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El largo y tortuoso camino de la izquierda

Ángel Viviente Core

He dejado pasar unos días desde que se celebraron las elecciones en Andalucía. Quería rumiar los resultados y también leer lo que los medios, a través de sesudos artículos, y los propios partido políticos afectados, decían de estos resultados.

No quiere ser esta una más de esas inteligentes opiniones de gente que, a buen seguro, posee mejores conocimientos que los míos: politólogos, comunicadores, analistas, etc. Yo simplemente soy una persona de la calle, sin demasiadas cosas que aportar.

Sin embargo, tal vez pudiera ser que mis opiniones reflejen las de otros, que se basan en ideas que aún confían en que esta sociedad debe encaminarse a un lugar en el que primen los valores democráticos, la justicia, la igualdad de oportunidades, la defensa de los más desfavorecidos y en donde el Estado sea un ente al que todos aportemos en nuestra medida y que, a cambio, sirva para conseguir que el mundo en que vivimos avance en esa dirección, de justicia e igualdad.

La debacle de aquellos en los que yo deposito mi confianza en las elecciones de Castilla y León, y que se supone serían los defensores de esos valores, ya me la esperaba. Ya se sabe que en esa Comunidad uno no puede esperar grandes cosas en ese sentido. Ganaron los de siempre apoyados por los “más de siempre”, los que ostentaban el poder desde después de nuestra guerra.

Pero, ¿y Andalucía? La tierra por antonomasia a la cabeza de las luchas de las clases trabajadoras en nuestro país. ¿Cómo ha podido llegarse a esta situación?

Según mi punto de vista por varias razones.

En el largo periodo anterior, desde la llegada de la democracia, lo fue por el hartazgo producido por sucesivos gobiernos del PSOE, que no consiguieron llevar a esas clases desfavorecidas cotas de bienestar acordes con el desarrollo del resto del país, manteniéndose los niveles ínfimos en empleo, educación, sanidad, participación y con un funcionariado enquistado en prácticas endogámicas e incluso en algunos casos corruptas.

El PP ya recogió esos frutos en las anteriores elecciones, apoyado por el partido bisagra que ya ha concluido esa tarea con su desaparición del escenario y, basándose en unas políticas que en nada mejoraron esa situación anterior, más bien la empeoraron, ha conseguido triunfar de nuevo, ahora con amplia mayoría.

Ahora ha utilizado a un líder que, lejos de las confrontaciones de otros líderes en otras Comunidades, ha conseguido reflejar, con su continua sonrisa y campechanía, una seguridad que otros no han podido contraponer. La palabra mantra ahora con esta nueva estrategia en el PP es “moderación”, concepto que se repite hasta la saciedad y al que el líder actual del partido, Feijóo, se ha agarrado como tabla de salvación. Parece que se han dado cuenta de que, debido al hartazgo de la gente por la confrontación y el insulto, eso es más potente que la otra palabra mantra que tan buenos resultados le dio a la hasta ahora lideresa del partido, la famosa “libertad” de Isabel Díaz Ayuso. IDA y MAR deben de estar arrebujándose en sus asientos, con un nuevo líder que va a hacerles la competencia en el partido.

Además, al PP le viene bien la existencia de Vox. Ya no es que sean competidores, más bien les ha servido ahora como “lobo” para que muchos acudan al voto “útil”, para evitar su posible entrada en el gobierno. Creo que muchos votantes socialistas votaron al PP, tapándose la nariz y con ese miedo metido en el cuerpo. En el PP se dice que, si no existiera Vox, habría que inventarlo (¿lo inventaron hace tiempo como una especie de marca blanca?).

Todo lo anterior no me ha impresionado demasiado, me lo esperaba, pero lo que quería mencionar ahora son dos puntos que considero de mayor importancia y de los que creo que no se ha hablado lo suficiente y que no he visto mayoritariamente reflejados en esos artículos de los medios durante estos días, ni tampoco en las declaraciones de los partidos que han sido protagonistas de la debacle.

