Crisis del coronavirus

Dispérsense, el sueño de la inmunidad de rebaño ha muerto: llegaría tras mucho tiempo o muchas víctimas

En febrero, solo epidemiólogos, virólogos, microbiólogos, médicos y expertos en Salud Pública conocían y utilizaban con asiduidad el término inmunidad de grupo, también conocido como inmunidad de rebaño. Ahora está en el debate público. Es fácil de entender: si un alto porcentaje de la población (entre un 60% y un 70%) desarrollan anticuerpos contra un agente infeccioso, al patógeno le costará mucho encontrar nuevos cuerpos en los que hospedarse y la epidemia se extinguirá. Esta inmunidad se puede conseguir a las buenas, con una vacuna, o a las malas, pasando la enfermedad. Como aún no tenemos vacuna y no la tendremos a corto plazo, algunas voces sugirieron que un alto número de enfermos podría ser beneficioso a la larga para poner coto a esta crisis. Hay, incluso, dirigentes políticos –el caso más conocido es el del primer ministro británico, Boris Johnson– que propusieron que la mejor estrategia pasaba por dejar circular a su aire al SARS-CoV2, cayera quien cayera.

Sin embargo, los datos provisionales de la encuesta de seroprevalencia realizada por el Ministerio de Sanidad, que ha analizado los anticuerpos generados por una muestra representativa de los españoles, ofrecen dos conclusiones principales: una, que alcanzar dicha inmunidad a corto plazo implicaría una cifra de muertes y de colapso sanitario inasumible. Y otra, que sin vacuna vamos a tardar mucho, mucho tiempo en alcanzarla. No es cuestión de meses, sino de años. Si algún día llega.

En torno al 5% de españoles ha contraído el covid-19, según los datos de seroprevalencia que, ha remarcado el Gobierno, son provisionales, no definitivos. Con muchas diferencias entre provincias: en Madrid ha desarrollado anticuerpos en torno al 11% de la población y en Cádiz un 1,7. Ya se sospechaba que la cifra estaría muy lejos de tan siquiera acercarse al 60% de inmunizados que se necesitaría para el efecto rebaño. Así lo ha confirmado este jueves el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón: "Los datos no nos sorprenden". Ya se esperaba una incidencia del 5%, que implica que el 95% aún es susceptible de enfermar. Por lo que abrirle las puertas al nuevo coronavirus confiando en que ya estamos protegidos por anticuerpos, o que lo estaremos en un futuro, se descarta con rotundidad: "La inmunidad de grupo no se puede utilizar como una de las herramientas para tomar decisiones. Así es como estamos trabajando". Para el doctor, la baja prevalencia también demuestra que las medidas que se han ido proponiendo para evitar la transmisión "son las correctas".

El epidemiólogo de Atención Primaria del Hospital de la Cataluña Central Jacobo Mendioroz coincide con Simón: "Contar con una inmunidad grupal para que podamos rebajar las medidas de confinamiento ahora mismo no es viable", afirma. No solo no estamos inmunizados lo suficiente como para librarnos de una lenta desescalada, sino que tardaremos mucho en alcanzarla. El experto hace un simple –pero muy gráfico– cálculo: "Las cifras que se han dado son en torno a un 60%. Tendríamos que pasar por lo mismo que hemos pasado unas doce veces". Eso es mucho tiempo e implica muchos muertos.

El profesor de Microbiología de la Universidad Complutense de Madrid Víctor Jiménez califica la inmunidad de grupo como "un escenario de epidemiología-ficción". "Si hubieramos dejado circular al virus, la tendríamos, pero desde una perspectiva sanitaria, viendo la mortalidad y el problema que supone...". Explica otro cálculo: solo en la Comunidad de Madrid, conseguir un rebaño del 70% habría provocado medio centenar de miles de muertos . Algo no solo sanitariamente, también política, moral y socialmente inasumible. "Lo hemos hecho bien. Es un logro colectivo tener una seroprevalencia tan baja. Esa es la buena noticia. La mala es que 19 de cada 20 españoles siguen en riesgo epidemiológico", asegura. Por lo que, como dijo el ministro de Sanidad, Salvador Illa, este jueves, la lucha debe seguir protagonizada por la prevención, la distancia social, la detección rápida de nuevos casos, el desarrollo de medicamentos retrovirales y la gran esperanza, el descubrimiento de una vacuna efectiva.

