Los ricos de barrio

Ana Santos Sainz

Cuando le preguntas a un niño de hoy qué quiere ser de mayor, muchos te responden: youtuber, streamer, gamer. Son perfiles de gente muy joven que están ganando bastante dinero, aparentemente de forma sencilla, rápida y fácil.

El objetivo y el discurso de muchos niños y adolescentes de ahora es ganar mucho. Ese es su horizonte aspiracional. El dinero se ha convertido en su obsesión. Ya no se trata de ganarse bien la vida, como siempre hemos querido todos, se trata de hacerse rico, ni más ni menos.  

Se ha generado un imaginario alrededor de esos prototipos que, aunque no siempre respondan a la realidad, generan esas ganas de ser como ellos, de convertirse en uno de ellos. Las razones sobre las que se asienta esa aspiración son varias:

Una de ellas es que consiguen ganar mucho dinero con su hobbie, divirtiéndose y pasándoselo bien. Es un gran logro: ganarte muy bien la vida haciendo lo que te divierte.

Tradicionalmente se buscaba un trabajo, que te podía gustar más o menos, y luego tenías tus hobbies, que es lo que realmente te gusta y te hace feliz. Ahora, para estos nuevos arquetipos, los hobbies ocupan todas las horas del día. Disfrutar todo el día, haciendo lo que te gusta y te proporciona felicidad, y encima te permite ganar mucho dinero y vivir de ello.

Emerge así la idea asociada de trabajar poco, de instalarse en la cultura del mínimo esfuerzo. Probablemente no se corresponde con la realidad, pero al vivir de su hobbie, de lo que les gusta, no se considera que sea un esfuerzo en sí, porque es algo que te gusta hacer.

Esta percepción se refuerza al aparecer en sus vídeos o directos pasándolo bien, riéndose, mostrando emociones de alegría o euforia, potenciando esta idea del poco esfuerzo. Por lo que los niños y adolescentes piensan que se puede ganar mucho dinero de manera fácil, sin esfuerzo y divirtiéndose.

Otra razón que sustenta ese horizonte aspiracional es la idea de trabajar para ellos mismos. Que nadie te mande. Sin jefes. Sin horarios impuestos. Con reglas propias. Una imagen de libertad muy deseada, asociada a la idea de que ellos son sus propios jefes. Se marcan sus objetivos, sus reglas, sus tiempos... Hacen lo que quieren, cuando quieren, de forma libre y autónoma. Y esto suena muy bien. Las nuevas generaciones no quieren que les manden y quieren tener libertad de movimiento.

Es la antítesis del trabajo tradicional: ir a la oficina y pasarte muchas horas sentado. Donde tienes un jefe que te manda y al que tienes que rendir cuentas. Donde tienes que cumplir unos objetivos que te exigen mucha dedicación y estrés. Donde tienes que seguir unas normas sociales pautadas (vestimenta, horario de entrada y salida…) Y todo eso para ganar poco dinero. Y no parecen estar dispuestos a aceptar ese modelo.

Otro aspecto de este perfil que genera un alto grado de identificación con ellos, es que muchos de estos youtubers, streamers y gamers son gente de barrio como puedas serlo tú. Son naturales, sencillos, cercanos y campechanos. Son como uno más. Normales. De barrio. Puedes ser tú sin problemas. Y esto te acerca a la idea que tú también puedes convertirte en uno de ellos y ganar mucho dinero.

Todo esto hace pensar a las nuevas generaciones que el dinero es accesible a todos. Que hacerte rico es posible. Emerge una imagen cercana del dinero fácil. Nunca ha estado tan cerca la idea de que cualquiera puede llegar a ser rico.

Otra característica personal de estos perfiles, que se valora mucho, es que son considerados gente auténtica, personas fieles a ellos mismos y a sus orígenes.

Aunque estén ganando grandes sumas de dinero, siguen igual que antes. Mismo estilo de ropa, mismos amigos... y muchos siguen viviendo en sus barrios de siempre. No reniegan de dónde vienen. Están orgullosos de su origen, de su familia, de su barrio, de su entorno. Esto les honra. Muestran su lado auténtico y genuino. Sin complejos de ningún tipo dentro de su nuevo status socio-económico.

Ocurre, además, que algunos de estos triunfadores son solidarios, donan a causas sociales. Su generosidad es creíble. No son como muchas empresas que lo que hacen es más un Green washing o pink washing para incrementar ventas. No, a ellos no les hace falta ningún washing. Lo que hacen, parecen hacerlo con corazón. 

Con su imagen de cercanos, majos, de barrio…, ya caen bien. Son buena gente. Y eso cuadra bastante con ser solidario e implicarse en causas sociales. Se ve como algo natural y coherente.

A estos perfiles tan aspiracionales hay que añadirles los nuevos raperos y reguetoneros que también están despuntando a lo grande y llegando a lo más alto con las mismas características que los otros perfiles citados. Veinteañeros, de barrio, que en poco tiempo están ganando una gran suma de dinero. Han dado un gran salto de escalada socio-económica. Han pasado de la vida modesta del barrio a la opulenta cima del dinero.

