LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Por qué una familia rica con tres hijos puede acceder al bono social eléctrico para familias vulnerables

Un error del sistema

Isa Calderón y Lucía Lijtmaer durante una actuación en el CCCB de Barcelona en 2017.

Isa Calderón y Lucía Lijtmaer

Todo empezó como empiezan a veces las mejores cosas, a toda pastilla, sin luces, sin director, sin guion e incluso sin micrófonos ni técnico de sonido, pero desde luego también sin vergüenza y con mucho talento: este es el origen de un éxito como Deforme semanal contado por sus inventoras.

Al principio de todo, hay un tren. Por alguna razón nos han invitado a las dos a un festival estupendo en el centro de Barcelona, el Primera Persona, y por supuesto, no hemos preparado nada. Somos dos amigas en un trayecto de tren de tres horas, de pie, en el vagón de la cafetería y es 2017. Pedimos a alguien papel y boli. Nadie nos hace caso, porque nadie nunca nos hace caso. Escribimos algo así como siete u ocho puntos en las páginas en blanco que hay al final de alguno de los libros que estamos leyendo y decimos: yo creo que con esto nos da para 45 minutos, ¿no? Sí, seguro, y si no, pues ya nos inventamos algo.

En ese momento no sabemos nada. No sabemos nada de NADA. No sabemos que las cosas requieren un orden, una luz, una prueba de sonido, unos tempos. Algo intuimos, pero no sabemos. Es primavera de 2017 y todo va muy rápido, más rápido que los 300 km/h de ese tren. Aún no han acusado a Harvey Weinstein de acoso y violación pero ya va a hacer un año de la violación en Pamplona de La Manada. Las mujeres marchan en centenares de miles por las calles para denunciar desigualdades y violencia por doquier.

Todo va muy rápido, más rápido que nunca.

Nos subimos a un escenario, hablamos durante una hora con esos siete u ocho puntos escritos a bocajarro en un libro y la gente se ríe. La gente se sigue riendo cuando nos bajamos del escenario. Es mayo.

Volvemos a Madrid y seguimos trabajando en nuestros proyectos precarios, cada una el suyo. Miramos a nuestro alrededor y nos preguntamos: por qué no seguir. Hay un germen de algo en esa risa que hemos conseguido, algo que no sabemos qué es pero, como todo va tan rápido, llamamos a un teatro, y les proponemos subirnos a su escenario. No tenemos nada más que esos puntos escritos a bolígrafo. No tenemos dirección escénica, luces, por no tener no tenemos ni micrófonos, ni técnico de sonido, ni vergüenza. Javier Gallego nos bautiza: Deforme Semanal. El Teatro del Barrio nos acoge en otoño de ese mismo año. Nuestra amiga Leticia nos hace un cartel con una calavera. Miguel Noguera es nuestro primer invitado. ¿Por qué? Hemos decidido tener invitados y hablar de lo que esté pasando en ese momento en el mundo desde nuestra óptica feminista.

Llenamos el teatro. El diario Público graba eso que hacemos y que es un auténtico desastre. Sin paliativos. Menudo desastre. Nos dejan un sofá roñoso y ponemos decoración de porexpán. Aun así, la gente se ríe. Hemos reservado las fechas de todo el año en el teatro y decidimos seguir haciendo eso que estamos haciendo, sea lo que sea.

Les pedimos a nuestros amigos Jelen Morales y Marc Giró que nos acompañen en este desatino. Nos dicen que sí inmediatamente porque son tan desaprensivos como nosotras. Poco a poco, algo de ese desastre funciona. Agotamos las entradas del teatro. Hacemos dos funciones al mes. El guion es distinto cada vez, con lo cual todo es siempre un salto al vacío y aprendemos qué funciona y qué no. No dormimos de los nervios.

Nos mudamos a un teatro más grande, el Arlequín. Nuestros amigos nos prestan otro sofá menos roñoso y Javier Alvariño nos diseña algo parecido a unos muebles de escena. Todo cambia y en realidad nada cambia a la vez. Nuestra familia más cercana carga y descarga los muebles antes y después de las funciones. Logramos juntar algo de dinero como para pagar a todo el mundo. Lo que no cambia: tenemos taquicardia cada vez que nos subimos al escenario. Pensamos que vamos a morir. Creemos que nos van a sacar a rastras. Un día un borracho se sube al escenario y se pone a gritar. Evidentemente no tenemos a nadie a cargo de evitar que alguien se suba a un escenario. Otro día una señora borracha nos tira algo. Un tercer día, el borracho es el empleado del teatro, que va tan ciego que no puede poner las cervezas al público. Nota mental: hay mucha gente borracha en el mundo.

