La guerra de Putin no podrá con los valores europeos

Javier Moreno

Lo que Vladímir Putin denominó una operación especial hace ya ocho meses, y que realmente era un ataque directo a un país vecino con la intención de anexionarse su territorio, se ha convertido en una auténtica pesadilla, no sólo para los habitantes de Ucrania, que están sumidos en el horror de una guerra despiadada, sino también para la propia población rusa, que se ve arrastrada por las aspiraciones imperialistas de su presidente, y para la Comunidad Internacional, que está sufriendo las consecuencias de esta guerra en forma de desabastecimiento de alimentos y de energía, con lo que ello conlleva en subida de precios y hambrunas.    

Así que hay que llamar a las cosas por su nombre. Estamos ante una agresión brutal que viola la Carta de Naciones Unidas y las normas del derecho internacional público. Ataques directos a civiles en hospitales, en medios de transporte, en colegios; ataques a estructuras básicas para la supervivencia de la población… Actos execrables que marcan una guerra que Putin está perdiendo en términos morales y políticos.

A diferencia de otras guerras, la de Putin contra Ucrania ha concitado un gran consenso en el tablero internacional; incluso aquellos países que en sus inicios estuvieron más titubeantes, como China o India, han desaprobado la crueldad de los ataques, las torturas, los crímenes de guerra y la amenaza nuclear.

Ya no queda ninguna duda de que la guerra contra Ucrania es la guerra contra la democracia, contra los valores y los principios que han creado proyectos de éxitos como la Unión Europea. Por ello, defender y apoyar a Ucrania es defender nuestros más profundos cimientos democráticos, esos que conforman esta Unión que no solo Putin, sino también las fuerzas de extrema derecha, quieren desestabilizar y hacerlos saltar por los aires.

Unos y otros, convencidos de que tienen por delante una misión histórica, nos quieren retrotraer a tiempos que creíamos superados en nuestro continente y que pueden incluso acabar con el planeta.

Por si no estuviera ya a la vista de todos lo que está ocurriendo en Ucrania —o precisamente por eso—, Putin no ha dudado en hacer trampas al solitario con un referéndum de pantomima cuyo resultado (dictado por él mismo) de anexión de 4 provincias, no es reconocido por la Comunidad Internacional. Hemos podido verlo recientemente en la Cumbre de Praga, donde la unidad de 44 países ha puesto en evidencia el aislamiento de Putin, proponiendo medidas para hacer frente a la inseguridad, a la crisis alimentaria y al alza de los precios de la energía que serán puestas sobre la mesa en el Consejo europeo de esta semana.

Esta cita ha contrastado con la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái, celebrada el pasado mes en Samarcanda, donde la búsqueda de aliados políticos y económicos por parte de Rusia tuvo escaso éxito.

Este mismo rechazo creciente se ha apoderado de las calles rusas, donde los propios jóvenes, pero también sus familias, están arriesgando su libertad y su vida en manifestaciones públicas. Jóvenes valientes que aman su país y que no están dispuestos a seguir al presidente en su espiral de locura, y han tomado la dura decisión de escapar de su patria. Se estiman ya más de 300.000.

Además de la destrucción y de la muerte que está dejando a su paso, Putin ha provocado una guerra civil en las regiones ocupadas —utilizando, por cierto, los mismos argumentos que Hitler para anexar los Sudetes o invadir Polonia—, sembrando un profundo odio entre los ciudadanos pro rusos y el resto, incluso en el seno de las familias, algo que recuerda los tiempos más oscuros y aciagos de nuestra guerra civil.

También es acertado comparar al criminal alemán con Putin cuando hablamos de la peor forma de racismo que existe, el genocidio. El líder ruso está reclutando minorías étnicas como los tártaros o los buriatos para convertirlas en carne de cañón, impulsado así la eliminación de poblaciones no eslavas.

Más allá de sus fronteras, sus armas de guerra para fragmentar la unidad de la Unión Europea y chantajear al resto del mundo son el gas y la amenaza nuclear. Y frente a ello, nuestras principales herramientas para la paz deben seguir siendo la firmeza, la solidaridad y la unidad que hemos mostrado hasta ahora, manteniendo las sanciones al régimen ruso, apoyando militar y logísticamente a Ucrania y acogiendo a los refugiados.

Y al tiempo que miramos con atención y responsabilidad a Ucrania, no podemos descuidar al resto de la ciudadanía, porque las consecuencias de esta guerra ya se están dejando sentir en la totalidad del suelo europeo, y todo indica que seguirán ahondando en forma de crisis energética, inflación, inseguridad alimentaria y, sobre todo, incertidumbre y miedo.

Hacer frente a las graves hambrunas que provocará la falta de cereales en muchas regiones del mundo, fundamentalmente en África, es una prioridad

Precisamente de estos temores y sufrimientos se nutre la extrema derecha, como tristemente nos ha mostrado la historia de este continente. Por eso es más importante que nunca, o crucial como siempre, que el espíritu europeo sea el que nos guíe en estos tiempos de grandes desafíos a tan corto plazo.

La esperanza y la confianza se devuelven y consolidan con medidas concretas, medidas que ya forman parte de la agenda del ejecutivo comunitario, como son rediseñar el mercado eléctrico, desacoplar el precio del gas del precio de la electricidad, diversificar nuestras fuentes de suministro para reforzar la autonomía energética de la UE, o establecer reglas que eviten la especulación.

Pero tenemos que mirar más allá y apostar definitivamente por modelos energéticos muchos más sostenibles. Eso toca ahora. Igual que no podemos dejar para mañana la transición ecológica justa que no deje a nadie atrás, ni aplazar la diversificación del abastecimiento alimentario.

Sin duda, hacer frente a las graves hambrunas que provocará la falta de cereales en muchas regiones del mundo, fundamentalmente en África, es una prioridad; a la vez que desmontamos el relato de Putin inculpando a Occidente de ello.

Hemos de respaldar la propuesta del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres para enfrentar la escasez mundial de alimentos, al igual que urge poner en marcha el acuerdo alcanzado el pasado mes de junio en la XII Cumbre ministerial de la Organización Mundial del Comercio para emprender reformas que aseguren la alimentación de la población mundial.

Si siempre hemos oído que Europa crece en las crisis y avanza abriéndose paso en la adversidad, en este momento tan dramático que estamos viviendo tiene que continuar en ese camino; desde la unidad, la solidaridad y sobre los cimientos que la construyeron, la Unión Europea debe liderar la respuesta a Putin y a todos aquellos y aquellas que la quieren destruir… y seguir avanzando. Es ahora.

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Javier Moreno, presidente de la Delegación Socialista Española en el Parlamento Europeo

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