Pepe y la verticalidad

Felipe Benítez Reyes

En alguna ocasión, Caballero Bonald elogió con asombro sincero la verticalidad de Ángel González al andar, a pesar de que, dadas las circunstancias, que eran de alcohol generoso y de nocturnidad avanzada, lo lógico era que el poeta ovetense se tambalease un poco.

Sabía desde luego lo que elogiaba, porque Caballero Bonald lució siempre la verticalidad propia de los emperadores, de los bailarines y de esos trasnochadores veteranos que convierten el andar derechos en una cuestión de dignidad no sé si básica o extrema: quien no sepa mantenerse derecho a partir de ciertas horas, que no ande por ahí.

A esas alturas de la noche que suelen provocar deserciones desesperadas o espantadas prudentes, Caballero Bonald se mostraba más vertical que nunca, como si acabara de levantarse, aunque la cama era su último recurso, igual que el ataúd para el conde Drácula: un sitio al que se va cuando no queda más remedio.

Lo observaba uno y se preguntaba “¿De qué estará hecho Pepe?”. Y la respuesta la daba el propio interesado: “Esto, camarero… Aquí haría falta otra botella”. Y llegaba la botella, y la verticalidad de Pepe se acentuaba, y las horas se estiraban entonces como una materia mágica.

Mientras hubiera noche, en fin, había Pepe Caballero.

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Sus amigos estábamos convencidos de que Pepe era inmortal, porque cosas más raras se han visto, y es posible que él también tuviese esa convicción: indicios no le faltaban.

Murió anoche. Y eso es lo más raro de todo.

* Felipe Benítez Reyes, poeta y novelista y amigo personal de Pepe Caballero Bonald. Entre sus últimos libros destacan ‘La conspiración de los conspiranoicos’ y la reedición de ‘Por regiones fingidas’.

En alguna ocasión, Caballero Bonald elogió con asombro sincero la verticalidad de Ángel González al andar, a pesar de que, dadas las circunstancias, que eran de alcohol generoso y de nocturnidad avanzada, lo lógico era que el poeta ovetense se tambalease un poco.

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