De repente es 2018. Todo sigue pasando muy rápido. Jelen un día se cae al suelo y se parte el labio antes de la función. Viene a trabajar con la cara hinchada como el hombre elefante y le convencemos de que con algo de maquillaje todo se arregla. La gente cree que es un gag. Isa se hace un esguince y por primera vez hacemos la función sentadas. Algo en ese momento coagula para bien: ese es nuestro formato. Sentadas, como quien da las noticias. Queremos imitar a Saturday Night Live porque este es mi teatro y me lo follo cuando quiero.

Somos ácidas, cada vez más ácidas, y la gente se da cuenta. Nos vienen a hacer reportajes. ¿Qué somos, quienes somos? Somos deformes, eso somos. Algo que está fuera de la norma y que no es asumible como tal.

Escribimos los guiones a conciencia, con esmero, estudiamos la actualidad y comenzamos a ver qué funciona y qué no. Cuando algún político hace algo raro, es oro para nosotras. Invitamos al escenario a gente que nos gusta: Soy una Pringada, Christina Rosenvinge, Irantzu Varela. Nos dicen que saben quiénes somos, dicen que saben qué hacemos. Nos extraña. Cada vez viene más gente a vernos. Hemos pasado a llenar un teatro de 300 personas. Los cómicos hombres nos ignoran. Algunos nos insultan. Les devolvemos los insultos desde el escenario. No se lo esperan. Lo convertimos en un chiste recurrente. Siguen haciéndonos reportajes, somos un bicho extrañísimo, deforme, deforme, deforme. Les encanta hacernos reportajes el 8 de marzo. Somos un error del sistema: somos feministas, hacemos humor y nos va bien sin que nos hagan reportajes.

Siguen haciéndonos reportajes, somos un bicho extrañísimo, deforme, deforme, deforme. Les encanta hacernos reportajes el 8 de marzo. Somos un error del sistema: somos feministas, hacemos humor y nos va bien sin que nos hagan reportajes

Durante un brevísimo lapso de tiempo, creemos que podemos funcionar en el mainstream español. Nos reunimos con jefes de productoras que no tienen ni idea de quiénes somos y nos tratan a veces con desprecio y a veces con condescendencia. Sucede una cosa más rara todavía: las becarias que traen el café para las reuniones nos cuchichean al oído que nos aman y se quieren hacer fotos con nosotras. Los jefes, por supuesto, ignoran que pase todo esto.

El tiempo sigue pasando rapidísimo, y cambiamos de teatro. Ahora ya estamos en el Palacio de la Prensa, 500 butacas. A veces alguna desaprensiva de algún ayuntamiento nos invita a que vayamos a hacer nuestro lo que sea que hagamos a otras ciudades: vamos a Jerez, Salamanca, Alcalá de Henares, Ibiza. Sale bien en todas partes menos en Ibiza. En Ibiza la cagamos. A veces pasan esas cosas. No hacemos un buen show. En Bilbao sí, cambiamos el material y funciona. Se ríen hasta los técnicos. Agitan los hombros de la risa. Lloran de risa. Tomamos nota.

El tiempo pasa rápido, cada vez más rápido. Seguimos autogestionándonos y actuando en Madrid. Queremos ir a Barcelona, tenemos muchas ganas de ir a Barcelona. Nos juntamos con nuestro amigo Joan Pons, que conoce a los dueños del Teatro Apolo.

-¿Tú crees que podemos actuar allí?

-Claro. Pero a cambio quiero que nos hagáis un podcast para la radio que estamos empezando.

-Sí, por supuesto.

-¿De qué?

-No sé, tenemos unos siete u ocho puntos escritos en un papel.

Lo llamamos Deforme Semanal Ideal Total y lo hacemos en Barcelona una vez al mes. Es de cultura general, entendiendo por general cualquier cosa que nos interese a nosotras, que son las cosas que nos interesan y ya está. Es septiembre de 2019. El tiempo sigue pasando rapidísimo.

