La portada de mañana
Ver
Cinco reflexiones cruciales para la democracia a las que invita la carta de Sánchez (más allá del ruido)

Plaza Pública

Peritos en Pandemónium

"Dedicado a los expertos en Citius, altius, fortius olímpico, aunque se olviden voluntariamente de la última palabra: Juntos".

A lo largo de toda la pandemia, junto a los negacionistas de pro, ha surgido una nueva clase: la de los expertos mediáticos, que ante cualquier brote se han pronunciado generalmente en el mismo sentido: el de la erradicación del virus o cuanto menos por adelantarse a la evolución del virus y a las olas de la pandemia con las consabidas proclamas de "habría que haber adoptado medidas antes, con más contundencia y durante más tiempo". Expertos en Citius, altius, fortius olímpico, aunque se olviden voluntariamente de la última palabra: Juntos.

Olvidan sin duda que el llamado cerocovid no estaba ni está a nuestro alcance, ya que en esta pandemia existe reservorio animal, gran parte de casos son subclínicos y el periodo de infectividad se superpone al de incubación, es decir, existe transmisión antes de los síntomas, también algunos casos de reinfección y además no tiene altas tasas de letalidad ni tampoco graves secuelas. Por otra parte existe más de un serotipo y estamos muy lejos de demostrar que la eliminación es un objetivo posible a nivel global. Todos estos factores en conjunto hacen inviable cualquier estrategia de erradicación o eliminación del virus y la demostración palpable es que no ha sido adoptada por ningún país de nuestro entorno geográfico, político y cultural.

Entre estos expertos se cuentan virólogos, inmunólogos, médicos de ONGs sanitarias y antiguos responsables de organismos internacionales, pero también médicos de urgencias, internistas e incluso economistas, que lejos de aportar sus experiencias y conocimientos particulares, se han convertido en el contrapunto de una autoridad alternativa a los técnicos de salud pública y a las decisiones políticas de las administraciones en cada momento y en cualquier aspecto de la pandemia. Los epidemiólogos y salubristas también han aparecido entre los mencionados expertos, aunque su tendencia a centrarse en los matices, a evitar las especulaciones y sobre todo las profecías les han hecho menos notorios en el panorama mediático.

Porque el problema es que además estas valoraciones críticas, habitualmente tan contundentes, han aparecido adornadas con previsiones catastrofistas que, a parte de los ciclos propios de la pandemia, en buena parte de los casos no se han cumplido, pero que tampoco han sido motivo de ningún comentario autocrítico ni mucho menos de alguna matización o rectificación posterior. Basta hacer un mínimo rastreo en los medios de comunicación al principio y al final de cada ola de la pandemia para comprobarlo, lo cual es lógico en una pandemia y ante unas medidas cuyas respectivas características y efectividad se han ido conociendo en su evolución.

Una posición nítidamente antagonista establecida en la mayor parte de los casos a partir de los últimos datos de incidencia, la tasa de positividad y los de situación hospitalaria y de las UCIs de cada día, pero sin mayor perspectiva temporal ni contacto con la realidad epidemiológica y de salud pública a pie de calle, y sobre todo al margen de la complejidad y la incertidumbre de las decisiones políticas, las más de las veces adoptadas en medio de la incertidumbre y entre intereses contradictorios, cuando no contrapuestos, que son puestos en evidencia por los propios medios de comunicación, donde sin solución de continuidad aparecen las protestas de los portavoces de los sectores económicos afectados por las que consideran duras restricciones, las mismas que inmediatamente antes se han considerado débiles y tardías por los expertos aludidos. Una cacofonía de críticas y agravios sin matices que han configurado los maniqueos irreconciliables como la otra pandemia populista denominada como la infodemia.

El problema ha sido la inferioridad de la política derivada de su impotencia ante el malestar social y de su pérdida de credibilidad debido a la extensión de la corrupción.

