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Si Schumann levantara la cabeza... ¿qué pensaría de la Europa de los Veintisiete?

Robert Schuman, ministro de Asuntos Exteriores francés, tras la firma del Tratado del Atlántico Norte, bajo el retrato de Lafayette en la Embajada de Francia en Washington en abril de 1949.

Hace 74 años, el ministro de Exteriores francés Robert Schuman pronunciaba un discurso que iba a cambiar la historia de Europa. Él no lo sabía, pero ese 9 de mayo de 1950, de espaldas a una dorada chimenea en el parisino Palacio de Quai d'Orsay, sede de la cartera de Exteriores de Francia, este político plantaba la semilla de lo que hoy conocemos como la Unión Europea. Schuman, de nombre interminable (Jean-Baptiste Nicolas Robert) y doble nacionalidad (francesa y alemana, pero nacido en Luxemburgo) parecía destinado a cerrar las heridas de un continente desangrado por la guerra entre, precisamente, sus dos países de origen. Y así lo hizo, con una trayectoria política donde desempeñó varios cargos en Francia, ocupando las carteras de Hacienda, Justicia y Exteriores y de la que hoy es heredera la UE. 

Schuman murió en 1963 a los 77 años, por lo que no vio en lo que se convertiría la unión que él proyectó. De hecho, en el momento de su muerte, tan solo se había firmado el Tratado de Roma, el cual creaba una Comunidad Económica Europea a la que tan solo pertenecían unos pocos Estados. Pero la pregunta es ¿qué pensaría Schuman de la actual Unión Europea? Pese a sus conexiones con Dios (está en proceso de beatificación en la Iglesia Católica) no podemos saber exactamente cuál sería su visión del trabajo de los 27, pero, y pese a lo diferente de las épocas, sí que nos podemos acercar, por su pensamiento, a cómo se sentiría con respecto a la actual UE.

En su discurso del 9 de mayo, el ministro de Exteriores francés se centraba en dos aspectos claves para entender la unión de Estados a la que quería aspirar: la paz y la unión económica. "La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan. La puesta en común de las producciones de carbón y de acero cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas”, decía el político francés.

La Europa de hoy en día está mucho más integrada y unida que en la que vivió Schuman, pero todo eso no ha evitado que la guerra vuelva al viejo continente. “Yo no sé si Schuman estaría muy contento, porque tanto él como Jean Monnet pusieron mucho énfasis en el fin de los conflictos, tanto que llegaron a decir que la guerra entre Francia y Alemania no solo debía ser impensable sino también materialmente imposible. Es verdad que eso lo consiguieron, pero no sé si podemos decir que vivimos ahora mismo en tiempos de paz”, reflexiona Emilio Ordiz, periodista especializado en la Unión Europea y analista de El Orden Mundial. 

En nuestros días, con la guerra de Ucrania y, sobre todo, con la posibilidad de que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca y eso pueda fortalecer aún más a Putin para continuar su invasión más allá del país presidido por Zelensky, el factor bélico parece más en auge que nunca. “Yo diría que ni la guerra de los Balcanes tuvo una repercusión tan grande, ya que ahora el choque estratégico con Rusia es mucho más poderoso de lo que era el conflicto en ese momento. Por ello, creo que la Europa ideal de Schuman iba en una dirección muy diferente a la que van algunos líderes europeos que abogan, por ejemplo, con mandar tropas a Ucrania. Eran temas que Schuman quería desterrar completamente del debate”, zanja Ordiz.

Más allá de Ucrania, el otro lugar del mundo en el que no reina la paz está a muchos kilómetros de Europa. Gaza es, probablemente, el gran talón de Aquiles en cuanto a la política exterior de la UE y su respuesta poco contundente ha favorecido a que Europa sea un actor menor en el conflicto, pese a los grandes intereses que suscita la zona. Sin embargo, para Álvaro Oleart, investigador de la Université Libre de Bruxelles y de la Universidad Carlos III especializado en temas europeos, a Schuman no le habría sorprendido la actitud de los Estados Miembros. “Cuando hizo la declaración, su obsesión era principalmente mantener la paz dentro de Europa, pero las guerras en otros sitios le preocupaban mucho menos. Esto se ve muy bien con Ucrania, de la que Von der Leyen dice que es parte de la familia europea mientras que con Palestina se mantiene más alejada”, explica Oleart.