Se puede ver que esa mayor abstención aumenta en zonas en donde se da mayor marginación, discriminación y paro. Se añade ahora a todo esto la carestía de alimentos y combustible, el subempleo y con niveles muy altos de exclusión

1) La tremenda abstención del pueblo andaluz

Poco he leído sobre esto durante estos días, parece que se considera algo normal cuando considero que es un grave problema que a los partidos, sobre todo a los situados a la izquierda del PSOE, debería darles qué pensar. ¿Damos por perdidos para la sociedad, para las candidaturas del progreso, a 2,6 millones de personas, un 41,6%? Pues, aun quitando la denominada abstención técnica que se da en todo proceso electoral, este es un valor muy alto en cualquier cita electoral.

Además se puede ver que esa mayor abstención aumenta en zonas en donde se da mayor marginación, discriminación y paro. Se añade ahora a todo esto la carestía de alimentos y combustible, el subempleo y con niveles muy altos de exclusión severa y moderada y de pobreza (datos del INE) y el rechazo que todo ello trae consigo entre las personas afectadas por las políticas neoliberales de los sucesivos gobiernos.

¿Será que esta gente está totalmente descreída del sistema democrático? ¿Será que ningún partido le ofrece salidas plausibles a su situación? ¿No tendrían que pensar los partidos, esos que se erigen en defensores de los más desfavorecidos, en las estrategias para cambiar esto? ¿Qué podría ofrecérseles? ¿O es que ya los consideramos perdidos para nuestro “juego” democrático y a nadie importan?

Para pensárselo.

2) La izquierda del PSOE

La desunión de estos grupos, por razones muchas veces banales, personalistas, de disputas del pasado y que a la inmensa mayoría no importan, impide lo que gran parte de esos votantes hubieran deseado: la creación de un frente unitario  progresista.

La deplorable imagen que han dado de desunión, de luchas y de hasta insultos y falta de respeto, los típicos que se utilizan habitualmente en estas guerras fratricidas en la izquierda: traición, palos en las ruedas, vendidos a la derecha, etc., con una imagen muy triste, antes incluso del comienzo de la campaña electoral, no han animado a mucha gente a votarles, no han ofrecido confianza. Y así, en su totalidad, se han pasado de 17 a 7 parlamentarios. Muchos potenciales votantes se han unido a esa abstención y otros han buscado otras opciones, creo que más bien lo primero.

Y esto, ¿no les hace abordar un análisis riguroso a esos partidos de lo que se ha hecho mal? Al contrario, las declaraciones posteriores han ido en la línea de echarse las culpas unos a otros, a los traidores. Uno queda muy contento porque tienen grupo parlamentario y el otro también contento, porque mantienen presencia en la Asamblea con dos escuálidos parlamentarios, a pesar de lo que les han hecho los traidores. Esto, dicen, les dará la base para un futuro glorioso dentro de cuatro años, cuando a mí me parece que uno y otro han quedado en la marginación más absoluta, desde la que poco o nada van a poder hacer para cambiar políticas.

Sin un análisis serio y riguroso de lo ocurrido, sin buscar las raíces de los problemas, sin intentar analizar por qué mucha gente se ha quedado en casa, nada podrá hacerse.

La identificación de los problemas, la búsqueda de auténticas estrategias para emocionar a sus votantes, los desfavorecidos, con políticas ilusionantes y que ofrezcan alternativas reales a sus problemas, dejando aparte sus luchas de poder para conseguir mejores posiciones en las listas electorales, sus personalismos, sus pasados, intentando conglomerar una unidad de acción, un frente unitario, de todos los que en teoría buscan lo mismo, esa es la única alternativa.

Sin eso, esta izquierda está condenada a la desaparición.

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Ángel Viviente Core es coordinador general de Convocatoria Cívica.

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