Nadal y el blanqueamiento del horror saudí

Emilio Menéndez del Valle

Rafa era para mí… Ya no lo es. ¿Embajador saudí del tenis? ¿No siente nada Rafa cuando se menciona a Arabia Saudí? La simple mención de Arabia Saudí a mí me provoca asco, indignación y compasión por sus súbditos, que no ciudadanos, incluidos los centenares de miles de trabajadores extranjeros que allí operan en régimen de semiesclavitud. Siento compasión en una de las acepciones que tiene la lengua inglesa, esto es, no solo el sentimiento de piedad, tristeza y solidaridad con los sufrientes, sino también en el ímpetu que le embarga a uno para unirse a la batalla con el fin de poner fin a ese sufrimiento. 

¿Acaso no conoce Rafa la situación y condiciones del Reino del Desierto? Le supongo enterado. Sin embargo, de la mano de Amnistía Internacional, voy a recordárselas. Las “autoridades” de ese Reino persiguen a quienes pretenden ejercer pacíficamente sus derechos a la libertad de expresión y asociación. Existe un denominado Tribunal Penal Especializado que impone largas penas de prisión en juicios manifiestamente irregulares. Sentencian pena de muerte incluso a personas que eran menores de edad en el momento de la comisión del supuesto delito. 

En la mayor ejecución colectiva realizada en décadas, el 12 de marzo de 2022, 81 personas, saudíes y extranjeras, fueron ejecutadas. Según el Ministerio del Interior, culpables de terrorismo, robo a mano armada y contrabando. Algunos de ellos culpables de “desestabilizar el tejido social y la cohesión nacional” y de “promover y participar en sentadas y protestas”. 41 de los ejecutados, pertenecían a la minoría chií. 

Expresar en Twitter opiniones que desagradan al régimen también es delictivo. Por ello 15 personas fueron condenadas en 2022 a penas de entre 15 y 45 años de prisión. El 9 de agosto de ese año, el Tribunal condenó a Salma Shehab, estudiante de doctorado y activista, a 34 años por sus escritos y su actividad, pacífica, en apoyo de los derechos de las mujeres. La sentencia condenó a Salma por “alterar el orden público, desestabilizar la seguridad y socavar la estabilidad del Estado mediante la publicación de tuits”, invocando varios artículos de la ley antiterrorista y el artículo 6 de la ley de delitos informáticos.  No cabe, por decirlo suavemente, mayor ejemplo de arbitrariedad judicial. 

La lista es interminable y creo haber dado como muestra más de un botón. ¿Acaso no conoce Rafa ninguno de estos “botones”? No concibo, sin embargo, que ignore el caso del asesinato del súbdito saudí Yamal Khashoggi, disidente y activista pro derechos humanos, que estremeció al mundo en 2018. El dos de octubre de ese año, acudió a su Consulado en Estambul para un trámite burocrático. En el interior 15 sicarios lo torturaron, asfixiaron y desmembraron y arrojaron sus restos a un bosque cercano. Investigadores turcos y del New York Times concluyeron que los asesinos estaban relacionados con el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman. Asimismo, la CIA concluyó que Bin Salman había ordenado el crimen. El entonces presidente Trump contradijo a la CIA y apoyó al príncipe heredero. 

Rafa debe saber que este crimen fue gota que colmó vaso. La indignación mundial fue enorme y las críticas al horror saudí generalizadas. En junio de 2019, un informe de Agnés Callamard, relatora especial de Naciones Unidas sobre crímenes extrajudiciales, concluía que la muerte de Khashoggi fue “un asesinato brutal y premeditado, planeado”. La responsabilidad del mismo y “la elaborada campaña para encubrirlo recae en los más altos funcionarios de la corte real saudí” y exigía “la investigación de la responsabilidad individual de los funcionarios saudíes de alto nivel, incluido el príncipe heredero”. El informe denunciaba el papel del cónsul general saudí en Estambul en la coordinación del crimen, desmontando la versión oficial que sostenía que se trataba de un acto no autorizado perpetrado por “agentes deshonestos”. 

El clamor de la indignación internacional llevó al Gobierno de Riad a abrir en enero de 2019 un juicio contra once personas acusadas de participar en la brutal muerte de Khashoggi. En diciembre y tras un proceso secreto, un tribunal absolvió a tres acusados, condenó a muerte a cinco y a penas de prisión a otros tres. Los absueltos eran funcionarios de alto nivel. Agnés Callamard declaró entonces que el veredicto era “una burla, los autores intelectuales se mueven libremente”. Amnistía Internacional calificó el veredicto de “encubrimiento” y el Gobierno turco manifestó que “el juicio ha estado muy lejos de la justicia y de la rendición de cuentas”.

Rafa Nadal, mito y orgullo de miles de españoles y extranjeros, ha entrado voluntariamente a formar parte de la estrategia de “modernización” que preconiza Mohamed bin Salman (vease en internet “Saudi Vision 2030”). La supuesta modernidad consiste en llegar a equipararse con Qatar o Emiratos Árabes Unidos. La conciencia del príncipe heredero, escasos años después del descuartizamiento de Yamal Khashoggi, parece no hallarse problematizada, con seguridad ayudada por la recepción con honores que dispensó (y él aceptó) al presidente Biden en su palacio de Jeddah en julio de 2022. Nadal es solo una de las múltiples piezas con las que juega Bin Salman, a quien sobre todo interesan las estrellas futbolísticas. La proporción de los jóvenes en la población saudí es muy alta, el activismo pro derechos humanos, aunque no grande, es creciente, al igual que el interés de la juventud por el fútbol. Hay quien piensa que la importación de futbolistas atraídos por más que generosos contratos forma parte de esa estrategia “modernizadora”. 

