Un nuevo año de retos para el feminismo

Lidia Guinart

Llevamos apenas tres semanas de este 2023 y ya se ha hecho evidente que, a pesar del cambio de dígito, el patriarcado sigue instalado en sus trece. Si alguien tuvo la esperanza de que con el avance del siglo XXI se desencadenase una revolución que cambiara para bien las bases en las que se sustenta nuestra sociedad en lo que se refiere a la desigualdad entre los sexos, a estas alturas se habrá dado cuenta de que lo que está ocurriendo en el mundo entero es más bien una confluencia de fuerzas que empujan hacia el lado justamente contrario. Eso no quiere decir que esa inercia no encuentre resistencias. Las hay y la potencia energética que las sostiene se llama feminismo. Y suerte tenemos las mujeres de que existe y que, eso sí, se ha demostrado a prueba de sabotajes.

La violencia protagonizada por hombres que son o han sido parejas de sus víctimas, pero también la violencia sexual fuera de la pareja, han sido protagonistas de muchas de las noticias en estos días del incipiente 2023

En estas pocas semanas hemos asistido a diversas muestras porque, si hay algo que no descansa, es el machismo. Su versión más cruel es la violencia contra las mujeres. La masacre que cerró 2022 ha continuado con el nuevo año. La violencia protagonizada por hombres que son o han sido parejas de sus víctimas, pero también la violencia sexual fuera de la pareja, han sido protagonistas de muchas de las noticias en estos días del incipiente 2023. La novedad, no obstante, es la acumulación en poco espacio de tiempo de muchos asesinatos y a ello han respondido los medios de comunicación haciéndose eco con mayor o menor acierto. Cuando se produce un asesinato aislado, la noticia se relega a un rincón a pie de página o a pocos segundos en los noticiarios, a pesar de la dimensión de la tragedia. Algo que se ha dicho estas semanas y que las feministas repetimos desde hace ya mucho tiempo es que, si las víctimas fueran personajes famosos, pongamos por caso deportistas, en lugar de mujeres anónimas, la valoración mediática y ciudadana a la par que política de lo sucedido tendría una dimensión muy distinta a la que se viene registrando ante la mayoría de los casos de machismo criminal. Por si eso fuera poco, el vicepresidente de Castilla y León, el ultraderechista machista García-Gallardo, va y se descuelga con el anuncio de que las embarazadas que quieran abortar tendrán que escuchar el latido fetal. Pisotear los derechos de las mujeres a la par que se pisotean las competencias estatales. Violentar a las mujeres que, por el motivo que sea pero desde luego cada una con sus razones, deciden que no quieren seguir adelante con un embarazo no deseado. Tratarlas como si fuesen menores de edad sin capacidad de discernimiento ni voluntad propia. Un ensayo a nivel autonómico de lo que haría un gobierno del Partido Popular y Vox, sin ningún género de dudas. Y el Partido Popular, titubeando, contradiciéndose y consintiendo.

Esta semana hemos empezado en el Congreso de los Diputados los trabajos de la subcomisión parlamentaria que tiene el deber y el cometido de renovar y actualizar el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, cumplidos los preceptivos cinco años desde que se aprobara. Es fruto del azar que coincida con el repunte de asesinatos, no es ese el motivo por el que hemos decidido avanzar a enero las primeras reuniones sin esperar al nuevo período de sesiones, pero lo cierto es que es urgente, ahora más que nunca, dotar de más y mejor contenido el Pacto histórico que alcanzamos en 2017. 

Vox forma parte de la subcomisión parlamentaria, como el resto de partidos, pero, a pesar de ello, las esperanzas en la renovación del Pacto están depositadas sobre todo en el resto de partidos que ya lo suscribimos hace un lustro. Por eso es imprescindible que no haya ninguna fisura en ese bloque, ni de puertas adentro ni de cara a la sociedad que nos mira. Por eso es necesario que todas y cada una de las personas que formamos parte de las instituciones y que de verdad queremos mejorar la vida de las mujeres que sufren violencia de género, salvar sus vidas, protegerlas y atenderlas de manera adecuada, actuemos y nos pronunciemos con responsabilidad. Estemos donde estemos, nos encontremos en el contexto que nos encontremos. Porque lo personal es político, pero si además estamos ante un micrófono o delante de una determinada audiencia, si nuestras palabras tienen eco público, entonces somos responsables de ellas y tenemos que acatar en primera persona las consecuencias de nuestros errores. La banalización y la frivolización no pueden entrar nunca en juego cuando se trata del drama de la violencia contra las mujeres, mucho menos aún cuando se trata de un responsable institucional o político, porque entonces perderemos toda la autoridad y el respeto para pedir a la sociedad que empuje con nosotras para erradicar la violencia machista. Y eso es imprescindible si queremos terminar con ella.

Este 2023 es, además, año electoral, con citas de carácter municipal y autonómico en mayo y con las generales más adelante. Los retos a los que nos tendremos que enfrentar como mujeres, los retos del feminismo, en definitiva, no son ninguna broma. Y, ante las urnas, está cada vez más claro que las siglas sí importan. 

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Lidia Guinart es diputada en el Congreso de los Diputados del Partido de los Socialistas de Cataluña en la actual legislatura (XIV) y también lo fue en la anterior (XIII).

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