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Manuel Jabois: “En muchos momentos de 'Line of duty' y de nuestra vida hay que ir contra la ley”

Manuel Jabois es un brillante periodista en El País, colaborador en diversos medios y ha presentado recientemente su tercera novela, Miss Marte. “Creo que he dado dos saltos adelante respecto a Malaherba, tengo más experiencia”, señala. A pesar de esta afirmación, su tono es más proclive a mostrar sus inseguridades. No respecto a Line of Duty, la ficción de seis temporadas que acaba de finalizar y puede verse en Netflix y en Movistar+, a la que llegó por recomendación de Eneko Ruiz, colega periodista, cuando buscaba una propuesta de intriga compleja.

La serie sigue a tres personajes de la unidad policial AC12, de Asuntos Internos. Los agentes Kate y Steve y el jefe Hastings, “el último bastión de Occidente” para Jabois, quien destaca la estructura de la producción: “Tiene algo interesante, una trama larga, subterránea, que prácticamente abarca todas las temporadas, late por debajo y luego en cada temporada hay un caso concreto que finalmente suele ramificarse hacia ese otro general, sobre la corrupción policial en los más altos mandos”.

Esta complejidad a veces le ha generado problemas: “Si la has seguido año a año como yo, tienes que refrescarlo un poco. Recurro a Google para recordar el personaje del que hablan o a quién mataron. Estoy convencido de que estos tipos al final han tenido el mismo problema que tuvo Howard Hawks cuando trasladó a la pantalla una novela de Dashiell Hammett, que había un muerto que no sabían a quién atribuir y fue al novelista a preguntarle: ‘¿Éste de quién era?’. ‘No tengo ni idea ya de quién lo mató, se me quedó ahí colgado, es un cabo suelto, por favor, no lo utilices porque quedamos en evidencia todos”. Y en este caso hay momentos en los que puedes pensar que ocurre algo así. Pero en general está todo superbién atado”.

“Yo a cualquiera que diga que es inocente ya lo descarto”

Esta estructura resulta también uno de los grandes atractivos: “Yo soy por encima de cualquier otra cosa, por encima incluso de lector de periódicos, lector de Conan Doyle, los Sherlock Holmes los tengo casi memorizados. Y ese tipo de literatura o ese tipo de narración me entusiasma muchísimo. No porque esté jugando continuamente a ver si yo lo adivino, porque soy muy malo en eso. Soy extremadamente torpe. Yo a cualquiera que diga que es inocente ya lo descarto, es tremendo. Pero es un tipo de narración muy británica y la admiro mucho”. Lo mismo que le pasa con los personajes le pasa con los actores, reconoce: “No soy un gran crítico de interpretaciones. Me las creo casi todas. Tienes que ser muy malo para pensar: ‘no’. Me gustan muchos”. Tampoco especula sobre por qué la serie se ha convertido en un fenómeno extraordinario de audiencias en la televisión en abierto en el Reino Unido: “No soy nada bueno interpretando al gran público. Ni sé muy bien lo que quiere ni lo que no quiere y sé que es muy caprichoso. Me alegro muchísimo porque la factura es de calidad altísima”.

Tiene más claro por qué gusta en su entorno: “A mí lo que me enganchó y a la gente con la que trato, lo hemos hablado bastante, es ese dilema que plantea continuamente sobre la ética y la moral. Hablamos de tipos con una altura moral y ética sobresaliente, casi inhumana. Una unidad de élite de anticorrupción, por un lado, plantea ¿quién vigila a los que vigilan? y, por otro, dentro de ese alto concepto de la ley, de ese funcionamiento interno, de vez en cuando se introduce el factor humano. El momento en que tienes que tomar una decisión, si estás de acuerdo con la ley o con lo que te está pidiendo el corazón porque sabes que sería una injusticia aplicarle la ley a una determinada persona. Ocurre además en todos nuestros ámbitos de la vida”.

