En el campo catalán ondea la estelada: el cortafuegos que impide a Vox capitalizar la lucha agraria en Cataluña

Varios tractores cortan la carretera C-17, sentido sur, a la altura de Parets del Vallès.

El campo está en pie de lucha y la derecha española ya ha tomado partido. Mientras PP y Vox rivalizan por capitalizar el malestar del sector agrario, en plena campaña para las elecciones gallegas y con la mirada puesta de reojo en los comicios europeos, en Cataluña los cauces son otros. Pese al profundo malestar de los agricultores, compartido en el conjunto del Estado, en esta comunidad la extrema derecha parece haber encontrado un tope que le impide avanzar en el mundo rural. Los factores son varios, pero abarcan desde el conflicto independentista al modelo de explotaciones agrarias o el carácter tradicional del sindicalismo payés.

Así lo aseguran los expertos consultados por infoLibre, los cuales apuntan a la singularidad del campo catalán, donde un partido como Vox tiene difícil cabida. Al menos, por ahora. Uno de ellos es el director del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Barcelona, Oriol Bartomeus. Según este politólogo, el peso que la derecha y la extrema derecha tienen en Extremadura, Andalucía, Castilla La Mancha o Castilla y León no es extrapolable a Cataluña. “El mundo rural, en general, es de derechas, pero si lo miramos sólo en ese eje nos perdemos la mitad de la foto”. A su juicio, también es necesario tener presente la cuestión nacional: “El campo catalán puede ser de derechas, pero es una derecha particular, independentista”.

De hecho, en las últimas elecciones municipales, ERC y Junts arrasaron en la mayoría de municipios rurales, un resultado que se repitió en las generales del 23J, en las que el PSC logró arrebatar varias decenas de localidades a los independentistas. También en las últimas elecciones al Parlament, en 2021, los partidos de Oriol Junqueras y Carles Puigdemont cosecharon contundentes victorias en las zonas agrarias. Por eso, según Bartomeus, las protestas catalanas no son “caldo de cultivo” para la extrema derecha española. “Vox no tiene la misma entrada que tiene en el campo castellano por motivos evidentes. Fuera de las áreas urbanas de la conurbación barcelonesa y de la costa, existe una mayoría independentista”, señala.

Por su parte, el profesor de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra, Toni Rodon, recuerda que en Cataluña la extrema derecha logra votos de los estratos sociales tanto más ricos como más pobres, pero siempre en zonas urbanas. “Los líderes de Vox aquí vienen todos de clases muy altas, lo que supone un mundo simbólico totalmente diferente”, indica.

Este posicionamiento político del campo catalán explica que, aunque los agricultores “puedan compartir algunos elementos de reflexión con Vox y con la derecha española y españolista, como cargar contra la Agenda 2030 o la legislación europea”, estos partidos no logren capitalizar las movilizaciones. “Puede que las protestas sean las mismas, porque los problemas de los payeses catalanes son básicamente los mismos que los de Castilla La Mancha, pero existe una diferencia brutal entre el campo catalán y las posiciones de Vox”, remarca.

“No somos terratenientes, somos familias”

Anhelos independentistas al margen, el abismo que separa a la formación de Santiago Abascal de los agricultores catalanes también pasa por la cultura y la lengua. “Vox propone una España unitaria que evidentemente no reconoce las identidades diferenciadas, la pluralidad, por lo que a cualquier payés de habla catalana le chirría”, señala Bartomeus. “A Vox todo lo que es tradicionalismo catalán, el llamado territorio, le genera una reacción negativa, desde la lengua al resto de tradiciones, y esa no es una buena manera de entrar en el sector”, añade Rodon.

Pero hay más elementos, como el modelo de explotación agraria. “La estructura de la tierra es muy precaria y los márgenes de beneficio son muy pequeños”, remarca Rodon. A diferencia de lo que ocurre en buena parte del país, el sector agroindustrial y ganadero catalán está formado básicamente por pymes y no por grandes empresas agrícolas. “No somos terratenientes, somos familias”, destaca Esmeralda Roureda, la presidenta de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores y Ganaderos de Cataluña (JARC), uno de los sindicatos que lidera las protestas. De acuerdo con Roureda, al menos en su organización, no hay “ningún partido detrás” ni tampoco se produce “como en el resto del Estado que la derecha quiere liderar el movimiento”. “Nosotros no pertenecemos a ningún partido y cada uno tiene sus ideas”, asevera.

Con todo, cabe recordar que tanto JARC como Unió de Pagesos, el principal sindicato agrario catalán, protagonista de las tractoradas que esta semana han colapsado las carreteras catalanas hasta Barcelona, llevaron a cabo movilizaciones “por la libertad” tras la detención de los líderes independentistas del procès y se alinearon a favor del referéndum del 1-O. Una muestra más del carácter “progresista y catalanista” con el que se define el sindicato mayoritario, cuyo consejo nacional acordó no compartir con el grupo parlamentario de Vox las iniciativas que pudieran llevar a debate a la cámara catalana. “Nosotros reconocemos y hablamos con todos los partidos, pero decidimos abstenernos de hablar con Vox y ellos tampoco se han dirigido a nosotros”, relata a este diario el responsable de Organización de Unió de Pagesos, Carles Vicente.

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Aprovecha también para dejar claro que las movilizaciones convocadas por ellos “en ningún caso estuvieron alentadas por ningún partido ni extremo” y lamenta que, tras las tractoradas en Alemania, Bélgica y Francia, “orquestradamente se comenzaran a organizar grupos de Whatsapp”: “Está claro que la estrategia de la extrema derecha es acudir cuando alguien está desesperado para darle una solución mágica en poco tiempo”. Es más, según Vicente, si en el conjunto del Estado las protestas están siendo monopolizadas por “la extrema derecha o el centro derecha más radicalizado”, en Cataluña “está bufando más la percepción de que es una órbita más cercana a la CUP”.

No cabe olvidar, como señala Rodon, que en las zonas de dónde vienen los tractores los tres grandes activos electorales son Junts, ERC y la CUP, las tres formaciones que a su entender “más pueden ganar y perder”. “Si lo hacen bien y se percibe como tal, que son dos cosas diferentes, el que tiene más a ganar es ERC. Pero también al contrario”, advierte. Algo similar opina Bartomeus: “Creo que, de entrada, estas protestas son difíciles para los gobiernos, que son los que tienen que capearlas y proponer soluciones a la situación, pero hay otros partidos que podrían sacar rédito”. Uno de ellos es el PSC, especializado en electorados urbanos y cuyo papel podría ser clave para decantar la opinión del campo catalán. “En algunos casos podría perder porque hay zonas rurales en las que tiene apoyo y, en cambio, no ha sobresalido mucho en las protestas, lo que se podría interpretar como que se pone de perfil”, añade Rodon.

Caso aparte es Aliança Catalana, que difundió mensajes de propaganda, aprovechando la ira del campo, animando a los agricultores a afiliarse. “No ha prosperado”, asegura Vicente. Sobre si el partido de la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, podría conseguir rédito de las movilizaciones, Bartomeus tiene claro que no, pero con excepciones. “La primera es que lo que pone sobre la mesa es fácilmente abordable por parte de este espacio político que incluye a una parte de Junts y, la segunda, porque ahora mismo estamos hablando de ello. Aliança Catalana es una nanorealidad, pero se está convirtiendo en real por los medios de comunicación”, concluye.

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