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Mario Draghi, el torbellino italiano que podría sustituir a Von der Leyen en Bruselas

Archivo - El primer ministro italiano en funciones, Mario Draghi.

Mario Draghi (Roma, 1947), ex primer ministro italiano, ex presidente del Banco Central Europeo, expresidente europeo de Goldman&Sachs, ex presidente del Banco Central de Italia y podríamos seguir un rato con un currículum apabullante de una persona formada en las prestigiosas Sapienza de Roma y MIT estadounidense, es el tapado más visible para reemplazar a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, si los dirigentes nacionales así lo deciden.

Es un secreto a voces que el presidente francés Emmanuel Macron mueve el nombre de Draghi, que al alemán Olaf Scholz no le importaría descabalgar a su compatriota Von der Leyen a cambio de varios altos cargos menos visibles pero influyentes, que la italiana Giorgia Meloni sostendría a Draghi porque en Bruselas los italianos son primero azzurri y después del partido, que a Pedro Sánchez no debería parecerle mala idea y que el polaco Donald Tusk, el único del Partido Popular Europeo (de Von der Leyen) entre los cinco más grandes, quiere colocar a su ministro de Exteriores Radek Sikorski como sucesor de Josep Borrell como Alto Representante.

Von der Leyen sigue siendo favorita, pero en todas las quinielas aparece Draghi. El italiano es visto como una persona carismática y de mucho prestigio, un igual entre los líderes cuando Von der Leyen lo más que había llegado a ser antes de tocar techo en Bruselas era ministra de Defensa de Angela Merkel.

Draghi tiene tantas ventajas como inconvenientes. Además de su prestigio, el italiano tiene un perfil económico que encaja perfectamente con las prioridades que los dirigentes europeos quieren para la próxima Comisión Europea: competitividad, reindustrialización (militar también) e incluso Estado de derecho. El italiano es favorable a la transición energética, base de la política climática.

Draghi sería un presidente, esperan diplomáticos y altos funcionarios contactados en las últimas semanas, que pisaría el acelerador a fondo con grandes proyectos, como hizo entre 1985 y 1995 el francés Jacques Delors, quien pasó a la historia como el mejor presidente que tuvo nunca el Ejecutivo comunitario. El italiano, se cree en Bruselas, se lanzaría a tumba abierta a realizar lo que propondrá en las próximas semanas en su esperado informe (del que ya se conocen muchos aspectos).

Draghi tiene además condiciones que lo hacen ideal para el puesto. No es alguien que tras un mandato en la Comisión Europea vaya a buscar continuar su carrera política. A sus casi 77 años (los cumple el 3 de septiembre) los cinco años de un período de presidencia del Ejecutivo comunitario le llevarían casi hasta los 82. Sería la guinda a una carrera política con pocos precedentes, sobre todo tras su paso por el Banco Central Europeo en los peores momentos de la crisis financiera.

Draghi tiene también inconvenientes para salir elegido si cae Von der Leyen. El Partido Popular Europeo se resistirá a perder el cargo si es la formación más votada, como estiman todos los sondeos, que les dan cerca de 180 eurodiputados por poco más de 140 de los socialistas y ni 100 de los liberales. Las extremas derechas, cuya unidad es casi imposible, podrían superar a los populares, pero sus dos grandes grupos no deberían sumar más de 150.

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Su carisma y autoridad política son otro freno, porque los líderes nacionales no querrán que en la Comisión Europea haya alguien que no siga sus órdenes, como sí ha hecho en prácticamente todo la alemana Von der Leyen.

Alemania, y con ella países de los conocidos como “frugales”, como los Países Bajos, Dinamarca, Finlandia, Austria o Suecia, pueden temer que el italiano proponga programas de endeudamiento europeo (como el que se puso en marcha para financiar los 750.000 millones del NextGenerationEU). Alemania soportó de muy mala gana las políticas monetarias expansivas de Draghi, las que permitieron salvar el euro comprando masivamente deuda de los países más atacados por los mercados financieros, como España e Italia en 2012 y 2013.

A la extrema derecha le debería molestar un presidente que, como prácticamente cualquier italiano no ultra, se ha declarado antifascista en el pasado y ha participado en marchas antifascistas en recuerdo a los caídos en la resistencia a la dictadura de Benito Mussolini. El antiguo estudiante de los jesuitas, admirador hasta las cachas del retirado futbolista Francesco Totti, sería un torbellino en Bruselas. Lo contrario a Von der Leyen.

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