Crisis del coronavirus

Erasmus+ frente al covid-19: la vacuna contra la xenofobia y el euroescepticismo que agita la ultraderecha

Estudiantes erasmus en la Universidad Complutense.

La crisis del coronavirus ha supuesto para la mayoría de la población un antes y un después en sus vidas. Fernando Simón, director del CCAES, lo recuerda siempre que puede en sus intervenciones en el Ministerio de Sanidad: “No estamos en la normalidad, estamos en la nueva normalidad, en la normalidad diferente”. Y es que aprender a convivir con el covid-19 se plantea como algo necesario, por lo menos hasta que haya una vacuna disponible.

Sin embargo el impacto del virus y sus efectos en la movilidad internacional han generado una gran incertidumbre en uno de los proyectos estrella de la Unión Europea: el plan Erasmus+. El desplazamiento e intercambio cultural entre alumnos de diferentes países ha sido exhibido desde sus 33 años de historia como uno de los mayores éxitos de cohesión europea. Sin embargo, este año todo es diferente. Las restricciones en el movimiento plantean un futuro incierto en el programa educativo, que tuvo que adaptarse rápidamente a las circunstancias durante el pico de la pandemia. Vuelos cancelados, docencia online, y las dudas sobre la beca marcaron uno de los periodos vitales para muchos universitarios. La coordinación era clave para poder gestionar el regreso de las decenas de miles de estudiantes que participan cada año en este programa.

Un intercambio clave ante el auge nacionalista, xenófobo y euroescéptico de la extrema derecha dentro de la Unión, y que seguramente empleará la crisis económica generada por el covid-19 como arma ofensiva contra el proyecto europeo. Juan Rayon, presidente de Erasmus Student Network (ESN) España –organización europea de estudiantes centrada en los programas de movilidad– destaca el valor del Erasmus+ contra el racismo: “Una manera muy buena de luchar contra eso es traer estudiantes que se integran en la comunidad local y que fácilmente pueden ayudar a abrir las mentes de sus compañeros y de la gente de sus barrios. Es muy difícil entender el valor de la diversidad si no yo estoy en contacto con la diversidad”.

Alfredo Súarez, estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), eligió Perugia, Italia, como destino para su Erasmus+. Tras el cierre de las universidades italianas decretado por Giuseppe Conte el 4 de marzo, Súarez se encontraba en España para una breve estancia del 5 al 10 de marzo, momento en que Pedro Sánchez anunció el cierre de los vuelos a Italia, epicentro europeo del covid-19 por aquellas fechas. “Al principio tuve mucho desconcierto porque era un poco lío, sobre todo desde Italia, ya que no recibimos mucha información de lo que teníamos que hacer ni de lo que pasaba”, comenta a infoLibre. “Ni ellos ni la URJC sabían muy bien el número de gente que estábamos allí o no”.

En ese momento el Ministerio de Interior comienza a ofrecer información a los estudiantes e inicia los trámites para repatriar a los alumnos que así lo necesitaran, aunque algunos decidieron volver por su cuenta sorteando el bloqueo. “Mis compañeros de piso tenían un viaje planeado a Polonia y lo utilizaron como escala para ir a Barcelona”, relata Suárez. El resto de la docencia continuó de forma telemática, pero el cambio fue “desconcertante”. “Yo tenía el año entero firmado y se quedó en seis meses. Me seguía examinando en italiano, mentalmente seguía en Italia, pero estaba aquí. No sabía dónde me encontraba”, incide.

Juan Rayon analiza la situación a la que se tuvieron que enfrentar los alumnos durante el estallido de la epidemia en Europa. “Al colectivo le pilla todo esto fuera de su país, sin directrices claras porque es una población particular, no son ni turistas ni habitantes permanentes”, argumenta. “Por lo que el gobierno no da siempre instrucciones claras de lo que tienen que hacer. En general ha sido bastante accidentado y ha habido mucha confusión”.

"Lo viví y lo recuerdo como si fuera un segundo Erasmus. Nada era igual"

Andrea López, durante su estancia en Inglaterra.

Pero encontramos universitarios que, pese a las circunstancias, decidieron permanecer en sus lugares de destino. Alumnos como Andrea López, estudiante de Traducción e interpretación en la Universidad de Alcalá, que decidió mantener su estancia de un año en la Universidad de Leeds, Inglaterra, pese a que sus compañeros decidieron regresar a sus respectivos países de origen. “Yo lo viví y lo recuerdo como si fuera un segundo Erasmus, aunque no tenga mucho sentido”, confiesa a infoLibre. “Fue, por lo que recuerdo, como una etapa diferente a la primera de septiembre a marzo. Nos quedamos muy poca gente, la universidad estaba cerrada y todo era online, mientras que la ciudad estaba un poco vacía. Nada era igual”.

