Verdades como puños y mentiras a puñados

Javier Pérez Bazo

En uno de los inolvidables diálogos entre Sancho y don Quijote, el escudero pregunta al hidalgo cómo es posible que la amarga y ociosa lectura de los libros de caballerías le haya podido cambiar el juicio hasta el punto de creerse encantado; hecho que, según Sancho, “está tan lejos de ser verdadero como lo está la misma mentira de la verdad”. Su inquietud sobre el encantamiento y la mudanza de juicio de su amo puede sacarse a colación aquí a propósito de Alberto Núñez Feijóo. Pues diríase que lo que lee y escucha en los medios afines a su partido le ha alterado el juicio y, jaleado por los suyos, ya se ve investido presidente de gobierno tras las próximas elecciones. Lo mismo que de manera cansina y procaz en las cadenas televisivas y radiofónicas auguran tertulianos y gacetilleros al dictado de potentes grupos empresariales y de la Conferencia episcopal.

El poder económico sabe perfectamente que la opinión pública mayoritaria se forja en los medios y que éstos inciden en extremo sobre el resultado de las elecciones. Se aprovechan de una audiencia con déficit de educación cívico-social debido a carencias de raciocinio propio y cultura política, al tiempo que buscan anestesiar todo posicionamiento crítico individual hasta que, en consecuencia, ese público crea a pies juntillas cuanto se le dice y, desdeñoso ante la gestión de gobierno, vote irreflexivamente a la derecha. El lector habrá deducido que me refiero a los medios abrumadoramente conservadores y a la ristra de programas de penoso sectarismo emitidos en mañanas y tardes interminables y en noches sabatinas, las más de las veces con voces y gran barullo para mayor espectáculo. Dejemos para oportunidad venidera la prensa en papel y digital conservadora y ultramontana.

Algunos animadores de televisiones privadas nacionales, compinches de indas, marhuendas y otros malos pillos, se consideran infalibles e impunes en su oficio. Entre ellos, por ejemplo, una plagiadora literaria, experta en alquileres a granel, de lengua desvergonzada y fobias vengativas. O quien sin pudor deja ver su servidumbre cada mediodía bajo un estratégico galimatías informativo y es capaz de relacionar en un reportaje reciente a Salvador Dalí con Pedro Sánchez, equiparados no tanto por su común genialidad cuanto por su locura. Como en otros casos, éste no es otra cosa que la encarnación de la fidelidad sumisa a sus dioses. A ambos prosélitos cabe sumar una granada galería de opinadores que predican como dogma de fe un buen lote de mentiras aderezadas con miedos y cuya misión es distraer al elector: okupaciones, negociación con los herederos de la ETA, proceso electoral manipulado, difusión de pruebas falsas contra un partido político, congelación y mal reparto de los fondos europeos, inseguridad de la propiedad privada, etc. Y sin duda insistirán sobre algunos de ellos en la próxima campaña.

En los afanes de propagar dislates se distingue igualmente una habitual tertuliana, no sólo por su yocreísmo enfermizo o dicción poco afortunada o carencia de pensamiento propio, sino también por sus endebles argumentos de pepito grillo en consonancia con la línea editorial del diario nacional que frecuenta. Y el sumun de su idiotología es declarar, sin despeinarse, que las próximas eleccionesno van de programa”, y justificar con tal desfachatez la ausencia o intrascendencia de proyecto, especialmente económico y social, del Partido Popular.

El clima de crispación social y polarización política es una verdad incuestionable, pero no se olvide que los medios de la derecha las enardecen a la vez que contribuyen sobremanera a la conjunción entre la derecha, más o menos montaraz, y una ultraderecha “blanqueada”, normalizada en tiempo y forma merced a esos mismos medios. Los pactos de gobernabilidad entre ambas derechas ya los asumen los tertulianos derechizantes con naturalidad sorprendente, pactos que confirma el cinismo de retrasar, mediante maniobras dilatorias, los autonómicos más representativos hasta después de las elecciones.  

La temprana cita electoral ha escombrado la campaña del PP reduciéndola a menos de dos meses y a los insultantes eslóganes “Sánchez o España” y “derogar el sanchismo”. Lo que incordia a los opinadores es verse obligados a servir en verano a quien les paga

En estas tierras francesas donde escribo, a cualquier ciudadano le costaría comprender la excepcionalidad española por la abundancia de programas de las cadenas privadas con amplísima dedicación a la “política”. El comadreo, el vocerío como norma, y las ofensas ad hominem con alevosía e impunidad se han convertido en carne de tertulia de baja estofa y de debate desordenado. Y se entiende aún menos fuera de nuestras fronteras que en estos programas se practique sin límites toda una serie de manipulaciones tendentes a fragilizar la credibilidad del Gobierno, por lo general sustentadas en elucubraciones sin fundamento, encuestas a la carta, improperios, medias verdades, bulos y mentiras a puñados. Sin esta desinformación mediática de rancio abolengo y perfectamente orquestada, la derecha no habría ganado las últimas elecciones municipales y autonómicas.