Otro de los puntos fundamentales de la declaración de Schuman era la necesidad de una Europa unida para ser relevante y sobresalir en un contexto internacional tan complejo como el de después de la Segunda Guerra Mundial. “Si Schuman viviera actualmente vería que tenía razón en pensar en una unión que nos mostrara la necesidad de una interdependencia sin hegemonías. Europa perdió espacio e influencia después de la Segunda Guerra Mundial y Schuman vio que la unión era la solución a esa sinrazón nacionalista. Ahora estamos en un momento diferente pero que nos lleva a la misma conclusión. Europa es ahora más pequeña que lo que era en unas décadas, pero como en 1950 más unión es la respuesta”, defiende Lina Gálvez, eurodiputada del grupo socialdemócrata en el Parlamento Europeo. 

Jorge Tuñón, catedrático Jean Monnet, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y experto en la Unión Europea, continúa una línea muy parecida a la de Gálvez. Cree que la Unión Europea vive un momento de declive geopolítico, muy influido por el factor demográfico, del que debe salir exhibiendo y liderando en materia de "diplomacia pública, cultural y científica", pero también "cooperación y promoción de los valores democráticos, los derechos humanos y la paz".

Un 9 de mayo más pendientes de Rusia que de Europa

En ese sentido, el del peso de los intereses estatales por encima del europeo sería otra de las preocupaciones de Schuman si viviera hoy. “Creo que estaría muy orgulloso de todo lo que hemos avanzado después de una declaración que, de base, ya era muy ambiciosa. Pero creo que en momentos concretos sí pensaría que se podría haber sido incluso más ambicioso aún si ciertos países dejaran de pensar tanto sus intereses nacionales. Uno de los puntos fundamentales es que ahora mismo nos rompemos la cabeza diciendo que es muy difícil llegar a consensos mínimos cuando en el momento en el que él vivía sí era realmente muy complicado llegar a esos acuerdos”, opina Carlos Gil Soriano, especialista en asuntos europeos y fundador de Yepso!, una empresa destinada a la formación de personas para acceder a las instituciones europeas, que también cree que, pese a la gran integración actual, Schuman sí que soñaba ya en el 1950 con una unión mucho más política. 

En este sentido, Vicente Palacio, director de Política Exterior de la Fundación Alternativas cree que Schumann apostaría también por esa mayor integración política, económica y social y, también por una ampliación a un mayor número de países. "Estaría contento de que su impulso inicial haya resultado en una Europa con un entramado instucional fuerte, amplia, grande y con un peso en el mundo. Sin embargo, también estaría preocupado por algunos signos de fragmentación y de nacionalismo que no estaban presentes en su época, en la que precisamente se intentaba por encima de todo de superar el nacionalismo después de la Segunda Guerra Mundial", explica Palacio.

Precisamente, de esta pulsión más nacionalista nace otra de las cuestiones que más inquietan a la Unión Europea: el auge del euroescepticismo. “Schuman estaría muy contento de que lo que empezó como la Comunidad Europea del Carbón y del Acero sea ahora una unión fuerte y con instituciones propias y, de hecho, en el contexto del euroescepticismo creciente sería muy defensor del proyecto europeo común”, afirma convencida Cristina Gallego, creadora de contenido en redes sociales sobre la Unión Europea en la cuenta EUgenias. Una visión que comparte también Gálvez, que cree que Schuman comprobaría cómo es necesaria una mayor integración política y fiscal para reducir las desigualdades y que ese proyecto que él impulsó se mantenga y no se vea comprometido por la desafección social.

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