Sin embargo, las restricciones de movilidad decretadas por el gobierno de Boris Johnson eran más relajadas que las de España. “Allí podíamos salir durante toda la cuarentena una hora al día para pasear o correr, así que no sentí el agobio por estar encerrada y lo llevé bastante bien”, relata. “Sé que si me hubiera vuelto lo hubiera llevado mucho peor, porque vivo con mi madre en un piso minúsculo sin balcón ni nada. Además todo ocurría con uno o dos meses de retraso respecto a España, por lo que yo lo veía todo ocurrir dos veces”.

En cuanto a la docencia, para Andrea esta continuó de forma telemática sin inconvenientes. “La universidad de Leeds se organizó genial para las clases online y los exámenes” analiza. A esto le sumamos que veía a mis amigas algunos días para pasear –respetando la distancia de seguridad–, y eso lo hizo mucho más ameno”.

Pero otros estudiantes se vieron forzados a regresar ante las medidas sanitarias establecidas por los países de la Unión Europea, como es el caso de Sara Chahed Gris, estudiante de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, que decidió regresar de su estancia en la Universidad de Lieja, Bélgica, ante el establecimiento de la cuarentena. “Al principio se me vino el mundo encima porque estaba en el clímax de mi Erasmus, el que tenía que ser ‘el mejor año de mi vida’”, confiesa a infoLibre. “De un día para otro el gobierno comunicó que suspenderían las clases durante 6 semanas… y la gente empezó a marcharse y a acortar la movilidad. Era inevitable que ya no volvería ser lo mismo, así que al final decidí volver y quedarme con las experiencias que viví”.

En el apartado académico, Sara también tuvo una satisfactoria adaptación online, al igual que Andrea. Una situación que dista con la vivida por sus compañeros en España. “Los profesores fueron bastante atentos y comprensivos, cosa que, por las experiencias que mis compañeros que nos fueron de Erasmus me contaban, no fue igual aquí en mi facultad de España”, relata. “Mi escuela fue bastante flexible y nos permitió adaptarnos a las circunstancias”.

Una experiencia similar a la de Giulia Serenato, estudiante de la Universidad de Alcalá (UAH), que pasó el confinamiento en Reino Unido durante su estancia en la Universidad de East Anglia (UEA). “Ibamos por etapas, se podía establecer paralelismos entre lo que pasaba en Italia, España y Reino Unido”, comenta a infoLibre. “Se repetían de forma muy similar y aprovechamos esa, llamemos ventaja, para estar preparadas”.

Esa previsión fue esencial ante la escasez de suministros en las tiendas. “Ir al supermercado era como vivir un capítulo de The Walking Dead, con gente haciendo cola para entrar desde una hora antes del horario de apertura. Todo se agotaba”. Un momento de caos en el que la respuesta de las instituciones académicas era esencial. "Todos hicimos lo lógico, preguntar a nuestros profesores, a nuestros coordinadores y ver qué podíamos hacer. ¿El problema? Que ni ellos mismos sabían qué hacer. Había un silencio bastante frustrante por parte de todo el mundo”.

Ante este panorama, Giulia lo tuvo claro: decidió no volver a Madrid. “Cuando finalmente decidieron que se cancelaba cualquier actividad presencial, muchos de mis compañeros volvieron corriendo a España sin dudarlo. Pero, ¿por qué me iba a poner en un riesgo innecesario, cogiendo un avión, para volver al epicentro de la enfermedad en España? Madrid tenía uno de los mayores números de contagios, y ya viviendo cerca del Ifema y de la morgue improvisada en el Palacio de Hielo, me parecía meterme en la boca del lobo sin razón de peso”, confiesa la estudiante.

“Otro de los motivos también fue por comodidad”, apunta Serenato. “Vivía en una casa de dos pisos con jardín en Norwich, Inglaterra, mientras que en Madrid vivo en un piso sin terraza”. La ciudad del condado de Norfolk, en Inglaterra, se planteaba como una localización segura donde pasar la cuarentena. “Norwich es una ciudad relativamente pequeña y universitaria. Frente al éxodo de los universitarios, que en su mayoría no viven en la ciudad, y teniendo en cuenta que todo el mundo más o menos se conoce en la ciudad, consideré que el riesgo era mucho menor al quedarme que al irme”, apunta la universitaria.

Giulia abandona su residencia en Reino Unido para volver a España.

