Consultas populares
La desconfianza en los políticos alimenta el deseo de participar en consultas ciudadanas
Tomar decisiones como prohibir fumar en los lugares públicos, poseer perros de razas peligrosas o viajar gratis en los transportes públicos corresponden a la ciudadanía de los diferentes cantones suizos mediante procedimientos de democracia directa. En España, sin embargo, no son instrumentos que se utilicen de forma cotidiana a la hora de tomar decisiones políticas, sino que es un procedimiento extraordinario al que se recurre en ocasiones muy concretas y para temas especialmente relevantes.
Si comparamos el número de consultas celebradas en ambos casos, las cifras no dejan lugar a dudas. Según datos de la Cancillería Federal suiza, desde 1975 se han celebrado en los diferentes cantones más de 300 referéndums. El panorama europeo, y el español en particular, difiere en gran medida del caso helvético en relación con las consultas populares. En el mismo período de tiempo, se han celebrado en España 11 consultas populares. Otros estados tomados como ejemplo en el ejercicio de la democracia –véanse los países nórdicos– siguen la línea de España. En el caso de Suecia, desde 1945 se han celebrado 12 consultas populares.
El libro ¿Cómo votamos en los referéndums? (Catarata), coordinado por el investigador de la Universidad de Deusto Braulio Gómez Fortes y el director del Instituto de Estudios Sociales Avanzados, Joan Font, analiza el comportamiento de los votantes en las consultas populares. Un tema sin duda de actualidad, Braulio Gómez ayuda a explicar en esta entrevista.
PREGUNTA: Según datos de la Cancillería Federal suiza, desde 1848 se han celebrado en el país 584 referéndums, más de la mitad desde 1975. Sin contar los que se han realizado durante el franquismo, en el mismo periodo de tiempo España ha celebrado 11 referéndums. ¿Por qué la iniciativa del referéndum no se encuentra consolidada en la vida política de nuestro país?
RESPUESTA: Es más raro Suiza que España, no hay ningún país que se acerque ni de lejos al uso que hace Suiza de las consultas populares. Suiza ha desarrollado más de la mitad de referéndums celebrados en Europa. Noruega, Finlandia o el Reino Unido han celebrado tan pocos referéndums como España desde 1945. El problema en España no está en el bajo número de referéndums, sino en la poca confianza que tienen los ciudadanos en los políticos, algo que ha provocado en la ciudadanía un deseo mayor de participar en la toma de decisiones. Hay países, como los mencionados anteriormente, donde tampoco celebran muchos referéndums, pero no tienen una desconfianza total hacia las instituciones representativas como la que existe actualmente en España. En este contexto, sí que sería bueno compaginar los instrumentos de democracia directa con los representativos. Pero ojo, insisto en que el número de referéndums no te informa sobre la calidad de una democracia.
P: ¿España está preparada para una democracia más participativa?
R: Para lo que no está preparada, ni esta ciudadanía ni ninguna, es para que los políticos no sean capaces de solucionar sus problemas elección tras elección. España, sin ninguna duda, está preparada para una democracia participativa y sería una buena respuesta que los representantes políticos activarán los mecanismos de participación ciudadana para canalizar la excepcional demanda de participar más en la toma de decisiones políticas que se vive actualmente en España. Con voluntad política para activar las herramientas de representación directa existentes sería suficiente.
P: ¿Qué les llevo a investigar los diferentes factores que influyen en el voto y de qué depende la participación electoral en un referéndum?
R: Cuando los referéndums empezaron a ocupar el debate público, comprobamos que existe mucha información sobre cómo se comportan los ciudadanos en unas elecciones pero, en cambio, no existía ningún libro sobre lo que ocurre cuando se convoca un referéndum. En estos momentos la demanda de información política de calidad es muy alta y creíamos que era necesario divulgar el conocimiento que teníamos sobre cómo se comportan los ciudadanos una vez que se ha convocado un referéndum. En nuestro libro participan los investigadores que han analizado con mayor brillantez los pocos referéndums que se han celebrado hasta el momento en el Estado español.
P: ¿El nivel de competitividad importa para entender cuánta gente acude a votar?
R: Influye en que baje la participación cuando piensas que tu opción tiene prácticamente asegurada la victoria o la derrota.
P: Entonces, ¿podemos deducir que el grado de información relativo a encuestas previas publicadas en los medios de comunicación puede influir en el número de votantes que acudan a las urnas?
R: Pueden ser utilizadas para reforzar o cambiar una estrategia política, por ejemplo, intensificando una campaña basada en el miedo a la ocurrencia del fenómeno. Pero está más demostrado que las encuestas influyen más en el estado de ánimo de los candidatos y de los equipos de campaña que en el comportamiento electoral de los ciudadanos.
P: ¿Una información partidista ayuda a algunos votantes a orientarse y a encontrar un comportamiento similar al de los votantes informados? ¿La falta de conocimiento previo de lo que se va a votar no pone en peligro el resultado de la votación? ¿No es como firmar un contrato sin leer la letra pequeña?
