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Donaciones de todo el país llegan a la zona cero en un clima de rabia incontrolable

Centro de voluntarios improvisado en Alfafar, en lo que hasta ahora era el local de ensayo de la orquesta local.

La protesta insólita que dejó este domingo la visita de los reyes y los presidentes del Gobierno y el Consell a Valencia contrasta con el trabajo incansable de las redes de vecinos y voluntarios que asisten a los afectados. Cinco días después de la tormenta, más de una veintena de municipios afectados por la dana se sienten abandonados por la Diputación, la Generalitat y el Estado, y el estallido social sobre unas calles embarradas lanzó un mensaje a la política no visto hasta ahora. Mientras tanto, a pocos kilómetros de ese incidente, decenas de valencianos se coordinaban para entregar los víveres que llegan en camiones de todo España y que son el único sustento de miles de personas.

Lo que antes era un centro cultural de Alfafar, un pueblo a dos kilómetros al sur de Valencia, ahora es un centro de salud, un comedor social y un centro de reparto de ropa. "Llegan continuamente en camiones, furgonetas, carros de la compra, cada uno lo trae como puede. Y viene de todas partes. Zaragoza, Madrid, Barcelona… ayer estuvimos hasta las nueve de la noche esperando repartos", cuenta María Jesús Romero, concejala de Alfafar y una de las coordinadoras del centro.

En una sala, decenas de voluntarios organizan cajas de potitos, leche, bocadillos o pañales. En la zona contigua, médicos, enfermeros y farmacéuticos han improvisado un centro de salud en miniatura. Y en la planta de arriba, la que era la sala de conciertos de la Agrupación Musical Orba de Alfafar, ahora tiene cientos de prendas separadas por tallas. Fuera, una fila de vecinos pregunta por botas, medicamentos, mascarillas, comida y agua. Algunos han recuperado la luz gracias a grupos electrógenos, pero otros llevan a oscuras desde la noche del martes y no han podido ni cambiarse el calzado.

Esto es una mentira, vienen aquí a hacerse la foto y la policía colapsa las calles cuando nos han tenido abandonados desde el martes

Un poco más al norte, en el barrio de La Torre (València, ciudad) también se amontonan 200 voluntarios en la Parroquia Nuestra Señora de Gracia, donde entregan víveres que llegan desde el Estadio de Mestalla, el centro logístico que coordina las donaciones de todo el país. Arnau Benlloc, portavoz de este equipo de trabajo, subraya cuáles son las necesidades en este momento: sal, azúcar, arroz, zumos, tomate frito, briks de caldo, cremas de verduras y bollería. En la zona son imprescindibles mantas y botas de agua.

Como estos, hay otros tantos campamentos improvisados en la zona que en este momento son el único apoyo permanente y garantizado que tienen estos pueblos. Los vecinos se sienten completamente abandonados, y la visita del Felipe VI, Pedro Sánchez y Carlos Mazón ha sido interpretada como una frivolidad. "Esto es una mentira, vienen aquí a hacerse la foto y la policía colapsa las calles cuando nos han tenido abandonados desde el martes", dijo una vecina, que estalló en cólera cuando una caravana de furgonetas de la Policía Nacional atascaba a primera hora del domingo una de las avenidas de Sedaví, y complicaba el acceso a los tractores de los voluntarios que acudían a ayudar. En una rotonda cercana, otro joven se enfrentó a un grupo de agentes de la Policía Nacional porque no le dejaban acceder en moto a la zona afectada, pese a que llevaba con dos bombas para achicar agua. "Es una vergüenza, vengo con una mochila de cien kilos y me hacen darme la vuelta", dijo a infoLibre.

