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La ventana de oportunidad climática se está cerrando

Isaac Pozo Ortego

El pasado 20 de marzo se publicó el resumen de síntesis del sexto informe del Panel Internacional de Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés). Bajo este nombre tan rimbombante hallamos un resumen de todo el conocimiento actual de lo que dice la ciencia del cambio climático. Es un informe muy largo con muchísimas referencias, pero se resume en el título de este artículo: la ventana de oportunidad se está cerrando.

Aún estamos a tiempo de parar el cambio climático, pero las posibilidades son cada vez menores. Si llegamos a un punto de no retorno no importarán las medidas que implementemos, porque la propia inercia climática conllevará calentamientos que nos lo harán pasar francamente mal. Las conclusiones del informe son lo que ya sabíamos: ya hemos subido 1,1º C de temperatura media de la Tierra sobre los registros del siglo anterior. Los cambios producirán extremos climáticos mayores (tormentas, sequías, etc.); las actuaciones de adaptación están funcionando de forma desigual: mejor en los países ricos, que son los que más contaminaron, y peor en los que están en vías de desarrollo, que encima no contaminaron. Y como esto, más de 1.000 páginas de evidencias científicas en el informe.

Aún estamos a tiempo de parar el cambio climático, pero las posibilidades son cada vez menores

Pero esto, en el fondo, lo sabemos todos, y estamos tan acostumbrados a leerlo que no vemos la magnitud de los datos. No sé a ustedes, pero a mí me cuesta también ver los números grandes, y cuando hablamos de miles de millones o billones, mi cerebro no es capaz de imaginarlo. Por eso quiero probar un enfoque distinto, y es enseñarles el informe a través de una de sus figuras o, en particular, en una parte de una figura, pero intentando explicarles lo que significa, y ya verán que la cosa tiene enjundia. En el reporte de síntesis, en la página 4 y sección C de las figuras, nos encontramos el gráfico que sigue a continuación con este título: La extensión en la que las actuales y futuras generaciones experimentarán un mundo más caliente y diferente dependiendo de sus decisiones ahora y en el futuro cercano.

En la parte superior izquierda tenemos lo que se llaman las barras climáticas. Es un sistema muy visual para enseñar cómo ha ido cambiando la temperatura a lo largo del último siglo. Se establece un valor de cero grados de subida en azul, y nos indica cuánto se ha calentado en función del cambio al color rojo. Lo primero que podemos ver es un calentamiento progresivo a lo largo del siglo XX, con una aceleración a partir de los años ochenta. Existen algunos años más cálidos y otros más fríos, como corresponde a una variabilidad natural del clima.

Cuando llegamos a 2020 la barra se divide en cinco escenarios posibles. Estos escenarios corresponden a las emisiones de gases de efecto invernadero que emitamos o, leyendo al revés, las actuaciones que tomemos para mitigar el cambio climático. Escenarios con altas emisiones producirán más subidas de temperatura, mientras que en escenarios en los que implementemos medidas de reducción el mercurio crecerá más lento.

Pero, la parte poderosa de la gráfica, en mi opinión, es la zona de abajo, donde se muestra la vida media de un adulto y el mundo que experimentará con el cambio climático. Desde los años setenta llevamos diciendo que tenemos que luchar contra el cambio climático porque es el futuro de nuestros hijos, pero hay que cambiar esa frase y decir que seremos nosotros los que también sufriremos los efectos. Simplemente busque su edad y vea hasta dónde le va a afectar.

Bien, pues una vez que tenemos todos los elementos en la coctelera, veamos qué conclusiones podemos sacar. La primera es que, aunque mañana descubramos una tecnología perfecta que no tenga emisiones y que seamos capaces de distribuirla por el mundo de forma igualitaria, estaríamos en el escenario muy bajo. La temperatura seguiría subiendo al menos hasta 2050, desde donde comenzaría a bajar, así que cuidado con el tecnoptimismo desacerbado.

Si miramos el escenario de bajas emisiones, que es el que quiere conseguir la Comisión Europea apuntando a una neutralidad climática para el año 2050, entre el 2060 y el 2070 las temperaturas empezarían a bajar y terminaríamos el siglo XXI a niveles parecidos a los que tenemos ahora. Este escenario implica reducciones y cambios drásticos en nuestro modo de vida.

Si observamos el escenario de emisiones intermedias, que es el más común ahora, vamos implementando algunas políticas; pero no siempre, porque ahora no toca, con excusas como las de ponerlas en marcha cuando acabe la guerra o, peor, cuando pasen las elecciones, en una miopía egoísta. En este escenario, la temperatura seguirá creciendo por encima de los 3º C cuando lleguemos al final del siglo XXI.

Les dejo a ustedes las conclusiones de los dos primeros escenarios, pero ya se imaginan que no son buenas. Si ahora se fijan en los monigotes de la parte inferior derecha, pueden ver a qué edad les afectará y cuánto, y entonces decidir si debemos luchar, no ya por el futuro de nuestros hijos sino por el nuestro propio. Cuanto más tarde actuemos más difícil será quedarnos en el escenario intermedio e ir hacia escenarios que nos producirán una vida miserable, y que nos obligarán a tomar medidas extremas. En resumen, aún podemos hacer algo, pero la ventana de oportunidad se está cerrando.

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Isaac Pozo Ortego es gestor de Proyectos de la Fundación Alternativas.

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