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Sumar y Podemos: una similitud

Javier Franzé

Las lucha política cotidiana es omnívora y suele implantar debates que no siempre dan cuenta de toda la situación, ni de lo más relevante. Es lo que creo que está sucediendo con la tensión entre Podemos y Sumar a propósito de las primarias.

Siendo un tema importante, es más consecuencia que causa. Lo que genera ese debate es algo anterior y, según mi punto de vista, más importante. La cuestión es qué significa Sumar, a diferencia de Podemos, como identidad que busca representar al espacio a la izquierda del PSOE.

Sumar parece tomar nota de la experiencia de Podemos en varios aspectos.

Por una parte, Sumar no se entiende sin Podemos. No sólo porque su principal figura surge de Unidas Podemos y del gobierno de coalición con el PSOE, sino porque continúa el distanciamiento del primer Podemos respecto de la izquierda no socialista tradicional en cuanto a temas, estilo y público.

Por otra parte, Sumar puede verse como un desborde de aquello en que fue resultando Podemos a causa de la organización interna que se dio, que concedía casi todo el poder al secretario general. Esto no comenzó en Vistalegre II, como suele creerse, sino en el congreso fundacional, con la excusa de la inmediatez de las elecciones generales (la “máquina de guerra electoral” para una “guerra de posiciones rápida”) y la necesidad del grupo fundador de hacer a un lado a Anticapitalistas.

En efecto, las buenas experiencias de gobierno (y de oposición) en Barcelona, Madrid y Valencia; la lógica criba de dirigentes y militantes a consecuencia de la dureza de la lucha política cotidiana; y la forma leninista en que fue ejercido el liderazgo en Podemos (y luego en Unidas Podemos) parecen haber generado ese desbordamiento de la —ya— antigua estructura de UP, en la cual muchos dirigentes y militantes no se sentían hospedados ni eran recibidos, sino más bien lo contrario.

Asimismo, el rápido agotamiento de la tentativa populista del primer Podemos ha obligado a muchos dirigentes y militantes a rever su posición respecto del PSOE. Pese a todas las dificultades, la coalición gubernamental con el PSOE no ha demostrado ser un obstáculo, sino más bien lo contrario, para que UP pueda desarrollar sus políticas. Más aún, lo paradójico es que UP ha hecho bien lo más difícil, dotar al país de nuevas políticas y leyes, al punto que las más relevantes del gobierno han sido impulsadas por ella. Pero, curiosamente, ha hecho menos bien lo más sencillo: defender esas leyes y políticas, ampliar las propias bases de sustentación, mostrar un talante negociador y no a la defensiva, y tratar como a un compañero y no como a un eterno sospechoso a su socio de gobierno.

Sumar ha retornado al eje izquierda-derecha, dejando de lado el eje arriba-abajo, de corte populista, ajeno y en todo caso mal mirado en la cultura política española

En efecto, Sumar ya no considera que el requisito para acumular poder propio sea cuestionar raigalmente la Transición, ni apostar a la pasokización del PSOE. Basta ver las palabras que la vicepresidente del gobierno tuvo para el presidente socialista en la última moción de censura, y el lugar que éste le dio a aquélla para hablar en nombre del gobierno. Por otra parte, como han ido haciendo las agrupaciones derivadas de la inicial experiencia morada, para definir su perfil Sumar ha retornado al eje izquierda-derecha, dejando de lado el eje arriba-abajo, de corte populista, ajeno y en todo caso mal mirado en la cultura política española.

Pero hay un rasgo sobre el cual Sumar no parece tomar nota de la experiencia podemita. Esta desatención puede resultar decisiva. Aunque Sumar aparezca para muchos como aquello que Podemos tendría que haber sido y no fue, está en buena medida como el partido morado confiando todo al liderazgo, en la presunción de que ahora éste es diferente de aquél y por lo tanto no tendría que correr la misma suerte. Pero el problema no es tanto el liderazgo en sí, sino su articulación con la organización partidaria. Hace tiempo que como parte del desprestigio de “la política” las formaciones tienden casi a ocultar sus propias estructuras, asociadas por el sentido común a la rigidez, a la opacidad y al enchufismo, cuando no directamente al sectarismo y al autoritarismo. La propia lideresa de Sumar exhibe como mérito el dotarse de una “estructura ligera” y que su programa político lo harán los equipos de expertos, aunque simultáneamente afirme que una vez confeccionado ese programa será dado a la ciudadanía, para que ésta lo haga suyo. Un itinerario algo intrincado, en cualquier caso.

Claro que las estructuras pueden burocratizarse y así empantanar la imaginación, que es la savia de la política. Pero también racionalizan los inevitables conflictos internos, los contienen e institucionalizan, evitando que sean puros enfrentamientos personales que acaben aireándose en público. Asimismo, permiten el arraigo territorial y el contacto con las demandas populares. En ese sentido, restan poder al personalismo del liderazgo en favor de la continuidad del partido como órgano colectivo. La ausencia de estas estructuras de control y protocolización de los poderes internos fue clave para el rápido autodebilitamiento de Podemos, así como para su escasa implantación territorial. Ambos factores hicieron menos democrático al partido, que se había propuesto renovar la vida política dotándola de horizontalidad.

Estos asuntos, así como la inevitabilidad de la tendencia a la ley de hierro de la oligarquía, no dependen de talantes personales, ni de orientaciones ideológicas. Son procesos sociales y políticos propios de organizaciones humanas, transversales a cualquier ideología y a todo tipo de liderazgo. Por lo tanto, no sólo es ideológicamente incoherente que un partido de izquierda se sume al discurso antipolítico y antiorganizativo que confunde cualquier estructura con la del partido leninista, sino que implica el serio riesgo de volver a tropezar con la misma piedra.

El “debate” sobre las primarias parece entonces más bien resultado de las respectivas (y legítimas) ambiciones de liderazgo de dos formaciones carentes de organización partidaria real. 

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Javier Franzé es profesor de Teoría Política en la Universidad Complutense de Madrid.

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