Entrevista | José Luis Piñar, catedrático de Derecho Administrativo

“La gran cantidad de datos que manejarán universos virtuales como el de Facebook facilitarán la manipulación”

José Luis Piñar, en una imagen de archivo

Mark Zuckerberg lanzó, hace pocas semanas, Meta, la nueva marca bajo cuyo nombre pretende revolucionar —otra vez— el ecosistema virtual. El fundador de Facebook quiere crear un universo virtual en el que las personas puedan desarrollar parte de su vida. Se trata de algo que sorprenderá a muchos, resultará indiferente a otros, pero que enciende todas las alarmas de profesionales como José Luis Piñar, catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad San Pablo CEU, exdirector de la Agencia Española de Protección de Datos y patrono del Instituto Hermes, una fundación que vela por la protección de los derechos digitales de la ciudadanía. “En muchos aspectos es bueno que avancemos hacia una sociedad digital”, concreta Piñar, “pero tiene que ser segura”.

Para contribuir a ello, el catedrático participó —junto con otros expertos— en la redacción de la denominada Carta de Derechos Digitales.

PREGUNTA: ¿Cuál es el alcance de la Carta de Derechos Digitales?

RESPUESTA: Es un documento pionero, muy avanzado, fruto del encargo que se hizo a un grupo de expertos, entre los que me encontraba, para elaborar un plan que tuviese en cuenta los derechos fundamentales en el proceso de transformación digital. Al no tener valor normativo, el documento ha de ser considerado como una especie de declaración de intenciones, pero si tenemos en cuenta que ya el gobierno anterior —el del Partido Popular— puso en marcha una iniciativa muy semejante y que el gobierno actual ha dado un paso más, parece claro que, al menos, los dos grandes grupos políticos del Congreso han asumido el compromiso formal de seguir una hoja de ruta de estas características, de modo que parece que cualquier iniciativa que pusiese en marcha el Gobierno y que tuviese que ver con el entorno digital debería, antes, pasar por el tamiz de la Carta. Ese debería ser el compromiso. Si el Gobierno, sin tener obligación de hacerlo, ha elaborado esta Carta, significa que asume el compromiso de respetarla.

P. Es una rareza que ambos gobiernos, tanto el dirigido por el PP, como el liderado por el PSOE, se hayan movido en la misma dirección. Ello habla de la importancia de los derechos digitales y de la urgencia de regular el entorno digital.

R. Por eso digo que es muy importante. De todos modos, el proyecto del Partido Popular no llegó a ver la luz porque la moción de censura impidió que se culminase. Entonces era secretario de Estado José María Lassalle y fue él quien lo impulsó en términos muy semejantes a los del Gobierno actual, esta vez propulsado por la secretaria de Estado Carme Artigas. Eso significa que los dos grandes partidos están de acuerdo, aunque, en realidad, lo están todos. En la mayoría de los programas electorales, el reto por la transformación digital existe, pero un compromiso tan claro de respeto a los derechos fundamentales en el entorno digital como la Carta de Derechos Digitales es difícil de encontrar. Aquí y en el extranjero. Fuera de España hay muy pocos documentos con este alcance.

¿Qué peligros cotidianos en torno a nuestros datos hacen necesaria una normativa como esa?

Es fácil analizarlo tomando el ejemplo del último anuncio de Mark Zuckerberg, el metaverso. Él ya lo ha anunciado: va a impulsar la realidad virtual. Eso significa impulsar la sociedad digital. ¿Qué quiere decir con esto? Que nos vamos a mover entre la realidad física y la realidad virtual. Cada vez más, los jóvenes viven no "con", sino "en" Internet y qué decir acerca de que el mundo digital va a ser nuestro entorno casi cotidiano. En este entorno, es imprescindible proteger los derechos digitales porque algunos de ellos no son exactamente iguales que en el mundo físico. Ahí está el peligro.

"Fuera de España hay muy pocos documentos con el alcance de la Carta de Derechos Digitales"

¿Cuáles son, exactamente, esos derechos que hay que proteger?

R. Por ejemplo, el propio derecho de acceso a Internet, o el derecho a la identidad digital… Es importante, también, que se garanticen nuestros derechos frente a los avances de la neurociencia, que se garantice la desconexión digital, la privacidad, la libertad de expresión y la información en el entorno digital, etc. Todos estos son derechos que necesitan ser reconocidos y fortalecidos en el entorno digital. Es verdad que la Constitución de 1978 puede ser interpretada en sentido amplio y su cobertura alcanzaría a gran parte de ellos, pero hay otros con los que es más difícil. Por ejemplo, los derechos de acceso a Internet, a la desconexión digital o al teletrabajo sería difícil que emanaran directamente de la Constitución... Por eso es importante que la Carta de Derechos Digitales llame la atención acerca del hecho de que no es posible un futuro en el entorno digital sin respeto a los derechos fundamentales.

