La Galicia del narcotráfico que Feijóo no conocía porque no tenía Internet

Alberto Núñez Feijóo, durante una visita a Fisterra (A Coruña) en agosto de 2012.

“Evidentemente no [sabía que era narco]”. Alberto Núñez Feijóo, el aspirante del PP a la presidencia del Gobierno en las elecciones que se celebran este domingo, volvió a negar, esta vez en una entrevista en el programa Al Rojo Vivo (laSexta), tener conocimiento alguno sobre las actividades ilegales de Marcial Dorado. "En aquel momento no tenía ninguna acusación por ello; ahora es más fácil saber cosas porque hay Internet, porque hay Google", se excusó. "En aquel momento no. Hasta que yo le conocí, este señor no tenía ninguna causa en relación con el narco".

Cuando Feijóo se subió por primera vez al Menkalina, el yate de doce metros de Dorado, el que hasta hacía poco tiempo había sido un funcionario aplicado de la administración autonómica gallega, ya había iniciado una prometedora carrera política en la Xunta de Manuel Fraga. Siempre mecido por la mano de su mentor, José Manuel Romay Beccaría, el mismo que le colocaría después al frente de diferentes responsabilidades en el Gobierno de José María Aznar.

Entonces ya había superado la treintena y estaba lejos de ser un joven desinformado como para no conocer, como todo el mundo en aquella época, el pujante negocio de tráfico de drogas que los contrabandistas gallegos estaban construyendo. Hacía mucho tiempo que toda Galicia sabía lo que estaba pasando con el narcotráfico, que se habían producido las primeras detenciones de los grandes capos del tráfico de drogas y que se sabía de la opulencia de sus grandes fortunas.

Vacaciones a ciegas

En esos años en los que Feijóo no vio nada, no oyó nada y no supo nada mientras compartía fines de semana y viajes de vacaciones con Marcial Dorado, el contrabando de tabaco de los años ochenta había hecho famosa a toda una generación de criminales conocidos por su estilo de vida ostentoso y kitsch. Entre ellos, Manuel Charlín Gama y José Ramón Prado Bugallo, conocido como Sito Miñanco. Pero también Marcial Dorado.

Para entonces, hacía un lustro que el juez Baltasar Garzón había organizado la más famosa investigación contra el narcotráfico de cuantas se han desarrollado en España. La Operación Nécora marcó un punto de inflexión en la lucha contra el narcotráfico en Galicia y, aunque algunos capos lograron evitar la captura, se convirtió en un hito que significó un cambio en la impunidad que habían disfrutado hasta entonces.

Los principales implicados fueron absueltos del delito de tráfico de drogas, pero no del delito fiscal que se les imputó. A Charlín la libertad le duró siete días: lo que tardó Garzón en volver a apresarle por tráfico de cocaína. Ese mismo año, a Sito Miñanco, pionero en traer cocaína desde Colombia, le condenaron a 20 años de cárcel. Oubiña fue cazado años más tarde en la Operación Amanecer por tráfico de hachís. Dorado, en cambio, uno de los acusados, salió absuelto. Pero señalado públicamente por la investigación policial.

Un personaje bien conocido

Todos estos hechos se publicaban en las primeras páginas de los periódicos, se contaban en las emisoras de radio y se daban a conocer en los informativos de televisión sin que Feijóo, según sus propias palabras, fuese capaz de relacionarlos con su amigo.

Y eso que no era la primera vez que el nombre de Marcial Dorado salía en las noticias. Ocurrió 1984, en el marco del sumario 11/84 contra el tabaco de contrabando, una actividad criminal que Dorado nunca negó.

Para entender la relevancia de esta amistad, hay que recordar que Marcial Dorado, que se inició en el negocio pilotando lanchas rápidas en la ría de Arousa y que a finales de los ochenta ya era conocido como amo y señor del tabaco en las Rías Baixas, no es uno más en la constelación de contrabandistas gallegos.

El tabaco le hizo multimillonario y gracias a esta actividad ilegal manejó una de las fortunas más grandes de Galicia.

Millonario

El periodista Nacho Carretero lo reseña en Fariña, su libroreportaje sobre la historia del narcotráfico en Galicia: “Guardaba su dinero en cuentas de Suiza, Portugal y Bahamas. Contaba con varias inmobiliarias y gasolineras. En Portugal tenía una potente empresa vinícola, con una enorme plantación, y en Marruecos invertía en una productora de aceite de oliva. Llegó a gestionar un trust de 28 sociedades españolas y extranjeras. Hasta que el mazo de Hacienda cayó sobre él en el año 2009, Marcial tenía cuatro fincas en Portugal, seis pisos en Galicia, diez locales comerciales en Santiago de Compostela y una fábrica en Vilanova. Tenía también pisos en Ávila, Madrid, León, Sevilla y Málaga”.

Tabaco sí, pero también cocaína. Aunque la justicia no logró probarlo hasta unos años después, en 2009, cuando le condenó a diez años de cárcel y dos multas de 69.610.000 euros por su participación en el intento de introducir en España uno de los alijos de cocaína más importantes de Europa –6.000 kilos aprehendidos a bordo del congelador South Sea—. Existen pruebas judiciales de que cuando le detuvieron por este caso, todavía mantenía conversaciones telefónicas con Feijóo.

El candidato del PP difícilmente puede alegar, tampoco, que las consecuencias de las actividades ilegales del narcotráfico en Galicia fuesen poco conocidas. Como número dos de la Consellería de Sanidade, debía estar al tanto de los estragos que la droga estaba causando, en particular en la comarca de Arousa. Allí las madres contra la droga llevaban años denunciando no solo la impunidad de los clanes gallegos sino también su complicidad con el Partido Popular. Carmen Avendaño, la cara más visible de aquella movilización ciudadana y presidenta de la Asociación-Fundación Érguete, no tenía ninguna duda, ya desde los años ochenta, de a qué se dedicaba Marcial Dorado.

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