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Violencia machista

El abismo entre una carta y una denuncia: el crimen machista de Gondomar muestra las dificultades de verbalizar la violencia

Minuto de silencio ante el ayuntamiento de Gondomar en homenaje a la última víctima de violencia de género registrada e el municipio..

Tenía 59 años y vivía en el municipio pontevedrés de Gondomar. Su cuerpo fue hallado este jueves en el domicilio familiar por un taxista que acompañaba al hijo de la víctima, mayor de edad pero con una discapacidad, al hogar. Soledad Rey es la última víctima mortal de violencia de género confirmada. En lo que va de año, el listado asciende a 42. La mujer fue asesinada presuntamente a manos de su marido, Valentín Alonso. No constaban denuncias previas. Pero sí un testimonio por escrito: la mujer dejó una carta en la que reconocía y expresaba los malos tratos que había sufrido.

"Había dejado una carta como si supiera lo que le iba a pasar", señaló la hermana de la víctima el jueves. Al principio, expresó su familiar, la víctima negaba los malos tratos, pero con el tiempo fue reconociéndose como víctima. No fue quien, sin embargo, de dar el paso de denunciar. El caso de la mujer pontevedresa no es exclusivo, sino que se enmarca en la carrera de obstáculos que supone no sólo salir de la violencia, sino admitirla y expresarla como tal.

La última Macroencuesta sobre Violencia de Género, publicada el pasado mes de septiembre, dicta que entre las mujeres que refieren haber sufrido malos tratos por parte de su pareja o expareja, sólo el 21,7% denuncia la violencia. El 23,4% lo cuenta a su psicólogo, el 10,4% lo relata en su centro de salud y el 7,2% a los servicios sociales. El 3% de las encuestadas reúne el valor para contarlo en la farmacia.

El porcentaje, no obstante, escala cuando se trata del entorno: las mujeres sienten más confianza a la hora de expresar la violencia a alguna persona cercana. El 77,2% así lo afirma. El 50,7% ha compartido su experiencia con alguna amiga, el 36,2% con su madre y el 25,4% con su hermana. En femenino. Sin embargo, quienes no reúnen las fuerzas para contarlo son todavía demasiadas. Si bien es difícil determinar la dimensión exacta, un 17% de las encuestadas para la Macroencuesta reconoce que la primera persona en conocer la violencia es la propia entrevistadora.

Fuentes de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género explican a infoLibre que, de acuerdo a los datos, existe "una altísima prevalencia de violencia de género revelada, cuando las mujeres han sido entrevistadas confidencialmente para una macroencuesta". Esta realidad sugiere que "sin lugar a dudas, hay otra violencia que nunca se va a contar, que permanece oculta y que dispara las cifras de casos que nunca van a poder ser identificados".

Bárbara Zorrilla, psicóloga especialista en violencia de género, recuerda el esfuerzo que supone para una víctima "siquiera verbalizar la violencia", porque evitándolo "de alguna manera protege su idea de familia y evita conflictos". El hecho de que haya una carta escrita en el crimen de Gondomar, razona la profesional, significa que la mujer tenía "conciencia no sólo de la violencia, sino de ella misma como víctima". Igualmente "podemos intuir su nivel de deterioro, porque admitirlo requiere tiempo", del mismo modo que "podemos inferir que tenía conciencia del riesgo" extremo al que se enfrentaba. Expresarlo por escrito "es un primer paso, una manera de verbalizárselo a sí misma, de darle entidad".

Sobre la conciencia de una misma como víctima habla también Ada Santana, presidenta de la Federación de Mujeres Jóvenes. "El reconocimiento de esa persona como víctima es un gran paso, muchas veces la propia mujer que está en medio de la violencia no es consciente de sufrirla". La pregunta lógica que brota de inmediato no puede ser otra que "por qué si ella se reconocía como víctima, no denunció".

En una situación de violencia, continúan las expertas, factores como el miedo y el aislamiento lo eclipsan todo. Natividad Hernández, psicóloga en la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, recuerda que "muchísimas mujeres intuyen o presienten que algo más grave puede pasar". ¿Dónde está el fallo para que el caso terminase en asesinato? Para la psicóloga, la respuesta es que "las mujeres no creen en la justicia". Si lo hicieran, añade, "denunciarían más". De las 1.075 víctimas mortales contabilizadas desde 2003, sólo el 20,7% había denunciado a sus agresores. A todo ello "se van sumando obstáculos" vinculados a la falta de independencia económica, a la convivencia con menores o personas dependientes y a la ausencia de recursos en el entorno. "Tanto aguantar para qué", se preguntaba la hermana de Soledad Rey este jueves.

Más allá de la denuncia

¿Cómo atajar esta situación? Observando, detectando y apoyando desde fuera. Las mismas fuentes de la Delegación contra la Violencia de Género entienden fundamental "comprender que existen diversos indicadores que nos alertan de cuándo una mujer está sufriendo malos tratos machistas". Muchas de las víctimas, continúan, "no van a poder ni van a querer romper el silencio" y en esos supuestos el "entorno íntimo, tanto formal como informal, es clave para acompañar a las mujeres".

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Lo explica Bárbara Zorrilla: "Las víctimas también acuden a su médico, a la farmacia, al supermercado, a un colegio". Ahí es donde debe estar la detección. "Hay muchos indicadores que nos alertan", como el consumo sin medida de psicofármacos, relata la psicóloga, pero todavía sigue sin tenerse en cuenta "la violencia de género como diagnóstico diferencial". Para esto, añade, es necesaria sensibilización, formación y protocolos específicos. Y es ahí, en los actores intermedios, donde está la clave. "Constantemente estamos animándolas a denunciar", pero la voz de alarma no tiene por qué pasar por la denuncia. "Denunciar es un paso complicadísimo y vuelve a delegar en ella toda la responsabilidad".

Desde la Delegación coinciden en que "las mujeres y quienes detecten o intuyan un posible caso de violencia, deben saber que antes de interponer una denuncia las mujeres pueden acudir a recursos especializados de atención, confidenciales y seguros, que van a acompañarlas en ese proceso". El organismo dirigido por Victoria Rosell entiende necesario "mejorar todo el sistema de acompañamiento e intervención y todos los canales de prevención", porque interponer una denuncia "no puede verse como el objetivo", sino como una "herramienta más para que esa mujer pueda salir del infierno en el que está viviendo". Antes de dar ese paso, señalan las fuentes consultadas, "las mujeres deben saber y sentir que estamos con ellas y que los equipos especializados van a escucharla y a acompañarla".

El mensaje, sin embargo, no siempre cuenta con el calado suficiente para llegar a las víctimas. "Existe un miedo extremo por los muchos casos que se ven, cada asesinato evidencia un fracaso" y eso atraviesa a las víctimas de violencia, explica Ada Santana. Natividad Hernández añade que muchas mujeres, y con ellas su entorno, "normalizan la violencia y se acostumbran a vivir con esa amenaza: según se va instalando la violencia, también se va normalizando". Es común que las mujeres que sufren malos tratos, comparte la psicóloga, teman por ejemplo que los vecinos se enteren. "Yo les digo que abran las ventanas y que les escuchen bien".

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