Además de los censurables comportamientos individuales, como el de Nadal y el de otras “estrellas”, estimo son susceptibles de crítica, despiadada, otros colectivos. Por supuesto, el de la casa real saudí, encabezada por Bin Salman, cuya arrogancia y prepotencia quedan singularizadas en una entrevista televisiva de septiembre de 2023. El entrevistador sugiere que Riad está llevando a cabo un “blanqueamiento deportivo” con su política de inversiones en ese campo para distraer la atención de la situación de derechos humanos en el país, a lo que el príncipe respondió: “No me importa en absoluto. Gracias a ese blanqueamiento nuestro PIB ha crecido 1% y persigo otro 1,5%. Llámenlo como quieran”. Al día siguiente, Minky Worden, directora de Human Rights Watch, declaró a NBC: “Bin Salman ha hecho más que decir que no le importa en absoluto. Ha legitimado la idea del blanqueamiento como una forma de tapar los muy serios abusos de los derechos humanos. Acabamos de oir de una muy alta instancia que se trata de una política de Estado. Las gigantescas inversiones en el blanqueamiento deportivo no esconderán las graves agresiones a los derechos humanos, entre otros la muerte de cientos de migrantes desarmados, el encarcelamiento de mujeres defensoras de esos derechos ni el asesinato de Yamal Khashoggi”. 

Rafa Nadal, mito y orgullo de miles de españoles y extranjeros, ha entrado voluntariamente a formar parte de la estrategia de “modernización” que preconiza Mohamed bin Salman

¿Qué decir de la contemporización, del cinismo, de la política internacional, especialmente de la de algunos poderosos países occidentales? Con la visita de Biden a Jeddah he dicho suficiente. Me queda comentar la actitud del muy importante tinglado institucional del fútbol, el nacional y el internacional. El relato ahorrará comentario adicional por mi parte. Por un lado, la Federación Española de Fútbol, como saben, decidió que la Supercopa de España se juegue en Arabia Saudí. Contrato hasta 2029, por unos 40 millones de euros anuales. 

Sobre la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) diré algo más, que espero resulte clarificador sobre el nivel de hipocresía vigente en algunas instituciones. En 2013, Jérome Valcke, entonces secretario general de la organización, convocó una conferencia de prensa para informar sobre la estrategia de la FIFA en relación con la elección de sedes para las copas mundiales. Textual: “Quiero decir algo que es una locura: menos democracia es en ocasiones mejor para organizar una Copa del Mundo. Cuando tienes un jefe de Estado muy fuerte que puede decidir, como tal vez haga Putin en 2018, resulta más fácil para nosotros, los organizadores”. En 2022 Valcke fue condenado por corrupción por un tribunal suizo. Sin embargo, la preferencia de la FIFA por los autócratas continuó vigente, como demuestra el hecho de que en noviembre de 2023 el presidente FIFA anunció la adscripción de la Copa Mundial de 2034 a Arabia Saudí. En estricto cumplimiento del documento oficial de mayo de 2017 “Política de Derechos Humanos de la FIFA”, que destaca: “La FIFA está comprometida con el respeto a todos los derechos humanos internacionalmente reconocidos y luchará para promover la protección de los mismos”. No comment. 

Finalmente, una sugerencia personal: querido y admirado (hasta anteayer) Rafa, con el propósito de evitar que te saquen los colores en tu nueva singladura diplomática, creo deberías modificar o al menos adaptar lo que se pregona en la Fundación RafaNadal, donde, de entrada, se dice: “Valores como el respeto, la cooperación o la solidaridad se crean a través del contacto y de las situaciones que se viven en relación con los demás… Desde la Fundación trabajamos para fomentar todos esos valores que creemos imprescindibles para un adecuado desarrollo en sociedad”. De no hacerlo, vas a tener demasiados encontronazos en la alta misión que se te ha encomendado, lo que (imshalá no) te forzaría a dimitir. 

Coda.- Loor a Toni Kroos, jugador alemán del Real Madrid, que fue abucheado por un sector “modernizado” del público saudí en el partido en Riad contra el Atlético. ¿La causa? Sus declaraciones desde hace algún tiempo contra el blanqueamiento deportivo saudí. Ya en Qatar -otro inapropiado lugar para celebrar campeonato mundial alguno- Kroos declaró: “Los inmigrantes padecen interminables jornadas a 50 grados de temperatura, con escasa alimentación y agua”. Respecto a la cohorte de “estrellas” deportivas compradas por Arabia Saudí, ha dicho: “Ir a Arabia es una decisión tomada por dinero y contra el fútbol. A mí, la ausencia de derechos humanos me impediría ir”. Tengo la impresión de que Mohamed bin Salman perdería el tiempo si intentara corromper a Kroos ofreciéndole una embajada.

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Emilio Menéndez del Valle es embajador de España.

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