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La Sagrada Familia avanza sin fecha de fin y con vecinos en pie de guerra

Vista de la basílica de la Sagrada Familia este martes, cuando el director general de la Junta Constructora de la Sagrada Familia, Xavier Martínez, ha anunciado que prevé terminar las obras de las torres de los evangelistas Juan y Mateo el próximo octubre.

Alba Gil

Barcelona —

Cuentan que allá por el año 1892, un adolescente Ricard Opisso se resistía a trabajar junto al arquitecto Antoni Gaudí. Tenía doce años, los estudios no le entusiasmaban especialmente y su padre había convencido al famoso artista para que le enseñara una profesión. Se dice que al regresar a casa tras su primer día de trabajo, Alfredo Opisso le preguntó a su hijo si estaba contento, a lo que éste respondió. “Sí, pero ¿qué haré cuando se acaben las obras?”.

Han pasado 131 años desde esta anécdota protagonizada por el popular dibujante y humorista catalán, que llegó a convertirse en delineante y fotógrafo en el taller de Gaudí, pero lo cierto es que trece décadas después el interrogante sigue en el aire: ¿Cuándo terminarán las obras de la Sagrada Familia?

Aunque la pregunta aún no tiene respuesta, es más el cómo que el cuándo lo que mantiene en vilo a los vecinos del templo. Y es que una parte del proyecto amenaza la vivienda de unas 3.000 familias, cuyos hogares podrían acabar siendo derruidos si no se encuentra una opción alternativa a la de los planos que, según los promotores de la Sagrada Familia, dejó Gaudí.

Sin fecha en el calendario

Durante años hubo un horizonte. Se anunció a bombo y platillo que las obras de la basílica terminarían en 2026, coincidiendo con el centenario de la muerte del genio que la alumbró. Lo que no estaba en los pronósticos es que una pandemia mundial frenaría en seco el turismo y, de rebote, menguaría los ingresos con los que se financia la construcción. La covid-19 dejó a la Sagrada Familia sin visitantes, sin calendario y sin fecha de vencimiento.

En plena pandemia y en vísperas de las fiestas de la Mercè -la fiesta mayor de Barcelona-, el presidente delegado de la Junta Constructora del templo, Esteve Camps, lo dijo alto y claro: “Si no hay un milagro, los trabajos no podrán terminarse en 2026 como habíamos previsto”. El milagro nunca llegó y, desde entonces, los responsables no se han atrevido a poner una nueva fecha sobre la mesa.

Esta situación no ha hecho más que aumentar el desasosiego de los vecinos de la zona, especialmente los que viven en edificios amenazados por el proyecto. El motivo de discordia es la controvertida fachada de la Gloria, ya que su construcción en la calle Mallorca incluye una escalinata que, para llevarse a cabo, implicaría la expropiación y el derribo de varios bloques de pisos. Esta posibilidad hace tiempo que levanta ampollas entre los propietarios e inquilinos, un malestar que se ha ido agravando a medida que las obras iban avanzando.

“Parece que están esperando a que se muera la gente”, lamenta a infoLibre el portavoz de la Asociación de Afectados por la Construcción de la Sagrada Familia, Salvador Barroso, quien admite que la solución será “difícil” y, probablemente, “no contente a todos”.

Un conflicto enquistado

La única vez que los vecinos se reunieron a tres bandas con el Ayuntamiento y los promotores de la basílica fue a principios de 2020. Se conjuraron entonces para encontrar una solución pactada, que pasaría por respetar el derecho a la vivienda, recolocar a los vecinos afectados, respetar los espacios verdes y equipamientos y acabar el templo. Pero hasta la fecha no ha habido avances. En febrero de 2022 hubo otro encuentro, esta vez entre vecinos y consistorio, en la que se plantearon varias opciones que tampoco han terminado de cuajar.

Eso es todo. Ni ha habido otras reuniones, ni la solución parece estar cerca. “Nos dan largas. Primero fue por la pandemia y luego porque era época de elecciones”, denuncia Barroso. “Es una espada de Damocles que está comportando la degradación del barrio”, añade. Los vecinos están “más que cansados” de la situación y muchos han decidido marcharse. Los que se quedan son, principalmente, personas mayores que no tienen alternativa y que han visto cómo el barrio, arrastrado por el turismo, ha dado un giro de 180 grados en las últimas décadas.