P. En la vida física todos tomamos precauciones cotidianas, pero en la digital, no. Sin embargo, hay mecanismos para protegernos.

R. Exacto. En la sociedad digital no somos conscientes de las amenazas a las que están sometidos nuestros derechos. En la sociedad digital vamos sin cinturón de seguridad, sin airbag y sin cerrar las puertas con llave. Si un joven viese colgadas en las paredes de la universidad las fotografías que tiene en su muro de Instagram, diría: "¿Pero esto qué hace aquí?". Esas fotos las ve la gente que pasa por el pasillo, que es mucha menos que la que ve tu perfil en una red social. Bueno, pues no caemos en la cuenta de ese posible atentado a nuestra privacidad y tampoco sabemos que se puede manipular el libre desarrollo de la personalidad, que se puede manipular la voluntad de las personas o que al dar un 'like' estamos dando información muy concisa sobre lo que nos gusta y sobre lo que no. En resumen, con todos esos datos, es más fácil controlar nuestra conducta. No somos conscientes de los efectos que produce el ir facilitando y dejando tanto rastro en Internet. No tomamos medidas para evitar que nos roben la identidad y que accedan a nuestros datos quienes no queremos que accedan.

"Si viéramos colgadas en las paredes de la universidad todas nuestras fotografías de Instagram diríamos: '¿Pero todo esto qué hace aquí?''

P. Hablabas del metaverso que promete Zuckerberg. No sé si llamarlo red social, o si ese mundo virtual trasciende ya el término.

R. Trasciende el término, sin duda.

P. El mismo Zuckerberg insiste en que ya no se trata solo de subir fotografías o vídeos, sino de relacionarnos en una sociedad virtual. ¿Eso, desde su punto de vista, qué peligros conlleva? ¿En qué arena nos estamos moviendo?

R. Nos movemos en una arena en la que puede cambiar todo. Puede cambiar el modo de relacionarse que tienen las personas y puede implicar un riesgo —en mi opinión, grave— de aislamiento, aunque también puede ayudar al acceso a la cultura y al conocimiento. Eso es bueno y tiene otras cosas que también lo son. Recuerdo, tiempo atrás, una conversación con una directiva de la vieja red social Tuenti —desaparecida ya hace años— y que me dijo que estaba encantada porque una niña sordomuda había podido empezar a entablar relaciones a través de las redes sociales con sus amigos, escribiendo y viendo, sin necesidad de escuchar y de hablar. Para él eso había sido magnífico. Tiene, entonces, grandes ventajas, pero también grandes inconvenientes. Sobre todo, la confusión entre la realidad y la no realidad, lo virtual. También la posible manipulación, el posible aislamiento y el cambio radical en las relaciones entre personas. Por no hablar del uso que se pueda hacer de todos los datos que van a recopilar.

P. ¿Hasta dónde puede llegar esa manipulación y cómo la ejercen?

R. La pueden ejercer muy fácilmente a través de los perfilados y del conocimiento de las personas. Tú imagínate que tuviésemos a alguien que, desde que nos levantamos, nos siguiese físicamente, que supiese a qué hora nos levantamos, si nos duchamos o nos bañamos, qué pasta de dientes utilizamos, a qué universidad vamos, por qué calle pasamos, si vamos en transporte público... En un solo día que nos siguiesen, sabrían mucho de nosotros y podrían manipular muchos gustos y decisiones. Pues esto es lo que ocurre en el mundo virtual. Nos pueden seguir sin nosotros saberlo. Nos pueden conocer y perfilarnos para, después, lanzarnos mensajes que se adaptan a nuestros gustos —a nuestra forma de ser—, que es otra cosa sobre la que incido muchas veces.

P. ¿A qué se refiere?

R. A que cierran nuestra apertura a lo diverso. La apertura a la diversidad creo que es esencial para el libre desarrollo de la personalidad. El saber que hay muchas cuestiones diversas más allá de lo que nos gusta. El placer de encontrar un libro que no estabas buscando en una librería. En el mundo digital ya no sucede eso. Ahora te van a ofrecer los libros que saben que te gustan, las películas que saben que te gustan, los hobbies que saben que te gustan. Y, claro, tú te encuentras muy cómodo y muy a gusto inmerso en tu zona de confort —una frase que no me gusta mucho, pero que se utiliza de forma habitual— y no quieres saber más. Todo eso nos convierte en personas más fácilmente manipulables. Esto es lo peligroso: pueden manipular y controlar actitudes, aficiones y voluntades. Es grave.