R: La consistencia ideológica de los partidos permite que los votantes sin información sobre el tema sometido a consulta elijan fijar su posición y votar razonadamente como los pocos ciudadanos que tienen una información completa y objetiva sobre el tema. Los partidos ayudan a los ciudadanos desinformados, que son la mayoría, a fijar una posición siempre y cuando tengan un comportamiento coherente y consistente. El cambio de posición de un partido puede provocar que aumente la abstención en un referéndum al dejar sin una pista fiable a sus votantes. En el libro se demuestra que el voto de los ciudadanos, más allá de las consideraciones partidistas, está relacionado con su posicionamiento sobre ese tema sometido a consulta. El tema importa.
P: En el libro explican que “La presencia de consideraciones políticas y partidistas es una variable clave en cualquier proceso donde se escuche la voz de la ciudadanía”. ¿Hasta qué punto es clave?
R: Al no existir un nivel de asociacionismo muy alto, los partidos han sido los principales protagonistas de todos los referéndums celebrados hasta la fecha en España. En otros países de Europa no ha pasado eso. Plataformas de la sociedad civil tienen un papel muy relevante, casi tanto como los principales partidos políticos. Creo que si se celebrara hoy un referéndum en España, la influencia de los partidos sería menor que en referéndums anteriores porque los ciudadanos ya no confían en ellos. Son actores que han perdido casi toda su credibilidad desde que se celebrara el último referéndum en territorio español, sin contar los referéndums locales, el de la Reforma del Estatuto de Andalucía de 2007…
P: ¿Cree usted en un referéndum con una doble pregunta, como el que proponen enCataluña, o confía más en la clásica y directa pregunta única?
R: Es muy mala idea complejizar las preguntas en un referéndum y hace que aumente la probabilidad de que haya ciudadanos incapaces de comprender la mecánica de la consulta. Puede aumentar la abstención de los ciudadanos con menos recursos educativos y económicos, lo que reduciría la capacidad representativa de los referéndums. En este sentido, no es una buena idea hacer una doble pregunta.
P: En el libro se explica que, normalmente, “las consultas y referéndums se convocan para ganarlos”. Según se publicó en diferentes medios los días posteriores a la abdicación de Juan Carlos I, si se convocase un referéndum monarquía-república hubiese salido elegida la primera opción. Entonces, ¿por qué no se celebra?
R: Para celebrar un referéndum sobre la forma de Estado hay que reformar la Constitución y eso no es posible con la actual composición del Parlamento español. Por otro lado, yo no diría que si se sometiera la forma de Estado a referéndum ganaría la monarquía porque así lo expresan las encuestas. Con un referéndum convocado, difícilmente se produciría el triste espectáculo que se ha producido en España estos días tras la abdicación de Juan Carlos I, en el que todos los grandes partidos políticos y grupos de comunicación han cerrado filas en torno a la institución monárquica, intentando ocultar un debate realmente existente. Por ejemplo, el PSOE se tendría que posicionar más cerca de sus votantes y el grupo Prisa de sus oyentes y lectores. En los referéndums, la campaña electoral influye más en el resultado final que en unas elecciones normales.
P: También se habla en el libro de los casos de California o Irlanda. Allí la pregunta es supervisada por autoridades judiciales y se redactan textos, que van a ser difundidos al conjunto de la población, aprobados por la Administración con la colaboración de las campañas del “sí” y del “no”. Suena excelente pero, ¿ve esto posible en España?
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R: En España se necesita un cambio en la voluntad política de nuestros representantes y que pierdan el miedo a canalizar de una manera positiva y participativa esta demanda excepcional de participación mediante la toma de decisiones a través de un referéndum. Ningún otro país europeo tiene una demanda igual. Creo que poner el listón en California e Irlanda es demasiado elevado en estos momentos, estamos hablando de dos de los territorios del mundo que utilizan el referéndum con más frecuencia. Antes de presentar una ambiciosa ley de mejora de los instrumentos participativos, deberíamos usar un poco más los que ya tenemos.
P: En el caso catalán, que también se analiza en el libro, desde 2006 el sentimiento independentista catalán ha crecido exponencialmente. ¿A qué cree que se debe? ¿Influye el aumento de la idea independentista en los medios de comunicación y los partidos políticos catalanes?
R: El mayor cambio de los últimos años ha sido la posición de CiU que ha pasado de canalizar las demandas al Gobierno central a través de la negociación, a romper el marco institucional para poder atender la preferencia mayoritaria de la ciudadanía catalana: la celebración de una consulta soberanista. Es evidente que la posición anticatalana del Gobierno de Mariano Rajoy, negando la singularidad y la pluralidad de las distintas naciones que componen el Estado español, ha posibilitado que las ideas independentistas no hayan perdido fuerza en el último año y que se haya incrementado el deseo de celebrar un referéndum para que los catalanes decidan el tipo de relación política que quieren con el Estado español. La clave, de celebrarse el referéndum, sería el comportamiento de los votantes de los dos grupos políticos que han sido más ambiguos e inconsistentes en los últimos años, CiU y PSC.