El conflicto de intereses entre los promotores de la Sagrada Familia y los vecinos amenazados por el derribo es una patata caliente difícil de gestionar. Por un lado, los responsables del templo defienden a capa y espada la escalinata de la fachada de la Gloria porque insisten en que la diseñó el propio Gaudí. Y aunque dicen estar dispuestos a conversar con todas las partes, también dejan claro que no piensan “renunciar” a este elemento a sus ojos imprescindible. Por otro lado, están los vecinos y el temor a perder sus casas. Cuestionan que la escalinata sea realmente obra del arquitecto modernista y no de sus discípulos y piden frenar la “masificación del barrio”.

“Nadie se atreve a hacer obras en sus pisos porque no sabemos cuánto durarán. Llevamos décadas así”, lamentan los inquilinos. “Hartos”, “cansados” y “enfadados” son algunos de los adjetivos que resumen el malestar de estas familias, que dicen llevar años reclamando ayuda y acusan al consistorio de “echar balones fuera”. “Las posiciones están definidas para negociar. Solo falta que el Ayuntamiento se ponga las pilas y convoque una reunión”, subraya desde la Asociación de Vecinos de Sagrada Familia Gabriel Mercadal.

Hasta el momento, no ha habido contactos con el nuevo gobierno local, ahora liderado por el socialista Jaume Collboni, aunque fuentes municipales afirman a este diario que la voluntad es “dialogar” con todas las partes para “trabajar en la mejor propuesta” posible. “Teniendo en cuenta que se trata de una situación compleja en la que hay intereses legítimos y evidentemente alejados, se trata de definir un gran acuerdo que incorpore todas las miradas posibles y que suponga el mejor encaje del monumento con el barrio, con el planteamiento urbanístico vigente y en un entorno con mucha presión turística”, agregan las mismas fuentes.

La iglesia más alta del mundo

Más allá de la polémica escalinata, la falta de plazo para finalizar las obras no ha impedido que los trabajos continúen a marchas forzadas. 2026 no será el año en que Barcelona vea culminar finalmente la Sagrada Familia, pera todo apunta que podría ser el año en que ésta se convierta en la iglesia modernista más alta del mundo.

La previsión es que para entonces ya esté lista la torre de Jesús, la más alta de todo el conjunto, que medirá 172,5 metros, justo por debajo de la altura de la montaña de Montjuic. La referencia no es baladí, ya que, cuando Gaudí proyectó su obra maestra, se aseguró de que no superara la colina, es decir, la obra de Dios. La torre de Jesús estará coronada por una colosal cruz de cuatro brazos y 17 metros de altura. Este céntrico elemento, recubierto de cerámica y vidrio, reflejará la luz del sol y brindará una vista privilegiada de la ciudad.

Además, si a finales del año pasado se inauguraron las torres de los Evangelistas Marcos y Lucas, coronadas por la figura de un león y un buey, respectivamente, este año es el turno de las otras dos construcciones. El próximo mes se colocará la escultura de un águila sobre la torre de Juan y de un ángel sobre la de Mateo, que serán bendecidas con una misa en noviembre, cuando se presentarán oficialmente al público.

Activistas de Greenpeace se cuelgan de la Sagrada Familia

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Se tratan, todas ellas, de esculturas creadas por Xavier Medina-Campeny y que simbolizan las figuras aladas del tetramorfos con el cual la iconografía cristiana ha representado a los narradores de la vida de Jesús. Los constructores podrán dar por terminadas así las torres centrales del conjunto arquitectónico.

Vuelven las cifras prepandemia

Si algo está claro es que la Sagrada Familia sigue teniendo más tirón que nunca. Prueba de ello es que el año pasado se convirtió en la principal atracción turística del mundo, según el portal Tripadvisor. Y aunque para entonces el templo aún no había recuperado completamente la normalidad, calcula llegar este 2023 a los 4,5 millones de visitantes, equiparándose así a los niveles previos a la pandemia.

Traducido en ingresos, la Sagrada Familia espera facturar 100 millones de euros, de los que 50 millones están destinados directamente a continuar los trabajos. De hecho, el presupuesto es clave para entender por qué el ritmo de construcción ha ido variando tanto a lo largo de los años, ya que el templo se erige únicamente a partir de aportaciones y donativos, lo que le ha valido entrar en el ranking de los proyectos arquitectónicos más largos del mundo. 

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