Lo ocurrido tras los pasados comicios ha sido revelador. Embriagados por el triunfo de la derecha, condicionado a cohabitaciones con los neofalangistas, hubo quienes se apresuraron a pedir responsabilidades al presidente del Gobierno por inmiscuirse tanto en dichas elecciones y por haberlo hecho en clave nacional. Pero implicación no menor fue la de Feijóo, si bien éste y sus acólitos, mientras que el secretario general del PSOE enunciaba los avances sociales y reformadores del Gobierno, ellos centraban su estrategia en las contaminadas listas electorales de Bildu y, embadurnándose de ignominia, en un “pucherazo” electoral, difundido hasta la saciedad por los medios conservadores.

Lo demás fueron imprecisiones de alto populismo, promesas de derogar a troche y moche, de beneficiar a la clase social que menos lo necesita, de combatir el cambio climático como propugna Díaz Ayuso, con macetas en los balcones o, quizás nos diga cualquier día, hacerlo con coronas funerarias para los ancianos y discapacitados fallecidos en las residencias madrileñas en tiempos de pandemia: ¡quién sabe lo que musitará al oído de la presidenta su jefe de gabinete, un insolente condenado por tropismo a la embriaguez!

Meses atrás a la derecha se le llenaba la boca exigiendo elecciones anticipadas y arreció la demanda en la resaca de su victoria en las urnas. Sin embargo, el anuncio del adelanto electoral por parte del presidente Sánchez Castejón, en una muestra de perspicacia incontestable y exquisita ejemplaridad, arruinó su alborozo. Recuperados de la sorpresa, los comentaristas adyacentes a la calle Génova disimularon su contrariedad aduciendo la inconveniencia de la fecha por temprana y estival, no distinta a la de las últimas elecciones a la Xunta de Galicia convocadas por su presidente, Núñez Feijóo. En definitiva, la temprana cita electoral ha escombrado la campaña del PP reduciéndola a menos de dos meses y a los insultantes eslóganes “Sánchez o España” y “derogar el sanchismo”. Pero, en verdad, lo que incordia a esos mismos opinadores es verse obligados a servir en verano a quien les paga.

Y por si fuera poco, a los altavoces de la derecha vino a unirse el megáfono del conocido sanedrín patriótico de veteranos y disidentes socialistas. Cada uno de ellos tiene suficiente sabiduría bien entrada en años y sobradas razones para liderar una alternativa a la secretaría general del PSOE, que indudablemente no avalaría la militancia. Al margen de cualquier otra consideración sobre su actitud inane, sólo consiguen dar argumentos feos a la oposición y son conscientes de que, con sus palabras, muy controvertibles y algunas de grueso calibre contra el secretario general del PSOE, allanan a Feijóo el camino de La Moncloa. Podría decirse con Cervantes que “el rencor les hace torcer del camino de la verdad”.

Los portavoces del poder económico y mediático, junto a los subvencionados por algún gobierno regional o por el mismo episcopado, se prestarán sin recato a denigrar al gobierno en funciones y opacar —verbo de gran actualidad— no sólo el recuerdo de las crisis logradamente superadas durante la actual legislatura, sino también las numerosas reformas progresistas. Esos medios saben que cuentan, al parecer, con una audiencia superior a los dos millones de espectadores, a los que habría que incluir los oyentes de radio. Sin duda un buen caladero para el voto cautivo que se crea encantado por cantos de sirena. A cualquier actor destacado de la derecha mediática se habría dirigido don Quijote como lo hizo “lanzando vivo fuego por los ojos” contra su escudero: “Vete de mi presencia, monstruo de naturaleza, depositario de mentiras, almario de embuste, silo de bellaquerías, inventor de maldades, publicador de sandeces, enemigo del decoro que se debe a las reales personas”.

Coda.— Cuando esto escribo, el presidente del Gobierno ha propuesto al líder conservador debatir con él seis veces durante la próxima campaña electoral. Es comprensible que Feijóo haya aceptado un solo debate para no exponer sus incapacidades ni propiciar que le saquen demasiado a la vergüenza.

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Javier Pérez Bazo es catedrático de Literatura. Universidad de Toulouse-Jean Jaurès.

 

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