'El futuro se llama incertidumbre'

Edgar Morin

La humanidad amenazada ha sido editado por Daniel Innerarity, catedrático de filosofía política y social, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y coorganizador del Primer Coloquio Internacional de Primavera de la UNAM; y Eduardo Robledo, profesor de Derecho, director del Programa Universitario de Gobierno (PUGOB), y coordinador del Primer Coloquio Internacional de primavera de la UNAM; y coordinado por Cristina Monge, politóloga y doctora por la Universidad de Zaragoza y columnista en infoLibre.

El libro recoge las reflexiones de 38 especialistas sobre el futuro de la humanidad. Los desafíos de la crisis climática, los retos que plantea la desigualdad en todo el mundo, así como las posibilidades que tienen las democracias de asumir este contexto y fortalecerse son algunos de los temas que se repasan a lo largo de los textos.

infoLibre publica 'El futuro se llama incertidumbre', el prólogo del filósofo y sociólogo francés Edgar Morin. La humanidad amenazada está editado por Gedisa Editorial y llega a las librerías este jueves, 15 de febrero.

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El futuro se llama incertidumbre: incertidumbre porque no sabemos qué va a llegar. En la actualidad, hay varias hipótesis, varias tendencias. Una tendencia muy fuerte es aquella que podemos considerar desastrosa o catastrófica. Es la que emergió al inicio de este siglo o a la finalización del anterior, con un tipo de mundialización del poder absoluto del aprovechamiento sin fin del planeta, con la crisis universal de la democracia en el mundo, la regresión política y la posibilidad de la sociedad de sumisión total, como es el caso de China, un ejemplo maravilloso del control numérico de las poblaciones.

En medio de esta tendencia regresiva, llegaron además la crisis de la pandemia y la enorme crisis de la biosfera del planeta, cuya situación no ha dejado de agravarse. Añadamos la guerra de Ucrania con todas las consecuencias económicas actuales y con las consecuencias potenciales de desintegración, de generalización, de mundialización del conflicto. Esta es la situación y, actualmente, los rasgos regresivos me parecen dominantes. Los hechos positivos son muy pequeños y parciales.

Por el contrario, la perspectiva de un buen desarrollo de la técnica de la ciencia supone lo siguiente: si no hay una conciencia planetaria del destino común de la humanidad, no podemos avanzar hacia una sociedad mejor.

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La otra opción es resistir; resistir contra las barbaries que hoy día se hacen cada vez más potentes. La vieja barbarie del odio, del desprecio, de la tortura, que continúa en diversos países, en la guerra de Ucrania; esta vieja barbarie se actualiza de nuevo, es un nuevo peligro. Pero esta barbarie está ligada con la barbarie fría, helada, del modo de pensar; con el cálculo, con la economía, que ve únicamente lo cuantitativo, no la humanidad de las gentes, de los hombres y de las mujeres.

Promovamos, en esta situación, vigilancia, lucidez, resistencia. Podemos llegar a acontecimientos inesperados —como sucedió en el pasado—, a acontecimientos positivos. Si alcanzamos dichos acontecimientos, debemos impulsar el desarrollo de lo mejor que exista en ellos.

Por tanto, no debemos desesperar. No hay un destino inevitable. Hay probabilidades muy fuertes, muy feas, es verdad. Pero no es una fatalidad, algo que vaya a ocurrir se haga lo que se haga. Contamos con la resistencia de la mente, la resistencia de la fraternidad, la resistencia del pensamiento. Todas estas formas de resistencia son necesarias, sobre todo, para los intelectuales, para los enseñantes, para todos los que tienen una responsabilidad educativa en los pueblos del mundo, entre las gentes del planeta Tierra.

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