territorios. De igual forma, serían de curso normal respaldos al ministro desde diferentes lugares políticos e intelectuales. Para entender en su totalidad la discusión, debiéramos considerar dónde fue publicado el artículo. El Reino Unido ha construido parte de su historia en relación a la historia de España y su esquematización. Y estamos ante un nuevo episodio que engorda un viejo problema y que lo amplifica, al menos, a toda Europa.

Es casi imposible reconocer el hilo que une al ruido mediático con la entrevista original. Los integrantes del debate han sustituido lo que se ha dicho por lo que ellos dicen que se ha dicho

Hasta aquí el debate que podría derivarse de la publicación de una entrevista polémica, para unos valiente, para otros delirante. Pero no todo acabó ahí. La discusión se inflamó azuzada por periodistas, políticos y empresarios. Y se dio inicio a un segundo acto desconectado del texto y del debate original. El ruido llevó a dos hechos inéditos. El ministro mostró la entrevista en su versión española y se tuvo que reafirmar en que hablaba como miembro del ejecutivo español y no a título personal, como deslizaron algunos compañeros de gobierno. Para entonces la discusión se perdía entre latigazos de un lado y de otro. Derecha e izquierda se enfrascaron en una defensa o ataque sobre los supuestos argumentos de la entrevista, que se habían transformado en una ofensiva contra España y su industria, en un debate sobre la cuestión ecológica, en un examen de la labor del ministro y un peticionario de su dimisión. En esa atmósfera, empresarios ganaderos también se hicieron escuchar mientras los periodistas y comentaristas se trituraban en artículos y tertulias. Esta disputa fue una “guerra” sostenida sobre la “entrevista” de la entrevista que fueron creando e inventado entre todos sus participantes, es decir, el propio ministro, los políticos, los periodistas y los empresarios.

Como conclusión final, es casi imposible reconocer el hilo que une al ruido mediático con la entrevista original. Los integrantes del debate han sustituido lo que se ha dicho por lo que ellos dicen que se ha dicho. No importa la entrevista sino la “entrevista” de la entrevista que hemos creado entre todos. Y ahí, lo de menos es discutir sobre argumentos reales y buscar mejorar el país, sino el debate ideológico donde lo único importante es matar al enemigo para imponer nuestra visión. Y en ese ejercicio no sólo sabemos que mentimos sino que nos da igual la verdad, porque no tenemos ninguna atadura con ella. ¿Por qué no lo reconocemos y buscamos algún camino para buscar espacios de intersección y de acuerdo en favor de todos?

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Israel Sanmartín es profesor de historia medieval en el Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Compostela.

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