Franco, un dictador cuestionado desde sus hazañas en África
Como todos sabemos los dictadores necesitan, entre otras cosas, justificar su jefatura omnipotente en epopeyas que sean eficazmente transmitidas a la población para causar admiración y conciencia de que no hay nada que hacer ante un hombre superior.
Cualquier biografía sobre Francisco Franco y su carrera militar comienza con la mención obligada a los años en África, sin duda los que marcaron su trayectoria posterior, como él mismo declaró al periodista Manuel Aznar en 1938 al reconocer que “sin África, apenas puedo explicarme a mí mismo”. Su ascenso fue fulgurante durante los años en que estuvo allí destinado, entre 1912 y 1926, alcanzando a edad muy joven los puestos de teniente, capitán, comandante, teniente coronel…, gracias a sus exitosas tácticas de guerra y a su actitud resuelta ante las tropas que dirigía. Historiadores expertos en su biografía, como Paul Preston, Carlos Blanco Escolá, Enrique Moradiellos, Alberto Reig o Juan Pablo Fusi han explicado con detalle esta fase de su vida profesional. Otros historiadores y ensayistas defensores de quien fue nombrado como Caudillo de España han exaltado su actuación en Marruecos para demostrar el perfil de un militar sobresaliente predestinado a gestas mayores como la de salvar a España de los enemigos de la nación, que fueron también los suyos.
Nuevas miradas a la documentación de archivos, nuevos documentos desclasificados y nuevas preguntas sobre su trayectoria ofrecen como resultado una interpretación que matiza, completa, rectifica o rechaza —según los casos— lo ya conocido sobre los méritos profesionales de Franco. Así ha ocurrido con la aportación de Ángel Viñas en las 17 entregas de la serie titulada “Franco y la Cruz Laureada de San Fernando”, publicada a lo largo de los últimos meses en este periódico.
Basándose en fuentes primarias, concretamente la Hoja de Servicios y el juicio contradictorio a que fue sometido, Viñas ha desgranado los méritos alegados para solicitar la Cruz Laureada y las razones que se adujeron en juicio contradictorio para su denegación. Esta decisión de sus compañeros de armas, sin embargo, no supuso ningún obstáculo para que el 19 de mayo de 1939 fuera aprobada su concesión, en el grado superior de Gran Cruz, en una disposición firmada por el vicepresidente del gobierno Francisco Gómez Jordana, evitando, así, que apareciera en el BOE como una autoconcesión. Como tal Gran Cruz, se hizo con arreglo a las disposiciones entonces vigentes.
La contribución de Viñas al conocimiento de los servicios que el joven Franco realizó en los combates en torno a Wad-Ras, Benkarri Beni Salen, Tetuán, Ceuta, Larache, Melilla y otras localidades de la zona, es fundamental para comprender algunas características de su personalidad, pero, sobre todo, revela el origen de la leyenda del héroe, el hombre único, valiente y arrojado de aquellas campañas. O no tanto.
Como se demuestra a lo largo de las 17 entregas, la toma de El Biutz a finales de junio de 1916, un enfrentamiento entre las tropas españolas y las fuerzas rifeñas para asegurar las comunicaciones entre Tetuán y Tánger, aparece como un momento decisivo en su biografía militar y en la historia. El episodio fue muy repetido y novelado en el relato de la dictadura. Franco se puso al frente de sus soldados para alcanzar una cima ocupada por los rifeños. Fue herido de gravedad en el bajo vientre. Esta circunstancia casi fatídica no le impidió continuar, ni seguir dirigiendo a sus hombres, ni tampoco perder su lucidez. Llegó al extremo de ser capaz de reaccionar ante un posible desenlace mortal entregando al teniente que le acompañaba una cartera con veinte mil pesetas destinadas al pago de la compañía. La descripción detallada del suceso en tal relato se contrapone a la que aparece en los documentos y en las declaraciones de los testigos en el juicio contradictorio. Viñas ha aclarado las incógnitas que genera la actuación real del protagonista y ha llamado la atención con respecto a la irresponsabilidad que supuso llevar el dinero de la paga a una operación bélica de estas características. El tribunal que valoró su conducta consideró que Franco no reunía los méritos suficientes para la adjudicación de la Laureada, a pesar de las gestiones y la auto propaganda que el peticionario había hecho ante el rey Alfonso XIII.
Este capítulo de su biografía militar ha tenido un enorme impacto posterior en la forja de una imagen de valeroso y aguerrido caballero que no se acobardó ni cuando estuvo mal herido y su vida corría peligro. Es más, fue amplificado en los años de la dictadura tanto por el propio Franco, confundiendo la realidad con la fantasía, como por la corte de aduladores que le acompañaron durante años. Joaquín Arrarás, Manuel Aznar, Ramiro de Maeztu, José Millán Astray y los diferentes responsables del Servicio de Prensa y Propaganda, entre otros, contribuyeron a la elaboración de un episodio que tenía muchas omisiones.
Las investigaciones rigurosas de las últimas décadas, algunas de ellas realizadas por Viñas, han mostrado una figura menos épica, un dictador con debilidades y apego al dinero, con tendencia a creerse sus propias falsedades o que confundía lo que era de su propiedad con lo que era propiedad de los españoles.