“Cuesta cantidad de injusticias pequeñas y fallas éticas mantener un alma incorruptible”

“Hay una frase que decían, —prosigue— no sé si cierta, de los asesores de Gandhi: ‘Hay que ver la cantidad de dinero que cuesta mantener a Gandhi pobre’. Hay que ver la cantidad de injusticias pequeñas y de fallas éticas que a veces cuesta mantener un alma incorruptible. En este caso creo que son valiosísimos esos personajes, valiosísima su dedicación profesional. Cuando la vida choca con la ley a veces genera dilemas que son irresolubles. En muchos momentos de esta investigación policial y en muchos momentos, creo yo, de nuestra vida, hay decisiones que van en contra de la ley, o en contra del reglamento. No estoy hablando de grandes decisiones contra leyes que todo el mundo considera inatacables, pero hay trampas. Te puedes saltar el procedimiento de vez en cuando por un bien común. Y esta serie precisamente yo creo que recoge un poco de eso”.

A lo mejor por eso el departamento policial de Asuntos Internos le parece “el peor trabajo del mundo. Ayer se lo decía a mi pareja. Ni con un palo toco yo algo parecido a eso. Ese y el de infiltrado. Estoy viendo Oficina de infiltrados (Movistar+), que me parece otro serión. Vas haciendo el bien pero para lograrlo haces pequeños y continuos males. Aquí tu trabajo es sospechar, cansadísimo, y te impide llegar a empatizar del todo con alguien. Incluso en la relación tan especial que tienen los tres, Steve, Kate y Hastings, caray, siempre están, también entre ellos: ‘¿Por qué esto y por qué lo otro?’. Tienen vidas personales destrozadas, aunque no se incide mucho. Pero si hiciéramos una Line of duty fuera de la oficina serían tres seres humanos con verdaderos problemas de carácter y a la hora de formar una familia y de tener un círculo de amigos, no solo por la exigencia del trabajo, también por la autoexigencia y estar atentos a si los demás están haciendo o no el bien”.

Jed Mercurio, creador y guionista de Line of duty, médico de profesión, debutó con la serie hospitalaria Cardiac arrest, que fue elegida por los médicos como la más realista en su género. En este caso sorprende el rigor con el que se detalla el procedimiento policial: “Soy periodista y me encanta —celebra Jabois—. Entiendo que haya espectadores que piensen que llevan ya diez minutos de enumeración de leyes, a mí personalmente me gusta pensar que las cosas ocurren así. Sé que es ficción, pero está perfectamente ajustada a una unidad de anticorrupción real”. Cada vez que comienza un interrogatorio, la máquina que lo graba emite un sorprendentemente largo sonido, del que dice el escritor de Sanxenxo: “Hay episodios que me tiraría enteros escuchando el pitido nada más. Los tíos están ya mirándose como pensando si rompen la máquina. No sé si ya están mirando los personajes o los propios actores. Pero me parece una de las señas de identidad más reconocibles de la serie. Estoy dispuesto a delinquir solo para escuchar el pitido de primera mano”.

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Además de seguir los pasos de Miss Marte, novela que él mismo explica, acaba de estrenarse como guionista, renovando uno de los más clásicos mediometrajes de la serie Historias para no dormir, El asfalto:Me he divertido mucho, firmo con un monstruo, Rodrigo Cortés, estoy con una directora reconocidísima y premiadísima, Paula Ortiz, con la que ha sido una maravilla poder trabajar, se está rodando estos días en Madrid con Dani Rovira e Inma Cuesta y para mí ha sido alucinante poder hacer algo así”.

Una vez más confiesa divertido sus límites: “Me perdía un poco escribiendo con mis literaturas, estoy acostumbrado a escribir libros, crónicas, y el guion te pone en tu sitio inmediatamente. Cero expresar sentimientos y emociones que no puedan reflejarse en pantalla y que no pueda percibir el espectador. En una primera versión yo, claro, digo: ‘Voy a contar la historia a lo grande’ y el tipo se queda atrapado en la Gran Vía y hay un momento en el que llegan dos helicópteros. La producción vio el guion y debieron pensar: ‘Este chico no hace muchos guiones, ¿no? Porque aquí vamos a necesitar 30 millones de euros de presupuesto’. Así que se está haciendo con muchos recursos pero sin cerrar Madrid”.

A pesar de no tener dos semanas libres en los próximos años, le ha gustado el aprendizaje y no descarta el trabajo en guion a medio plazo, puede que adaptando sus propios libros según afirma: “A veces les coges tanto cariño a los personajes que no te apetece ponerlos en manos de otros aunque tengan mucho más talento que tú”.

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