Lo he perdido todo", dice mientras señala una pila de escombros a través de la ventana. "Todo lo que hay en la calle es mío

Teresa Chisbert — Vecina de Sedaví

El enfado con la organización de los efectivos y el abandono político de las zonas devastadas es compartido por muchos de los valencianos que este domingo estaban trabajabando para despejar las calles, aunque también reconocen que la situación de desamparo ya no es tan fuerte como en los primeros días. En las principales avenidas de estos pueblos es ahora constante el tránsito de camiones de bomberos y efectivos militares, y su trabajo es ahora indispensable para achicar agua de subterráneos inundados, donde se espera que haya cuerpos sin vida de personas que quedaron atrapadas por los coches. Hasta el momento ya se cuentan 214 víctimas por la escorrentía: 211 en Valencia, tres en Castilla-La Mancha y una en Andalucía.

Un escenario de guerra

La zona cero de las riadas de Valencia está formada por casas y pisos de dos o tres plantas, lo que ha agravado enormemente el desastre. Quienes viven a ras de calle han perdido literalmente todo lo que tenían en casa, y en las paredes queda todavía una marca de barro de más de un metro de altura que recuerda hasta dónde llegó el agua. Es el testimonio que cuenta Teresa Chisbert, de 62 años, que vive a apenas un kilómetro al sur de Valencia. El torrente de agua reventó el portón de su patio y arrampló con la planta baja de su casa. Duerme en casa de su vecino porque ella y su hijo se han quedado sin cama, y hasta el alicatado de las paredes se ha venido abajo. "Lo he perdido todo", dice mientras señala una pila de escombros a través de la ventana. "Todo lo que hay en la calle es mío".

Muchas de estas casas bajas tienen también garajes subterráneos que todavía permanecen anegados porque no hay bombas suficientes en el barrio, por mucho que empresas de fontanería estén trayendo de fuera. Esta agua estancada es también un caldo perfecto para la proliferación de infecciones, y los epidemiólogos llevan días avisando que cualquier persona que contacte con el barro debe llevar botas, guantes, mascarilla y gafas protectoras, pero por desgracia es raro ver a los vecinos equipados. Lo más común son las mascarillas, pero los guantes se rompen con facilidad al manipular los muebles o las escobas, y las botas están completamente agotadas, todo el mundo necesita unas.

Las ambulancias no pueden llegar a las casas

Pese a la falta de protección, por ahora no se están reportando casos notables de infecciones. Unai García, técnico sanitario de DYA Cantabria, un equipo médico especializado en rescates, explica que ahora mismo lo que más están atendiendo son contusiones y heridas que se hacen los voluntarios trabajando, y a personas mayores que tienen una medicación delicada que han dejado de recibir porque no pueden salir de casa. 

Tenemos casos de avisos que nos quedamos a 50 metros del paciente, estamos al lado, pero no podemos acceder porque hay una torre de coches en mitad de la carretera

Unai García — Técnico de emergencias
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En su caso, cuentan con una ambulancia todoterreno que puede llegar mucho más lejos que las ambulancias tradicionales, pero reconoce que aun así es imposible atender algunas de las llamadas. "Tenemos casos de avisos que nos quedamos a 50 metros del paciente, estamos al lado, pero no podemos acceder porque hay una torre de coches en mitad de la carretera. Es verdad que los tiempos de respuesta en esta crisis están siendo muy largos, pero es que no podemos llegar", reconoce García.

Las redes de ayuda voluntaria van mucho más allá. Han sido imprescindibles para sacar escombros de viviendas, para romper puertas y rescatar a atrapados, para cobijar a quien se ha quedado sin casa o para remolcar coches que cortan las calles. Todas las grúas y excavadoras que trabajan ahora mismo en estas calles son de empresas de todos los puntos de España que han venido a ayudar.

Uno de los conductores es Raúl Caballer, un chico de 19 años que ha venido desde Sant Sadurní d'Anoia (Cataluña), porque vio en Tiktok lo que estaba ocurriendo. "Cogí el camión el viernes por la noche y me vine sin pensarlo. Le dije a mi jefe que el camión está en el taller", dice entre risas. "Mis colegas dicen que estoy zumbado por venirme con un camión que tiene 33 años, pero es un toro, aquí lo tengo sacando coches de dos en dos". Como él, este domingo había cientos de chicos y chicas con palas y escobas sacando barro.

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