Pero el aislamiento social no fue fácil de sobrellevar. “No ha sido fácil estar en esos momentos de incertidumbre sola, lejos de la familia". Sin embargo, destaca que "ese periodo ha sido uno de los momentos de mayor enriquecimiento personal durante mi Erasmus”.

Finalmente, ante el endurecimiento de las medidas en Reino Unido, Giulia recuerda su accidentada vuelta a casa. “Tuve cuatro vuelos cancelados y no tenía forma de llegar a Londres –para ir al aeropuerto– en transporte público. Hasta algunos profesores o compañeros se ofrecieron a hacer las cuatro horas de trayecto para llevarme sin pedir nada a cambio”. Unas dificultades que retrasaron el regreso a su hogar. “Decidí quedarme aún más días, viendo que la situación en España ya estaba más controlada. Cuando finalmente abrió el espacio aéreo, pude volver”, relata.

En cuanto a la docencia, Giulia destaca el importante “apoyo” que fueron sus profesores, tanto los de la universidad de destino como de la Universidad de Alcalá de Henares. “Nos enviaban correos preguntando cómo nos encontrábamos, si necesitábamos ayuda para algo, pidiendo opinión sobre sus clases online, ofreciendo más tiempo para entregar los trabajos o realizar los exámenes. De hecho, incluso se cambiaron algunas ponderaciones para que no nos viéramos afectados negativamente”.

“Si no hubiera tenido el apoyo de mis profesores tanto de la UEA como de la UAH, que fueron realmente los que se aseguraban de que nos llegaba información directa, práctica y rápida, lo hubiera pasado mucho peor, porque desde los cuerpos oficiales de ambas universidades los correos llegaban ‘a destiempo’”, apunta la estudiante. “Es comprensible que tarde su tiempo en decidir y analizar la situación, pero algo más de apoyo y cercanía en esos tiempos inciertos no hubieran venido mal”.

Pese a que su movilidad se vio interrumpida, Giulia valora positivamente su estancia de los meses de septiembre a febrero, si bien la vuelta tan precipitada supuso una experiencia “agridulce”. “El tener que haber vuelto con prisas y corriendo de esa forma, sin despedirme de nadie, sin poder finalizar mi Erasmus de una forma ‘normal’ hace con que la experiencia sea más bien agridulce. Como si no hubiera terminado bien, o como si me hubieran quitado una oportunidad”, concluye. “Me da mucha pena por las personas que optaron por realizar su movilidad durante ese cuatrimestre, ya que al final estuvieron apenas un mes en el destino. Dentro de lo malo, yo tuve mi experiencia Erasmus”.

Mientras que al comienzo de la pandemia las cancelaciones de Erasmus+ rondaban el 23%, según recoge ESN en un estudio realizado entre el 19 y el 30 de marzo, ese porcentaje se elevó al 60% en el mes mayo debido al endurecimiento de las restricciones a la movilidad decretadas en el conjunto de países europeos, apunta Mariya Gabriel, comisaria europea de Innovación, Investigación, Cultura, Educación y Juventud. Además, el 40% restante continuaron sus estudios de forma online, según recoge EducaWeb. Sin embargo, el director del ESN señala que no será hasta el año que viene cuando se podrá realizar una radiografía exacta del impacto, a través del número exacto de cancelaciones.

Acorde a la organización, la preocupación por la situación generó ansiedad a alrededor del 30% de los estudiantes españoles en el extranjero –a lo que hay que sumar el casi nulo apoyo psicológico de las universidades–, mientras que el 17% creía que tendría que devolver la beca –diez puntos más que la media europea– y un 64,6% aún no sabían lo que iba a suceder con sus ayudas. Finalmente la Comisión Europea decidió aplicar como norma general la cláusula de fuerza mayor para que los becados no tuvieran que devolver la cuantía. Los estudiantes “pudieron reclamar a las universidades los gastos extraordinarios, como por ejemplo el pago del piso o la fianza”, apunta el director, “hasta un máximo de lo que te cubre la beca, que es muy poco”, matiza.

Ante la crisis, la pregunta esencial estaba en el aire: ¿Cuál iba a ser el futuro del plan Erasmus+ para el siguiente curso académico?

Durante el mes de marzo la Comisión Europea ya empezó a esbozar las medidas necesarias para dar continuidad al siguiente año, y realizó una encuesta entre las instituciones universitarias acerca del impacto del coronavirus en el programa. “A finales de curso se empieza a plantear que va a pasar con el Erasmus el curso que viene”, relata el director. Entre las principales conclusiones del estudio, remarca el hecho de que el covid-19 había acelerado la transformación digital en la educación superior, y recuerda a las instituciones la necesidad de establecer una mayor cooperación entre universidades. Entre las encuestas, los centros de estudios valoraban la movilidad del estudiantado como el aspecto más afectado por la crisis, seguida de la movilidad del personal, así como la implementación de la educación a distancia como la principal respuesta.