Comienzan a suceder más cosas extrañas. El podcast no nos pone nerviosas. Nos brota como un manantial, funciona solo. Empezamos a actuar en el Teatro Apolo de Barcelona. Se llena rapidísimo. Confirmamos nuestras pequeñas manías antes de salir al escenario. Isa necesita cantarle a Lucía mientras baila entre bambalinas, Lucía necesita gritarle: “Deja de cantarme, hostias”, también entre bambalinas.

Nos damos cuenta de que nuestro destino, en realidad, era ese: la conversación radiofónica. Funciona muy bien. Radio Primavera Sound nos acoge, cambiamos la autogestión por la gestión. Marta Salicrú e Ivone Lesan se convierten en personas en las que depositamos nuestra confianza ciega. Nuestra familia deja de cargar muebles antes y después de salir a escena. Marc y Jelen siguen con sus propios programas, con éxito absoluto. Gracias, familia.

El podcast funciona tan bien que ahora lo hacemos quincenalmente. A veces en un estudio, a veces en directo. Mantenemos los teatros. Ahora hacemos el podcast en el escenario y nos va cada vez mejor. Creemos en la posibilidad de la estabilidad, quizás, ya, por fin, después de correr tanto.

Y entonces un murciélago estornuda en China y se cierran los teatros en todo el mundo. Bueno, en realidad todo cierra. Lucía pilla covid. Isabel no. Mantenemos el podcast, grabándolo semi chapuceramente en nuestras propias casas. Eso nos mantiene cuerdas. No tenemos dinero, pero tenemos algo que hacer. Justo en ese momento, cuando todo parece detenido, pasa algo más extrañísimo todavía: el podcast explota. Encontramos ya definitivamente a nuestro público. Es el mismo de los teatros, pero más y más y más. La gente comienza a escribirnos cosas similares: me estáis salvando la pandemia. Me separé gracias a vosotras. Leí esos libros que recomendáis.

Es una cascada que no cesa, se incrementa exponencialmente, y nos sorprende y maravilla a partes iguales. Después de todo lo que hemos recorrido, ¿es esto posible? Lo es. Se reabren los teatros a mediodía y los llenamos. Una y otra vez. Se nos ocurren estupideces y las ponemos en práctica y funcionan. Lo fundamental sigue igual: Isa y Lucía escribimos, y nuestras nuevas compañeras ponen en práctica lo que queremos hacer. No tenemos equipo de comunicación, ni representante ni estilistas. Solo escribimos sobre lo que nos gusta y eso llega a cada vez más gente. A la vez, comienzan a surgir cada vez más podcasts conversacionales. Y más. Y más.

Todo avanza muy rápido, cada vez más.

Es 2021 y nos dan un Premio Ondas. Nos lo comunican por teléfono, solo que no nos lo comunican en realidad, porque Isa está durmiendo la siesta y no coge el teléfono, así que nos enteramos por la radio. Nuestra amiga Violeta Comella nos deja dos vestidos muy bonitos y damos un discurso que ninguna de las dos recuerda y que preparamos en el mismo trayecto de tren de camino a Barcelona, dos horas antes. Ni idea de qué tal salió, bastante teníamos con estar ahí en ese escenario, sin caernos.

El humor, un arma de doble alcance en Internet: ocurrencias pero también mucha crítica política

El humor, un arma de doble alcance en Internet: ocurrencias pero también mucha crítica política

Nos invitan a setecientos programas a los que no vamos nunca para hablar de los límites del humor. Nos proponen hacer series, libros, películas y decimos que no a todo. Mantenemos la cabeza fría. ¿Cuales son nuestros límites del humor? Hemos aprendido en todo este tiempo que es usar el micro de manera vengativa contra quien no puede defenderse. Ese es nuestro límite.

En verano de 2023 decidimos volver a donde estamos más cómodas: damos otro salto y volvemos a la autogestión. Nuestro público puede acceder a contenidos hechos a medida pagando una pequeña cuota y mantenemos con él, con ellas, con nuestras concursantas, una relación cada vez más estrecha. De momento, funciona. Tenemos micros propios y un pequeño equipo formado por Stephane, Adriana e Ivone, que gestionan y ayudan y nos piden cosas. A veces les hacemos caso.

En 2024 Isa sigue cantando antes de salir al escenario mientras Lucía huye de ella.

Más sobre este tema
stats