No nos queda otra, afirma Jiménez: la condición de pandemia del covid-19 lo convertirá, con toda probabilidad, en un virus "estacionario" que conviva con nosotros y que no podamos erradicar del todo hasta que no fomentemos la inmunidad de manera artificial con la vacuna. Y algunos avances con nuevas técnicas son esperanzadores, pero no hay nada claro todavía. En este escenario, la inmunidad de grupo podría tener su utilidad en poblaciones aisladas donde el coronavirus ha impactado con fuerza pero a donde podría no llegar la vacuna: por ejemplo, en países subdesarrollados con sistemas sanitarios deficientes.

Si seguimos el plan establecido, de medidas de control, prevención y rastreo de nuevos casos, Mendioroz opina que a muy largo plazo "podríamos llegar" a disfrutar de la inmunidad de rebaño para toda la población en general o en grupos amplios, pero en unos cuantos años. Porque con los datos actuales, necesitamos doce brotes como los que sufrió la Comunidad de Madrid para alcanzar el 60%. Y, evidentemente, nadie desea que la población madrileña pase por el infierno vivido hace unas semanas. Así que, para mantener las capacidades del sistema sanitario, hay que reducir la capacidad contagiosa del virus, lo que alargaría en el tiempo la generación de anticuerpos. 

Dudas y esperanzas sobre la inmunidad

En este escenario cobra mucha importancia lo que sabemos y lo que no sabemos del SARS-Cov-2 con respecto a la inmunidad que genera su primer paso por el cuerpo humano. Por ahora, los estudios permiten ser moderadamente optimistas, como recordó Simón este jueves: dura, como mínimo, varios meses. Y, además, el nuevo coronavirus parece bastante estable y muta menos que alguno de sus primos responsables de la gripeprimos, que obligan al sistema sanitario a idear una vacuna nueva cada invierno. Pero si queremos conseguir una inmunidad de grupo, necesitamos que los anticuerpos sigan siendo válidos durante mucho tiempo: si no, los primeros enfermos de covid-19 podrían volver a recaer al tiempo, y tendríamos que volver a empezar.

"Es posible que cuando lleguemos a la inmunidad grupal, los del principio vuelvan a ser susceptibles", reconoce Mendioroz. Sin embargo, no se descarta todo lo contrario: que estos primeros afectados sean cada vez más fuertes. "Las distintas exposiciones al virus pueden ir reforzando dicha inmunidad". La llamada memoria inmunológica puede convertirse en un gran aliado. Lo explica Jiménez: "Sufres el cuadro agudo la primera vez, con síntomas más o menos fuertes, pero generas una memoria inmunitaria. Y cuando el coronavirus vuelve a aparecer en tu cuerpo no es que te infecte, te intenta infectar, pero ya le conoces y esas células de memoria empiezan a proliferar". Y así, los primeros enfermos no solo no vuelven a caer, sino que se convierten en invulnerables. Pero, como muchos otros aspectos del agente infeccioso, aún no ha pasado suficiente tiempo como para asegurar con certeza que este fenómeno está teniendo lugar de manera generalizada. 

La tasa de mortalidad: aún es pronto

Si contamos con una estimación de cuántas personas han contraído el covid-19 gracias a la encuesta serológica, y un conteo oficial de fallecidos de las distintas comunidades autónomas, con un sencillo cálculo porcentual se puede estimar también la tasa de mortalidad: cuántas personas que sufren la enfermedad terminan perdiendo la vida. Este artículo de El País advierte de que se registra una letalidad del 1%, mayor que la detectada en otros países. Influyen factores como el envejecimiento de la población, la capacidad de los sistemas sanitarios, la estructura de las familias o las decisiones políticas. Sin embargo, Jiménez cree que aún es pronto para sacar conclusiones. "Hay que afinar mucho los estudios de seroprevalencia. Es muy pronto, tanto en España como en otros países, que pueden estar calculando de manera distinta los datos".

La mortalidad es, parece claro ahora, mucho más alta que la de la gripe común, en torno a un 0,15%. "Pero podría ser peor", se consuela el microbiólogo: otros coronavirus parecidos, como el que provoca el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS, siglas en inglés) tienen una mortalidad mucho más alta, aunque no se transmiten tan fácilmente. La ironía es que al SARS-CoV-2 no le interesa matar rápido: su gran poder pandémico está, precisamente, en los asintomáticos que pueden convertirse en supercontagiadores

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