Finalmente las dudas son despejadas el 29 de mayo, momento en el que la Comisión Europea resolvía la principal incógnita ante las restricciones de movimiento en el continente: Erasmus+ seguía adelante, pero prescindiendo en la medida de lo posible la movilidad física de los estudiantes. De este modo la institución propone unas medidas de flexibilidad basadas en la docencia online y las movilidades combinadas –denominadas blended mobilities–, que combinan el desplazamiento físico con el aula virtual.

“La intención era seguir con el programa con las adaptaciones necesarias. Se iba a dar la flexibilidad para adaptar la docencia, incluso a través de la docencia online o bimodal en el lugar de destino”, apunta Rayon.

Erasmus+ sigue adelante

Ante estas conclusiones, el 17 de junio el Ministerio de Universidades, junto al Servicio Español para la Internalización de la Educación (SEPIE), lanzaba unas instrucciones en consonancia con las directrices europeas sobre las medidas específicas en el programa Erasmus+ a raíz de la pandemia. De este modo se prioriza en un primer momento la asistencia virtual, para en un futuro favorecer un periodo de movilidad física, que puede reducirse o cancelarse en caso de que las circunstancias lo requieran. Así mismo se permiten períodos de interrupción entre la movilidad virtual y física, siempre y cuando la actividad tenga lugar durante la duración del proyecto.

Unas medidas en las que incide la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, que en un análisis de la movilidad sobre la situación en el curso 2020/2021, establece tres escenarios diferentes de la pandemia, y las directrices a tomar en cada uno de ellos. En el caso más probable, donde las autoridades sanitarias decretan un aislamiento selectivo y ciertas restricciones en los viajes, apuestan también por soluciones mixtas de docencia online y presencial.

En cuanto a las becas del programa Erasmus+, estas varían según la mencionada movilidad. Durante la asistencia online el estudiante sólo recibirá la cantidad que le corresponde de apoyo organizativo, mientras que no recibirá la cuantía correspondiente al apoyo individual hasta que inicie la movilidad física, independientemente de que luego en el país de acogida siga la actividad de forma presencial, mixta o virtual. Sin embargo, la Comisión Europea incide en que, en cualquier caso, no se cubrirán los gastos de viaje y el alojamiento que no se hayan producido, “a menos que se invoque algún caso de fuerza mayor justificado”. “Las becas continúan, siempre que se produzca un periodo de movilidad física de un mínimo de tres meses, independientemente de cómo sean luego las clases”, apunta el director.

Del mismo modo, para reforzar la docencia online, los participantes pueden cubrir los costes relacionados con el equipamiento necesario –adquisición de equipos y contratación de servicios necesarios–, aunque en un principio no se asignaran estos fondos a los costes excepcionales. En este aspecto se cubrirá un máximo del 75% dentro de esta partida, para la cual se pueden transferir un máximo del 10% de los fondos de cualquier categoría de los costes unitarios a los costes excepcionales, sin necesidad de aprobación previa.

Respecto a los proyectos, estos se podrán prorrogar durante un periodo de 12 meses por encima del periodo original, si bien se prioriza la realización de actividades de manera virtual en los casos en los que no sea viable ampliar este plazo. Además se permite una mayor flexibilización presupuestaria para que los fondos destinados a las actividades inicialmente presenciales se puedan destinar a otras partidas.

De este modo la Comisión Europea sigue apostando por la movilidad, aunque la docencia posteriormente pueda ser no presencial. “Es verdad que la experiencia Erasmus es mucho más que únicamente ir a clases físicas”, comenta Rayon. “La práctica de otro idioma, conocer a gente de otros países, meterse en la cultura local… todo esto muy importante”. Sin embargo el director incide en la importancia de las clases presenciales como espacio de socialización del alumnado. “Para que no se vea perjudicado el aprendizaje de los estudiantes, es importante que las universidades den alternativas a nivel de aprendizaje formal y no formal –aquellas que se den fuera del aula y que permitan un contacto con la comunidad–, que aseguren que los estudiantes no solo estén en el país de destino, sino que también tengan una interacción directa con el país de acogida”.

Sara Chahed Gris durante su estancia en Bélgica.