A lo largo de la dictadura se utilizaron numerosos adjetivos para definirle, como el salvador, providencial, el pacificador, el de conducta metódica o el trabajador incansable. Los halagadores supieron compensar sus atributos físicos con la exaltación de rasgos como la fortaleza, la energía, la bondad, la madurez, la serenidad y así hasta llegar al diseño de un super hombre. Sonroja leer las alabanzas que le dedicaron algunas insignes figuras del arte y las letras de los años cincuenta y sesenta, como el arquitecto Juan de Ávalos, quien dijo de él que era el mejor arquitecto del mundo; Azorín, que le consideró un maestro de escritores; José María Pemán, quien manifestó que su elocuencia era alta y perfecta, un “capitán de la mejor sangre de la raza”; el periodista Wenceslao Fernández Flores afirmó que era el “Mesías de la redención cívica”, el cardenal Ángel Herrera Oria proclamó que era un enviado de Dios, y así hasta ser homologado al Mío Cid, Guzmán el Bueno, Carlos V, Napoleón, César, Hércules, Alejandro Magno o San Jorge.
El relato del héroe de África y el victorioso de la guerra de España contra la anti-España fue transmitido generación tras generación a través de todo tipo de soportes. Poco a poco fue calando en el conocimiento colectivo hasta la Transición
El relato del héroe de África y el victorioso de la guerra de España contra la anti-España fue transmitido generación tras generación a través de todo tipo de soportes: sellos, prensa, radio, esculturas, carteles, bustos, monedas, manuales escolares, documentales de NODO, televisión, fotografías, lemas, como el de Franco, Franco, Franco… Poco a poco fue calando en el conocimiento colectivo hasta que a partir de la Transición política a la democracia los historiadores elaboraron otras narrativas basadas en fuentes contrastadas, analizadas con técnicas rigurosas que revelaron el significado de sus hazañas, de los actos que promovió, de sus estrategias o de los discursos que pronunció.
El cine, especialmente, ha acogido una visión crítica de su figura con una producción no muy amplia, en comparación con la existente sobre la Guerra civil, pero ilustrativa de un militar muy peculiar que perdura en el tiempo gracias a su habilidad para quedar a salvo de las situaciones complejas mientras que van cayendo quienes le rodean. No obstante, persistió la idea base de la propaganda de la dictadura, el buen gobernante, el hombre excepcional, la apología hecha por profesionales diversos que no aceptan el resultado de la consulta a las fuentes y el análisis adecuado de la información.
En el siglo XXI se ha mantenido mucho de la imagen del gobernante admirable en el espacio público con la presencia de su nombre o de sus allegados en numerosas calles y plazas de la geografía española. Incluso se ha actualizado el relato hagiográfico del antiguo Caudillo gracias a algunos medios de comunicación, ensayistas, historiadores y otros perfiles de profesiones imprecisas. Suelen presentar sus escritos como “objetivos” frente a otros que consideran sesgados, pero reproducen la misma narración que la escrita durante la dictadura, es decir, el vencedor del comunismo, el resistente ante Hitler, el pacificador, el modernizador de la patria, el austero trabajador incansable, el europeizador... Estos autores son, en consecuencia, continuistas de la historia difundida en el franquismo.
En estas dos décadas del nuevo siglo, la historia contrastada y rigurosa ha convivido con una interpretación falseada de la trayectoria biográfica de Franco que pretende normalizar y humanizar al dictador presentándolo como un personaje de valor universal e imperecedero, superior a los actuales, especialmente a los dirigentes de izquierda que gobiernan en la actualidad. Esta visión aparece también en Internet, donde se han creado espacios virtuales en los que es posible contemplar el modo en que se hace apología de su figura con total impunidad, una situación muy diferente de la que rige en otros países que han sufrido las consecuencias de gobiernos totalitarios. Hay sitios web que caen incluso en lo grotesco, como el que solicita su beatificación por su plan providencial de salvar a España de una invasión anticatólica y a la Catolicidad ante el peligro del comunismo sobre Europa.
Las nuevas tecnologías e Internet han añadido un enfoque inesperado, el que ofrece el humor y la sátira. Esta visión se ha extendido por algunos programas de televisión y por la producción artística. Sobre todo, ha irrumpido en las redes sociales y la mensajería instantánea con motivo de la exhumación de su cadáver del Valle de los Caídos en octubre de 2019. Los memes de Franco han contribuido a relajar la tensión por el momento histórico del desentierro, pero también a desmitificar su destino imperturbable en la basílica, a resituarlo sin dramas en un lugar discreto alejado de la sociedad actual, el que corresponde a un gobernante dictatorial, antidemocrático, poco merecedor de halagos y cuestionado desde aquellas hazañas militares de sus años africanos.
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Matilde Eiroa es profesora de la Universidad Carlos III de Madrid. Acaba de publicar la obra 'Franco, de héroe a figura cómica de la cultura contemporánea' (Tirant Lo Blanch, 2022).