No es de extrañar que el objeto permanente de sus críticas hayan sido los políticos, entendiendo por tales los que han tomado las decisiones desde las distintas administraciones, sean estas la central o las autonómicas, incluyendo entre ellos por supuesto a los gobernantes, pero también a los funcionarios y técnicos de epidemiología y salud pública, que han formado y forman parte de las distintas comisiones de salud pública, de la comisión de alertas y emergencias sanitarias o de la ponencia de vacunas, a los que se reprocha un sesgo debido a la dependencia de la política en sus valoraciones y recomendaciones, como si la salud pública no fuera desde su origen una de las responsabilidades fundamentales del poder político y con más razón por el intento de los gobiernos democráticos de escudarse en el prestigio y la seguridad de la ciencia y de los expertos para adoptar las decisiones más duras y por tanto más polémicas, sobre todo al inicio de la pandemia, como consecuencia del círculo vicioso del complejo de inferioridad de los gobiernos democráticos en nombre precisamente de la sociedad que los ha elegido.

El problema ha sido la inferioridad de la política derivada de su impotencia ante el malestar social y de su pérdida de credibilidad debido a la extensión de la corrupción, que le ha llevado a dar un paso atrás en los momentos decisivos, y a aumentar con ello aún más su debilidad por incomparecencia.

En consecuencia, la descalificación de partida se ha visto acentuada al no contar con las comisiones de expertos anunciadas, supuestamente independientes tanto del sector público como de la política, y en definitiva por adoptar al final sus decisiones por razones políticas más que solamente técnicas y por tanto, en su opinión, interesadas.

Desde esta atalaya olímpica, algunos de estos expertos se han permitido incluso constituirse en ariete de una suerte de oposición experta al Gobierno e incluso adentrándose en un cuerpo a cuerpo y en una dura descalificación personal de los técnicos de salud pública de la comisión de alertas en la figura de su responsable: el doctor Fernando Simón. De todas formas, no deja de ser significativo que sean los médicos de urgencias antes que los salubristas o los de atención primaria los más empoderados como primera línea ante la pandemia, lo que remite al fortalecimiento de la imagen del hospital junto con la de las compañías farmacéuticas productoras de las vacunas a estas alturas de la pandemia. Todo ello, dentro de una suerte de populismo tecnocrático que junto al populismo negacionista se han constituido en las dos caras de la moneda de los relatos polarizados de esta pandemia, que si bien se diferencian en lo fundamental: la existencia o no de la pandemia y la necesidad de las medidas preventivas no medicamentosas y de la vacunación, coinciden sin embargo en la estrategia antipolítica: la impugnación global del papel de la política en general y en particular en la gestión de la pandemia. Para los primeros esta forma parte de un proyecto eugenésico y de control social y por tanto sería prescindible, y para estos últimos debería ser sustituida por el gobierno de un equipo de expertos independientes cuyas decisiones responderían a la última evidencia científica y no a razones de oportunidad o de conveniencia política, como si de un laboratorio y no de un proceso social se tratara.

Todo ello, dentro de una suerte de populismo tecnocrático que junto al populismo negacionista se han constituido en las dos caras de la moneda de los relatos polarizados de esta pandemia.

La cuestión que finalmente no explican es la de si la ciencia en esta pandemia ha avanzado más a tientas que con absolutas certezas, de si hubo alguna vez una comisión de expertos independientes, ya que estos provienen indefectiblemente del sector público o del sector privado, con sus correspondientes servidumbres y conflictos de interés, y lo que es más importante si los representantes democráticos, en materias tan vitales como la gestión de una catástrofe o de una pandemia, pueden abdicar de su responsabilidad para ser sustituidos por una aristocracia de técnicos. Sobre todo porque frente a una pandemia, siendo ambos imprescindibles, lo son cada uno en su ámbito, los técnicos, y no solo los de las disciplinas sanitarias sino los de otras ciencias sociales en su papel investigando y asesorando, y los políticos decidiendo en base a sus informaciones y propuestas, buscando el equilibrio posible entre intereses contradictorios en diálogo con la sociedad y en un marco además de extrema incertidumbre. La política posible en la sociedad eruptiva y en tiempo de catástrofes.

______________________

Gaspar Llamazares es fundador de Actúa.

Más sobre este tema
stats