Memoria, juventud y prevención del terrorismo: 20 años después del 11 de marzo

Daniel Pérez

Probablemente muchas de las personas que leéis esta columna os habéis planteado alguna vez que una bomba podría estallar en cualquier momento subiendo a un avión o llegando a una estación de tren. Y, tal vez, también habéis sospechado del chico joven con la mochila y la gorra, o de vuestro vecino que tiene un aspecto distinto y le reza a otro dios. Otras personas, desgraciadamente, han podido sufrirlo directamente.

Además, en España, la conversación sobre dónde estábamos en los atentados del 11M es algo recurrente, como con otros eventos que han marcado nuestra historia reciente. Ya sea sobre el que escapó por suerte o por el que lamentablemente no tuvo la misma fortuna, el terror sigue resonando. Esta conciencia colectiva ha permeado nuestras vidas y ha dado forma a nuestras percepciones sobre la seguridad y la vulnerabilidad en España, en Europa y en el mundo.

Esta socialización del miedo, también ha llevado a la estigmatización de comunidades árabes, el rechazo a la inmigración de ciertas partes del mundo y la propagación de la islamofobia; pagando justos por pecadores. Este trazo grueso inhumano de asociación de lo musulmán y/o árabe con el terrorismo yihadista es tan absurdo como decir que todos los españoles llevamos a un etarra dentro, pero siempre es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.

En el camino, el trabajo por la memoria de las víctimas del terrorismo, y especialmente las de los atentados del 11M, sigue siendo una asignatura pendiente en España y en la Unión Europea. Y lo es, porque muy triste y probablemente, los que leéis esto también sepáis nombrar a más líderes terroristas que a víctimas de su violencia. Un trabajo por la memoria que algunos intentan dinamitar con la profusión de teorías de la conspiración y discursos de odio. Casualmente, los mismos que omiten que en ese momento de dolor, la sociedad española fue víctima de la desinformación más absoluta: la presidencia del gobierno de España mintió en uno de los días más tristes de su historia reciente.

En el vigésimo aniversario de los ataques terroristas del 11 de marzo, debemos resignificar esta fecha como un ejercicio de memoria democrática en honor a las víctimas. La memoria no solo sirve para recordar, sino también para sanar. Las víctimas experimentan la pérdida de la seguridad, la confianza y la inocencia. Exigir justicia implica también demandar el acompañamiento psicológico y social necesario para superar un trauma que puede perdurar de por vida. Unos frentes que deben ser impulsados desde las plataformas europeas e internacionales de víctimas del terrorismo, para aunar esfuerzos y aumentar la concienciación global.

Si el terrorismo va más allá de la violencia, su respuesta también debe serlo. Por ello, es crucial ser conscientes de que la prevención del terrorismo no se trata solo de medidas reactivas de seguridad, sino de abordar las raíces del psicosociales del problema y construir sociedades más inclusivas.

En última instancia, la prevención del terrorismo no es solo responsabilidad de los gobiernos y las fuerzas de seguridad. La sociedad civil desempeña un papel fundamental al exigir cohesión social, impulsar la convivencia intercultural y la inclusión efectiva de las personas desde la primera línea de la toma de decisiones; pues son la cara inversa y preventiva de la moneda de la violencia política. Por ello, espacios creados por la Comisión Europea como la Red de Sensibilización de la Radicalización (RAN, por sus siglas en inglés), que aúna a más de 6.000 profesionales de primera línea e investigadores; se hacen más necesarios que nunca para responder de una manera holística y efectiva al extremismo violento.

Es crucial ser conscientes de que la prevención del terrorismo no se trata solo de medidas de seguridad, sino de abordar las raíces del psicosociales del problema y construir sociedades más inclusivas

Además, revertir los objetivos del terrorismo implica no caer en su trampa, y la revancha desmedida y el odio solo alimentan el motor del terror y el extremismo. Por ello, la juventud tenemos una responsabilidad social para prevenir el terrorismo y luchar por la memoria de las víctimas. Concienciada y proactiva, como generación joven debemos llenar los vacíos en el conocimiento y sensibilización transmitidos por nuestros mayores o por las fallas en los sistemas educativos, así como cuestionar y desafiar las narrativas extremistas.

La juventud debe ser el principal agente de transformación, no un cajón de sastre de amenazas para el sistema. Contribuir activamente con nuestro conocimiento nativo de las dinámicas digitales, nuestras preocupaciones sociales globales y nuestros nuevos roles en la sociedad, puede ser clave para prevenir futuros episodios de violencia. Al impulsar la participación activa de los jóvenes en la toma de decisiones y promover valores de convivencia, inclusión e interculturalidad, se establece un sólido cimiento para prevenir la radicalización y la violencia extremista.

La memoria, la juventud y la prevención del terrorismo están intrínsecamente interconectadas. En el 20º aniversario del 11M, y en el Día Europeo de la Víctimas del Terrorismo, más que nunca, es hora de aprender de nuestro pasado, honrar a las víctimas y construir un futuro en el que la violencia y el miedo no tengan cabida. Como generación joven, tenemos la oportunidad y la responsabilidad de ser los arquitectos de un mañana más seguro y compasivo que mitigue la motivación del terrorismo y conviva en paz y libertad.

 

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Daniel Pérez es socio de Equipo Europa e Investigador de la Fundación Euroárabe sobre Prevención de la Radicalización y el Extremismo Violento.

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