Muchos de ellos son gente que proviene de familias humildes, de un ambiente con recursos medios o sin muchos recursos. Y en poco tiempo consiguen ganar mucho dinero. Se sitúan con ingresos muy altos que les permiten poder adquirir lo que quieran, vivir en barrios residenciales caros si les apeteciera. Tienen una nueva posición económica similar a la gente adinerada.

Ellos se han colado de forma rápida y sin cumplir ninguno de los requisitos tradicionales para pertenecer al pequeño club de los adinerados. Generan así la idea de una democratización del dinero. Ganar mucho dinero ya no se ve como algo lejano e imposible

Este grupo heterogéneo de youtubers, streamers, gamers, raperos o reguetoneros han abierto nuevos caminos que trastocan algunos valores del sistema capitalista.

Tradicionalmente, los que tienen mucho dinero es porque lo han heredado por su familia o porque han levantado a base de tesón y esfuerzos sus negocios, turbios o claros, o porque han conseguido puestos de alta dirección en empresas del Ibex… Son un club selecto de gente. Con una larga trayectoria en el mundo empresarial.

El acceso habitual a esas cimas de enriquecimiento tenían y tienen unos largos caminos y escalones muy pautados. El inicio del recorrido suele ser una larga etapa que empieza con una fuerte base académica (estudios varios y especializados, grados, master, idiomas…) Luego, ya dentro de una empresa, se va subiendo en rangos de responsabilidad y poder hasta llegar a la cúspide (los que llegan). Un factor clave suelen ser los contactos. Estar bien relacionado en el círculo de influencia y poder que te permite llegar a determinados niveles de ingresos.

Con los nuevos perfiles todo esto se desdibuja. Ha surgido una diversificación en la estructura de acceso al mundo del capital. Estos nuevos ricos son gente muy joven, muchos sin estudios universitarios, sin contactos ni cercanía al poder. No están adscritos a círculos de influencia, ni vienen de buenos barrios o de colegios de élite. Y relativamente en poco tiempo consiguen dar un salto a lo más alto y ganar mucho dinero. Algo que antes era impensable conseguir.

Es una carrera al éxito en corto plazo versus el largo recorrido que el directivo de una gran empresa ha tenido que atravesar, pasando antes por muchos otros puestos, para llegar hasta la cima.

Ellos se han colado de forma rápida y sin cumplir ninguno de los requisitos tradicionales para pertenecer al pequeño club de los adinerados. Generan así la idea de una democratización del dinero. Ganar mucho dinero ya no se ve como algo lejano e imposible de acceder, relegado solo a unos pocos. Ahora muchos niños y adolescentes piensan que es posible que ellos también logren dar ese salto. El dinero les resulta algo más cercano.

También rompen con la idea de que para triunfar hay que estar bien preparado y tener un buen bagaje académico, que si no estudias no llegarás a nada en la vida. Una gran mayoría han conseguido llegar a lo más alto sin estudios.

Esto asusta a los padres de hoy en día. Que sus hijos piensen que no hace falta estudiar. Que puedes tener mucho dinero sin ir a la universidad. Es una de las razones por las que no les gusta que sus hijos sigan a la gente con estos perfiles. Son muy críticos con ellos por el miedo que les provoca la gran influencia que tienen sobre sus hijos.

Estas nuevas situaciones desestabilizan algunos de los valores tradicionales del sistema capitalista: la cultura del esfuerzo, la meritocracia, la súper formación académica y el deseo de trabajar dentro de una gran  empresa como objetivo profesional.

La tradicional cultura del esfuerzo y de los méritos queda en entredicho. La idea de que para llegar a lo más alto tienes que trabajar mucho, y que paulatinamente irás subiendo y ganando más, es desechada. La empresa como lugar ideal para desarrollar tu trayectoria laboral pierde atractivo aspiracional. 

Estos nuevos adinerados son emprendedores. Han creado su propio puesto de trabajo.  No quieren depender de otros para ganarse la vida. Porque la empresa es sinónimo de control y manipulación. Se aferran a una cultura individualista y autónoma en la que el yo cobra mayor valor. Ser dueño de ti, de tu tiempo y de tus actos.

Ante este panorama, las nuevas generaciones no se ven trabajando de sol a sol en una empresa. No quieren hipotecar su vida con ese tipo de trabajo. Ni están dispuestos a esos salarios bajos. Quieren más libertad de movimiento, trabajar menos horas y mejores sueldos. En verdad, como todos. Pero ellos son más críticos y tienen las ideas muy claras. 

Pero lo cierto es que no todos los niños y adolescentes que sueñan con ser youtubers, streamers o gamers lo lograrán. A lo mejor, algunos. Pero serán pocos. La gran mayoría acabará probablemente en esa empresa en la que no querían estar, dedicándole las horas que no querían hacer y ganando un sueldo medio que no querían ganar. Su mundo ideal estará muy lejos del real. Y ocurrirá que las grandes expectativas incumplidas generarán grandes decepciones.

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Ana Santos Sainz es socióloga.

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