Crisis del coronavirus

Las huellas del covid-19 en la salud mental de los adolescentes: ansiedad, trastornos de conducta y riesgo de exclusión

Un niño con una mascarilla se asoma a la ventana de su casa durante el confinamiento.

La incógnita sobre las secuelas del covid-19 en la salud mental de los más jóvenes empieza a despejarse: los países aceleran sus investigaciones, las experiencias personales salen a la luz y los profesionales comienzan a sacar conclusiones. El estudio Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia en la era del covid-19, confeccionado por la Plataforma de Asociaciones de Psiquiatría y Psicología Clínica por la Salud Mental de la Infancia y Adolescencia de España, aglutina los principales avances a la hora de evaluar la huella del covid en la salud mental de los niños. Lo ha hecho no sólo a través de una inspección del relato fuera de las fronteras estatales, sino también mediante una encuesta a los profesionales españoles que han mantenido la atención psicológica a los niños durante el confinamiento. La conclusión de los psiquiatras y psicólogos es clara: el 77,5% dice estar convencido de que la era post-covid traerá consigo una mayor demanda de atención a la salud mental de la infancia y la adolescencia.

A lo largo de los meses de aislamiento, los profesionales han atendido mayoritariamente a niños de entre siete y doce años, pero aquellos que mayores problemas han presentado según el 69,2% de los encuestados son los que se encuentran en el grupo de edad de entre trece y dieciocho. Entre las patologías que en mayor medida han llegado a los psicólogos y psiquiatras destacan varias –se trata de una pregunta con multirespuesta–: el 70,4% habla de trastornos de conducta, el 66,9% alude a trastornos de desarrollo, el 58% constata problemas de tipo ansioso, el 55% dice haber tratado déficits en cuanto a las relaciones interpersonales y el 42,6% atendió problemas de índole depresivo.

Los profesionales reseñan además que los problemas de ansiedad son los que están llegando con mayor frecuencia ahora que antes de la crisis. En todo caso, un 42% de los expertos detalla que sus pacientes ya tenían problemas previos que se han agravado con la llegada de la crisis, frente a un 8,9% que son de nueva aparición. Entre las consultas, el 79,3% de los sanitarios dice haber prestado atención mayoritariamente a personas de un nivel socioeconómico medio-bajo y el 59,2% señala a las familias en riesgo de exclusión como núcleos donde se gestan los mayores problemas.

En este aspecto se detiene especialmente el estudio. "Los principales factores de riesgo detallados tienen relación con la precariedad de recursos materiales o en las funciones parentales", señalan los autores. Además, las limitaciones espaciales de la vivienda, así como la ventilación, la cantidad de personas conviviendo y la ausencia de espacios exteriores sumaron riesgos añadidos durante el encierro. "Para quienes viven en hogares de bajos ingresos y hacinados", reflexionan los autores, los "desafíos se exacerban".

Las dificultades a la hora de seguir dinámicas en cuanto a educación online, así como las trabas en la conciliación, los retos que asumen las familias monoparentales o aquellas con presencia de progenitores sanitarios aumentaron el riesgo de los más pequeños a padecer problemas mentales.

En añadido, las tensiones familiares previas e incluso la violencia intrafamiliar han sido objeto de especial preocupación para los expertos. "Para muchas familias, el impacto económico de la crisis aumenta el estrés sobre la crianza de los hijos y aparece la violencia", advierten. La evidencia muestra que las víctimas menores de edad "sufren más violencia y son más vulnerables durante el periodo de cierre de centros escolares", de manera que la crisis ha acentuado esta realidad.

En este contexto, ocurre además que los niños tienden a asumir responsabilidades "frecuentemente de lo que sucede en su entorno", como ocurre por ejemplo respecto a las separaciones de los progenitores. "Ahora pudiera ocurrir de la enfermedad, y a veces fallecimiento, de sus abuelos o familiares. Especialmente cuando se les insiste en que son vehículos de transmisión y se justifica o se usa como argumento para no acudir al colegio", abundan los expertos.

Para una fotografía exacta del escenario resultante de la pandemia conviene tener en cuenta la situación previa de los jóvenes. "Cada vez hay más evidencias de que la prevalencia de los trastornos emocionales de los adolescentes está aumentando", de tal forma que la ansiedad "es actualmente la novena causa principal de enfermedad y discapacidad para adolescentes de quince a diecinueve años y sexta para los de diez a catorce años". La crisis sanitaria, económica y social, por tanto, "representa una acumulación de factores estresantes que podría predisponer al desarrollo de problemas emocionales" que ya venían haciéndose fuertes entre los jóvenes.

"Nuestra guerra como psiquiatras"

Si los profesionales están volcados en el análisis de los efectos de la crisis sanitaria sobre la salud mental de los jóvenes, no están menos preocupados sobre la forma de ofrecer una atención integral y efectiva. "Los servicios de salud mental infantojuveniles son cruciales para dar una respuesta a las consecuencias psicológicas del brote de covid-19 por el impacto psicosocial, en los que el miedo, la incertidumbre y la estigmatización son comunes", escriben. En ese sentido, resulta clave una "buena red de recursos para ayudar" a manejar las consecuencias negativas de la pandemia.

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"Esta es también nuestra guerra como psiquiatras; quienes piensan que su papel en la pandemia será limitado están equivocados y los recursos que aportamos se necesitan ahora más que nunca en la lucha contra covid-19", observa el análisis. Ante una crisis de "duración y efecto incierto en la sociedad", la respuesta no debe pasar por "esperar y ver", sino que "se recomienda intervenir y optimizar la atención de todas las personas que lo precisen, con o sin antecedentes de enfermedad mental".

Lo cierto es que las evidencias existentes, dentro y fuera del país, apuntan a que los "efectos psicológicos y sociales directos e indirectos" son generalizados y podrían "afectar a la salud mental ahora y en el futuro". De esta manera, como se ha visto, la pandemia "puede empeorar los trastornos mentales preexistentes y aumentar los casos en niños y adolescentes, debido a la propia crisis de salud pública, el aislamiento social y la recesión económica". Avanzar en la investigación de los detalles en cuanto a la mella de la crisis en la salud mental es crucial, puesto que "la ignorancia del impacto diferencial de la epidemia en las personas con problemas de salud mental no solo obstaculizarán cualquier objetivo de prevención, sino que también aumentarán las desigualdades de salud ya existentes".

En ese sentido, los autores del estudio entienden que la crisis sanitaria dará lugar a "dos lecciones importantes para comprender y apreciar las necesidades de salud mental ante un desastre biológico: la preparación emocional para la soledad en la crisis y el bienestar psicosocial que forman la piedra angular de la salud pública". Los servicios preventivos y la atención temprana serán determinantes a la hora de "estar preparados para un aumento de los problemas de salud mental". El cuidado de los servicios públicos sanitarios será clave para blindar el futuro de los niños y adolescentes.

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