"Los perfiles de nuestra personalidad nos cierran la puerta a lo diverso"

P. ¿El nivel de utilización de nuestros datos puede ir a más?

R. Sí. Por ejemplo, con el reconocimiento facial o con la lectura de la mente. Parece ciencia ficción, pero es real. Es tal el avance de la técnica, que somos incapaces de saber qué es lo que va a ocurrir en unos años. Esto del reconocimiento facial ya está ocurriendo en China y permite controlar a la población, saber dónde se encuentra cada uno en todo momento. Y, en cuanto a la posible lectura de mente, hay que proteger los neuroderechos. Hay que blindar el derecho de proteger nuestra mente. Yo, por supuesto, desconozco técnicamente los detalles, pero los expertos señalan que si el pensamiento, al final, son reacciones neuronales y conexiones eléctricas, seguramente no será muy difícil captarlo, lo que constituye un peligro grandísimo. En el artículo 24 de la Carta de Derechos Digitales se contempla la protección de esos neuroderechos.

P. ¿Quiénes son los que nos están robando los datos?

R. Es imposible saber a ciencia cierta quiénes son los que nos están quitando los datos o, mejor dicho, quiénes son los que están detrás de quienes nos están quitando los datos. Hay varios modelos en cuanto a la percepción de la privacidad en el mundo. Uno de ellos es el modelo europeo, que es el que contempla la protección de los datos como un derecho fundamental y en el que los datos son de las personas. Hay otro, que es el de Estados Unidos, en el que todo el tema de los datos gira más en torno de la protección del consumidor. No es tanto un derecho fundamental, sino una vía para proteger a los consumidores. En este modelo, además, cobra mucha importancia la seguridad pública. El último de los modelos es el chino, que considera los datos algo público y otorga al gobierno su control. En este caso, el ciudadano cede totalmente frente a un hipotético bien de la comunidad. El poder entiende algo así como que tiene que saber todo de los ciudadanos para asegurar el avance de la sociedad. Entonces, ¿quién está detrás de la recopilación de todos esos datos de las personas? Por una parte están los gobiernos, como digo. Por otra parte, grandes compañías multinacionales que todos tenemos en la cabeza y que manejan datos. Y por otra tenemos, seguramente, a los servicios de inteligencia, que necesitan manejar muchos datos. Si luego hay otros grupos en la sombra que impulsen esto... eso no lo sé.

P. ¿Cómo puede hacer un ciudadano para saber qué se hace con sus datos y, sobre todo, cómo puede asegurarse de que no se utilizarán para nada que no quiera?

R. No se ha conseguido, por ahora, el equilibrio entre una información completa para el ciudadano y una información simple, pero suficiente. ¿En qué sentido lo digo? Yo no sé si elaborar políticas de privacidad de veinte folios es adecuado. Quizás sea mejor algo más sencillo: el uso de iconos, el uso de gráficos... Muchas veces, comparo la protección de datos personales con la seguridad vial. Por ejemplo, la señal de 'prohibido el paso', que todos sabemos que es un círculo rojo con una raya blanca horizontal, sería más difícil de identificar si lo que nos dieran fuera un texto con toda la normativa explicada. Sería interesante, entonces, utilizar iconos impactantes, simples y sencillos con los que el ciudadano entienda exactamente qué se va a hacer con sus datos. Hoy por hoy, el lenguaje de la información sobre el tratamiento de datos no es el más adecuado.

P. ¿Qué es y qué hace el Instituto Hermes?

R. Es una fundación, por tanto sin ánimo de lucro, bastante joven (nació en 2017), que tiene como objetivo impulsar la sociedad digital, pero desde el respeto a los derechos fundamentales de la ciudadanía en el entorno digital. Tenemos proyectos muy interesantes. Tenemos uno, que considero importantísimo, sobre interconectividad, logística y ciudadanía digital, que estudia cómo lo digital puede ser un impulso para acabar con la España Vacía, o, al menos, rehabilitar, recuperar y revalorizar las zonas más despobladas alrededor de una sociedad digital que permita el teletrabajo, facilite las políticas de logística, potencie el transporte entre pequeños núcleos de población y lleve Internet a todos los puntos de la geografía.

P. ¿Qué otros grupos de investigación tienen?

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R. Intentamos analizar los temas que creemos más relevantes en relación con la identificación, difusión y defensa de los derechos de ciudadanía digital. Son varios los grupos de investigación en marcha. Tenemos diversos grupos que se dedican a analizar la lucha contra las noticias falsas, los abusos en Internet, la ciberseguridad o la biometría e identidad digital… Por supuesto, queremos potenciar la sociedad digital, pero desde el respeto a los derechos de la ciudadanía y los principios democráticos.

P. Y, ¿cómo se organiza la fundación?

R. Cuenta con un patronato y un grupo de asesores muy potente e interdisciplinar con representantes de la sociedad civil, de la universidad, de la empresa, de la ciencia, etc. Para nosotros es fundamental que haya una altísima dosis de independencia y de objetividad en nuestros planteamientos. Y eso sí: estamos muy atentos y escuchamos a los protagonistas del Gobierno, de los partidos políticos, de la empresa, de la universidad... Queremos escuchar a todos los que tengan algo importante que decir en el desarrollo de la ciudadanía digital basado en el respeto a los derechos fundamentales.

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