“Viene un curso de incertidumbre”“Viene un curso de incertidumbre

Pese a estas medidas, muchas universidades han decidido anular o posponer la movilidad al segundo cuatrimestre, mientras que gran parte del estudiantado ha decidido rechazar su beca ante la situación de incertidumbre. “Muchas universidades han visto una reducción del número de estudiantes que van a venir o se van a ir”, analiza el director, que incide en que gran parte de los alumnos han decidido retrasar su desplazamiento confiando en que la situación de la pandemia mejore en esas fechas.

Sin embargo, hay alumnos como Pedro Igoa, estudiante del doble grado en Filosofía y Música en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) que ha decidido continuar con su movilidad en el segundo cuatrimestre. “Yo en ningún momento me he planteado dejar de hacer el Erasmus+, simplemente me he mantenido a la espera”, comenta el estudiante, que ha seguido con los trámites burocráticos “como si el Erasmus fuese a seguir de manera normal”, aunque “teniendo siempre en cuenta que en determinado momento pueden cancelarlo todo”. “Como me voy el segundo cuatrimestre quizás tengo más margen, porque los del primero están todos muy a la espera de ver qué pasa con los rebrotes”, relata a infoLibre.

También se muestra optimista Samuel Rodríguez, estudiante de la Universidad de Granada (UGR), que el próximo año académico realizara una movilidad a Estambul, aunque surgen las dudas sobre posibles limitaciones en la movilidad. “Me preocupa que cierren fronteras antes de irme o incluso para volver, pero es un riesgo que tendré que asumir”, comenta. “Me veo bastante optimista frente a esta nueva situación. Creo que no habrá un confinamiento tan restrictivo como el que ya ha habido”.

En cuanto a la docencia, aunque aún no sabe definitivamente como esta va a tener lugar, apuesta por un modelo semipresencial, del mismo modo que el que ha cursado en los últimos meses del curso anterior. “La situación no creo que afecte mucho a mi estancia, simplemente supongo que la situación será muy parecida a la de Granada, las clases seguro que sean semipresenciales”.

En caso de un confinamiento en Estambul, Samuel lo tiene claro: “me da igual estar en Granada que en Estambul. Soy de un pueblo de Cádiz y estoy fuera de casa sí o sí”.

En el ámbito nacional, el impacto que han tenido las cancelaciones en nuestro país no es menor. Situados a la cabeza de los lugares de destino del plan Erasmus+, España se mantiene como el más solicitado por los estudiantes, registrando 51.321 alumnos en el curso 2017/2018, según informa el SEPIE.

En cuanto a las universidades, la que más estudiantes recibe es Granada, que registró 2.329 Erasmus en 2014, seguida de la de Valencia y la Complutense de Madrid. Sin embargo, las cifras varían de forma drástica para el siguiente curso. La Universidad de Granada apenas registra 900 estudiantes extranjeros, mientras que los Erasmus de salida se reducen a 1.200, un decrecimiento del 45%. La Complutense y la Universidad de Valencia tampoco se quedan atrás, con un descenso del 22% y un 15% respectivamente, según recoge El País.

Cifras que, con el cierre de las universidades en agosto, aún pueden experimentar un mayor descenso en septiembre, en consecuencia del repunte que está experimentando Europa en las últimas semanas.

¿Será posible seguir yendo de Erasmus a Cambridge? Sí, pero se llamará de otra manera y será más caro

¿Será posible seguir yendo de Erasmus a Cambridge? Sí, pero se llamará de otra manera y será más caro

Las principales dudas que tienen los alumnos giran alrededor del estado específico de la situación en cada ciudad y el tipo de docencia que van a recibir, así como las garantías en caso de que se vuelva a decretar un confinamiento. “Viene un curso de incertidumbre, en donde lo más importante va a ser que las partes implicadas tengamos un diálogo continuo”, argumenta Rayon. “Estamos conectados con los estudiantes, escuchamos sus preocupaciones, y si tenemos una interlocución más directa con las instituciones y las universidades es más fácil que se dé respuesta a sus necesidades”.

Pese a las malas cifras y la inestable situación –el 14 de agosto Alemania decretaba a la totalidad del territorio español como zona de riesgo–, el director se muestra optimista respecto al siguiente curso, y se centra en el número de estudiantes que finalmente han decidido continuar con su movilidad. “Incluso aunque viniesen el 50% de los estudiantes del año pasado, estamos hablando de 25.000 alumnos. Son muchísimos”.

Finalmente Rayon incide en la importancia del programa “en un momento de crisis económica, donde va a ser importante relanzar nuestras economías”. “No podemos dejar de lado la movilidad. Sobre todo cuando otras industrias como el turismo se intentan relanzar. Si la gente se puede mover, hay que tener esa seguridad de un Erasmus puede tener todas las garantías”, concluye.

Más sobre este tema
stats