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Gómez Bermúdez, el juez del 11M: "Recibíamos mensajes sutiles, como 'cuidado con esto"

Javier Gómez Bermúdez presidió el juicio de los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004, de los que ahora se cumplen 20 años.

15 de febrero de 2007. Faltaba poco menos de un mes para que se cumplieran tres años del mayor atentado yihadista ocurrido en suelo europeo y esa gélida mañana arrancó uno de los juicios más esperados de nuestra historia y, quizás también, uno de los más difíciles de resolver. Quedaban por delante 57 días de sesiones en los que en la sede de la Audiencia Nacional ubicada en la Casa de Campo resonarían las voces de acusados, testigos, víctimas, policías y políticos. Sobre la mesa, la instrucción de hasta 241 tomos que el juez Juan del Olmo elaboró durante 28 largos meses. Al frente de ella, tres magistrados: Fernando García Nicolás, Alfonso Guevara y Javier Gómez Bermúdez, el presidente de la Sala de lo Penal que el 2 de julio, dos meses y medio después de arrancar, dejó el caso visto para sentencia.

Pero sobre esa mesa también había algo más. Los atentados del 11 de marzo de 2004 dejaron 191 personas muertas y otras 1.858 heridas. Y eso pesa a la hora de sentarse a resolver un puzle en el que muchos veían claro dónde iba cada pieza pero muchos otros intentaban de encajar otras que no parecían terminar de encontrar su lugar. "Nunca se dejan a un lado los sentimientos cuando se juzgan unos atentados tan terribles como estos", recuerda ahora Gómez Bermúdez, que recibe a infoLibre otra gélida mañana en su despacho del centro de Madrid. Él, "como cualquier ser humano", inició el proceso con las víctimas muy presentes, pero sin dejar que eso influyera "como un prejuicio frente a los acusados". "No puedes pensar 'esto es muy grave y alguien tiene que pagar'. Lo que hay que hacer es determinar si de esos gravísimos hechos son responsables las personas que están acusadas", razona.

Lo fueron 21 de los 29 que se sentaban en el banquillo. Fue el propio Gómez Bermúdez, de hecho, quien leyó su sentencia el 31 de octubre de ese mismo año. Jamal Zougam y Othman el Gnaoui fueron condenados a 42.922 años como autores materiales de los asesinatos y el exminero José Emilio Suárez Trashorras a 34.715 años como autor por cooperación necesaria. Tan sólo un año después, el Tribunal Supremo corrigió el fallo: condenó también a Antonio Toro. Algo que, echando la vista para atrás, a Gómez Bermúdez le hubiera gustado hacer. "Todavía no sé cómo se nos pasó condenarlo. Supongo que, en plena vorágine, pensé que era muy poco lo que se había probado de él. Pero trajo un detonador y un trozo de cartucho de dinamita, eso era tráfico de explosivos, como dijo el Supremo", reconoce.

El resto del fallo, 13 años después del juicio y dos décadas tras el atentado, lo mantendría como ya lo dejó. "Quizás se podría mejorar en cuestiones formales, pero teníamos mucha presión temporal. Es decir, teníamos que tener la sentencia pronto, si no los presos quedaban en libertad", explica.

Pero esa no fue la única dificultad a la que se enfrentó en este proceso. El contexto en el que arrancó el juicio, ya de por sí, no fue el más sencillo.

ETA, yihadismo y teorías de la conspiración

A las 7:36 y 7:40 de aquella mañana del 11 de marzo, 10 explosiones simultáneas en cuatro trenes de Cercanías en Madrid mataron en el acto a 176 personas en las estaciones de Atocha, El Pozo, Santa Eugenia y la calle Téllez. Al horror y temor inicial siguió una pregunta inevitable: ¿Quién ha cometido esta barbarie? Alrededor de las 13:30 de ese mismo día, el que fuera ministro del Interior, Ángel Acebes, lo atribuyó sin ambages a ETA. "Buscaba una masacre. En cuatro ocasiones las fuerzas de seguridad del estado han conseguido evitarlo, pero desgraciadamente en esta ocasión ETA ha conseguido su objetivo", señaló.

Para entonces, Gómez Bermúdez ya había descartado esa versión. "Sólo pensé que podía ser suya la autoría durante las primeras horas", asegura. Había un antecedente que le indujo a ello, y que coincidía con esas declaraciones del conservador. El 24 de diciembre de 2003 ETA intentó atentar en un tren en la estación de Chamartín, en Madrid, con 50 kilos de dinamita, un caso que también juzgó más tarde. "Si sabes que ETA lo ha intentado, cuando dos meses y medio después ves lo de Atocha piensas: 'Lo han conseguido", recuerda.

Pero todo empezó a cambiar, sitúa más o menos, al mediodía. "En torno a las 12 o 12:30 horas de la mañana", concreta. "Cuando van pasando las horas, la policía te va dando referencias y ya ves que aquello no encaja. Ni con la forma de ejecutar los delitos ni con el modus operandi ni con, ni siquiera, los objetivos", continúa. "A las 15 de la tarde ya había indicios clarísimos de que se trataba de yihadismo, no de ETA", remarca. Para entonces además Arnaldo Otegi había negado la relación de la banda con lo ocurrido y ya se investigaba una furgoneta donde se encontró una cinta con versículos del Corán.

