Nochevieja desde la redacción

¿Qué va a pasar?

Son curiosas las cosas que nos preguntan a los periodistas quienes están poco o nada familiarizados con nuestro oficio. Una típica: "Pero tú, ¿cómo decides lo que escribes? ¿Te levantas y dices hoy escribo de esto?". Luego está el suspicaz: "A ti te dicen lo que tienes que poner, ¿a que sí?". He notado que abunda entre conocidos y colegas la sospecha de que trabajamos coartados por fuerzas en la sombra. También nos meten a todos en el mismo saco, como pasa con "los políticos". A veces me sonsacan sobre mi ideología, como para extraer una confesión. Sorprende la condición vergonzosa que ha adquirido la ideología. Casi nadie admite tener una, pero es falso. La ideología es como el olor corporal: todos tenemos, pero sólo nos molesta si viene del otro.

Hay quien picotea titulares virales, curiosea la tertulia de Ana Rosa, escucha trozos del editorial permanente de la radiocaverna y con eso se convence de tener una visión no ya crítica, sino antiestablishment sobre el país y el periodismo. Tan convencido está que se siente llamado a contármela. "¡A mí no me vais a engañar los periodistas!", advierte. Luego veo que difunde noticias falsas de Okdiario y se indigna contra la "dictadura de la corrección política". Tiene nostalgia de la vida rural –aunque no ha pasado más de tres días en un pueblo en treinta años– y cree que en los institutos se regalan los aprobados. No las tiene todas consigno con la vacuna del covid-19. Le he oído decir "no nos cuentan toda la verdad". Otro que no se huele la propia ideología.

Hay quien picotea titulares virales, curiosea la tertulia de Ana Rosa, escucha trozos del editorial permanente de la radiocaverna y con eso se convence de tener una visión no ya crítica, sino 'antiestablishment'

A los periodistas nos preguntan más por el futuro que por el pasado. "Ángel, tú que estás en estas cosas, ¿qué va a pasar con el Constitucional?". Eso por poner un ejemplo. Mi respuesta, tras honda meditación, es terminante: "Ni idea". Ya es difícil enterarse de qué ha pasado como para hacer predicciones.

Ahora bien, lo que aflora en este tipo de preguntas –y aquí me detengo– no es anecdótico: la continua demanda de certezas imposibles. Es un rasgo de la era de la incertidumbre. Cunde el deseo de saltarse el fatigoso trámite de conocer lo ocurrido para acceder directamente a lo venidero. Parece que la cadencia de la realidad no se adapta al apremio del consumidor, que quiere –como en algunas series– todos los capítulos del tirón. Houellebecq habla de una sociedad en la que la satisfacción de las demandas es tan rápida que no da tiempo a la aparición del deseo. El escritor francés, como casi todo, lo vincula al sexo. Pero esa ansiedad está por todas partes. Queremos pasar ya a la siguiente fase y quien nos pide tiempo nos impacienta. Cuando me encojo de hombros ante un "qué va a pasar" noto una mirada reprobatoria que dice: "Vaya fraude de nota".

Hay un extendido hartazgo del presente, un hartazgo de la realidad. Es un éxito de los mesías del descontento, que se afanan en destruir cualquier orden y sentido y en tapar cualquier ángulo de visión panorámica. Así se complica la comprensión de un mundo ya de por sí cada vez más indescifrable. El griterío resulta ensordecedor. Salir corriendo es tentador. No son pocos quienes me dicen que, sintiéndolo mucho, ya no quieren saber nada de periodistas ni de noticias, que están mejor desconectados y ajenos. Porque intentar informarse no hace más que crisparlos y desorientarlos, así que adiós muy buenas.

Hay un extendido hartazgo del presente, un hartazgo de la realidad. Es un éxito de los mesías del descontento, que se afanan en destruir cualquier orden y sentido y en tapar cualquier ángulo de visión panorámica

Aunque las críticas suelen centrarse en el sensacionalismo, la manipulación y las noticias falsas, percibo que buena parte de la fatiga viene causada por la sobreinformación, que oculta los hechos fundamentales bajo toneladas de contenido irrelevante y sólo añade confusión a la confusión. ¿Cómo estar al tanto en un ambiente tan saturado?

Diría que menos es más. Conviene elegir un ramillete de medios de confianza y leer hasta el final unas pocas informaciones trabajadas, no tropocientos titulares al vuelo. Ahora que los móviles ya no cumplen la función de conectarnos, sino de aislarnos, pasar menos tiempo bajo la dictadura de la pantalla no sólo oxigena la jornada, sino que aclara las ideas. Un libro de hace unos años puede explicar más sobre la actualidad que la ultimísima hora. Por supuesto, eso vale también –más aún– para los que nos dedicamos a informar. Todos tenemos que tomar aire, dar un paso atrás, alejarnos –sin evadirnos– de la espiral del ruido. Es cuestión de bienestar psicológico y de preservación de la perspectiva.

Ahora que los móviles ya no cumplen la función de conectarnos, sino de aislarnos, pasar menos tiempo ante la pantalla no sólo oxigena la jornada, sino que aclara las ideas. Es cuestión de bienestar psicológico y preservación de la perspectiva

Estos días el menú informativo se llena de previsiones para 2023. Otra vez la pregunta: "¿Qué va a pasar?". La verdad es que sobre el futuro sólo podemos especular, con más o menos fundamento. Habrá quien lo haga con mucho acierto. Yo me conformo con cerrar 2022 intentando ponerle perspectiva. Voy.

1) Superamos la pandemia tras un histórico éxito científico y ni lo hemos llegado a celebrar cuando ya estamos mirando otra vez con preocupación a China. 2) La guerra se agranda, la hipótesis nuclear sale de los dominios de lo inconcebible. 3) Los tiranos se crecen y hasta se exhiben como anfitriones futbolísticos. 4) Se multiplican las pruebas de avería climática. 5) La brecha norte-sur se ensancha. 6) Las élites se atrincheran. 7) La inflación se ceba con la clase trabajadora. 8) Los fondos de inversión vampirizan las economías nacionales, incluidos sus servicios públicos. 9) Muere la utopía del capitalismo californiano. La revolución tecnológica deja legiones de resentidos, también una nueva casta de cosmopolitas digitales. 10) La demagogia nacionalista y divisiva sufre algún retroceso, pero su derrota parece imposible porque las corrientes de fondo empujan a su favor: se expanden el fanatismo conspiracionista, la religiosidad desquiciada, el individualismo cínico.

¿Qué va a pasar? No lo sé. Por aquí seguiremos intentando entenderlo y contarlo sin volvernos locos.

Muchas gracias y feliz año.

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