Sin embargo, la versión oficial del Gobierno continuó siendo la misma. Y el día 12, también. Y el 13. "Que sea Al Qaeda no me lo han dicho. Ningún responsable de las fuerzas de seguridad me ha dicho que en estos momentos tengan una línea preferente de investigación respecto a esa organización terrorista", dijo entonces Acebes.

​Y así comenzó la mayor fake news construida en España. Con la participación del propio Gobierno de entonces, cuyo presidente, José María Aznar, llamó a los directores de los grandes periódicos trasladándoles que la principal sospecha del Gobierno se dirigía a la organización terrorista vasca. Con algunos funcionó. El Mundo por ejemplo mantuvo durante años esta línea, que acompañó con polémicas portadas.

No importó que el propio Osama Bin Laden alabara los atentados y los justificara como una represalia por la participación española en la guerra de Irak, que contó con una gran oposición en las calles. Ni bastaron las pruebas. "El mundo de ETA sabía que cada vez que se pasaba de rosca perdía apoyo. Y el propio lehendakari [Juan José Ibarretxe] se dio cuenta de que aquello no cuadraba. Probablemente alguien del entorno de ETA le llamara y le dijera que no tenían que ver", recuerda el ahora abogado.

¿Asistió al juicio la teoría de la conspiración?

Inevitablemente ese escenario llegó hasta el juicio. "Esas teorías nos dieron mucho trabajo. Algunas defensas plantearon como su línea esas llamadas conspiraciones y eso nos obligaba a responder a algunas cuestiones en la sentencia que, aunque no tenían ninguna base, había que incluir", lamenta Gómez Bermúdez.

Y no sólo eso. Si el presidente del Gobierno llamó a directores de varios medios para hacer valer su versión de lo ocurrido, lo que el exmagistrado de la Audiencia Nacional recibió fueron lo que él llama "palomas mensajeras". "En aquella época España era un palomar y estas venían de todas partes. Pero no ejercían presiones, sino que lanzaban mensajes sutiles. A lo mejor le decían a un amigo: 'Oye, dile a Javier que cuidado con esto, que suena raro'. Te lo contaban para que tú supieras por dónde querían que fueras, pero no tienes que ir por ningún sitio. No hice caso a nadie, ni yo ni mis compañeros", celebra.

Por eso alaba que el juicio tuvo "todas las garantías" que tenía que tener. "Todo es mejorable, pero el proceso fue impecable. Los tres magistrados estábamos muy entrenados para que el clima exterior no nos influyera", añade.

El coste personal y la conspiración dos décadas después

Pero como ocurre con todas las sentencias, lamenta, esta también recibió críticas. Y Gómez Bermúdez, que sólo un año después fue ponente del juicio a tres mandos militares por el caso del Yak-42, terminó viendo su carrera amortizada. "Después de todo eso yo ya sabía que no iba a llegar al Tribunal Supremo. Después de los dos juicios salieron tres o cuatro plazas y yo las pedí, pero ni siquiera entré en la terna para ser elegido, y por currículum podría haberlo sido", recuerda. "Pudo haber muchos motivos, desde que cualquier persona que haya estado en un asunto polémico no gusta normalmente, hasta que estimaran que soy una persona demasiado libre e independiente", indaga. "El tribunal del 11M era conservador, pero según lo que dijeron los medios, favoreció a los contrarios".

Ahora, que ejerce como abogado en el despacho Ramón y Cajal de Madrid dice que todo eso es "agua pasada" y que las teorías que en aquella época contaminaron política y mediáticamente el peor atentado sufrido en España y en Europa ya no son sostenidas por prácticamente nadie. "La mayoría de los ciudadanos ya no tienen duda de que fue yihadismo. Quien esté cuestionando la autoría del atentado o no se ha enterado de nada o sabe conscientemente que está mintiendo", critica. Le sale la imagen, cuando pronuncia estas palabras, de "dos personas", pero se niega a dar los nombres.

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Él, por su parte, tiene claro que lo ocurrido fue un atentado islamista movido por el "odio a occidente". Se niega, así, mezclar lo ocurrido con la guerra de Irak. "Los terroristas son los únicos culpables de los atentados, lo que pasa es que ellos siempre buscan una justificación", denuncia.

Y celebra por ello que se hiciera justicia, aunque echando la vista atrás confiesa que le hubiera gustado poder juzgar a los siete suicidas de Leganés. "En todos los delitos, pero particularmente en estos, cuando un número importante de autores se suicida se pierde mucha información, y yo siempre prefiero juzgar. Es más, las víctimas también lo preferían. Lo que buscan ellas siempre es justicia", zanja.

En este sentido, cree que ahora España está más preparada que antes. En lo legislativo y en lo preventivo. "Se ha mejorado mucho. Hay que tener en cuenta que hemos pasado de un terrorismo jerárquico a uno horizontal que ni siquiera necesita tener una organización detrás, y ha habido unas reformas legales que están permitiendo combatir este tipo de delincuencia", concluye. Actualmente, y desde el año 2015, España se encuentra en el nivel 4 de alerta antiterrorista, un grado que se acordó tras valorar la amenaza después de los atentados de Francia, Túnez, Kuwait y Somalia.

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