Educación, adoctrinamiento y política

José María Barrionuevo Gil

¡Hay que ver cómo está el patio! Y no el de la escuela. En la escuela nacional, pero pública, de aquella casi eterna postguerra, muchos aprendimos hasta el Cara al sol, que cantábamos todos los días, a la entrada, formados en el patio interior, totalmente umbrío durante todo el día, de aquel caserón de preciosa entrada, entrada de palacete. Recogimos la educación del régimen, aquel régimen de regimiento, que nos adoctrinaba para que fuéramos hombres de bien, porque de mujeres de bien ni se hablaba.

Hoy día, sabemos que la educación es para sacar lo bueno de cada niño o niña, que pueden llegar a buenas cotas de sabiduría, empatía y buenos tratos entre iguales y también entre mayores y menores. Sin embargo, nos encontramos con unos réditos y rendimientos que caen rendidos ante las pulsiones antiguas de un acostumbrado rendimiento escolar bastante doctrinario, si no nominalmente, sí factualmente, porque falta la semilla, que germina y enraíza, del contraste de pareceres, de la puesta en común y del tan preciso y apreciado consenso.

En el camino de la educación, igual que en la andadura política nos seguimos encontrando con las mismas pulsiones de antaño de quienes se creen que el cortijo es suyo y que, sin querer queriendo, pringa resbalosamente a casi todos los partidos políticos; decimos “casi”, porque con optimismo dejamos la puerta abierta para que no pueda ofenderse nadie.

Se llega, a veces, a tal situación de enajenación mental, que a quien tiende a abrir la educación con igualdad y equidad para todo el personal que ya vive en el siglo XXI, se le tacha de doctrinario. No obstante la dinámica de los partidos todavía sigue en un summum de representatividad, a todas luces, demasiado excluyente, ya que el jefe o la jefatura están revestidos de autoridad, aunque esta sola sea representativa de la mayoría. Hay que hilar más fino y nos tenemos que dar cuenta de que en el cuadro de Las Hilanderas, hay diversidad de niveles, posturas, luces... y que no se debe abandonar siempre la responsabilidad ni en manos de la jefatura ni de la mayoría.

A mucha gente se nos antoja que la educación y la política son unos talleres en los que hasta el maestro puede aprender de sus trabajadores y trabajadoras, porque las perspectivas no siempre son únicas ni todos los problemas se solucionan de la misma manera, o, a lo sumo, solamente de dos por aquel viejo brebaje de la maniquea pasión, que tantos dolores de cabeza nos ha costado y tantos pesares de ánimo nos ha producido. El todo o nada es un doctrinario, muchas veces inconsciente, que nos lleva a descalabrarnos para quedarnos inhabilitados para una buena temporada. Ya Fidel Habib nos tiene dicho que “tenemos que entender bien el tema de la radicalidad, porque sabemos que las raíces también crecen y se renuevan”. Todos sabemos que también existen raíces adventicias e incluso raíces aéreas, que luego se encargan de sostener el desarrollo de ramas, que se quebrarían si no encontraran sostén con el tan oportuno desarrollo de aquellas. También sabemos que hasta los árboles de hoja no caduca pierden hojas, aunque, como se renuevan siempre, nos dan el pastel de su frondosidad perpetua.

Sin ir más lejos, en política, tenemos memoria de aquella abstención del PSOE para que gobernase el PP. Pues bien, entonces nos alegramos de que muchos diputados del PSOE votaron no. Pensamos, incluso antes de la votación y conociendo el paño que siempre nos quería vender el PP, que lo suyo hubiera sido concederle unas cuantas abstenciones, con un pequeño margen, para avisarle de que no era ningún cheque en blanco la concedida abstención. El que se castigara a los que votaron no, nos confirma en lo que hemos dicho, hace un rato sobre el rigor insano de la autoridad del partido. No queremos hablar ahora de la ejecutiva del PSOE ni de las siguientes elecciones que terminaron metiéndonos a la extrema derecha en el Parlamento.

La reciente votación de la reforma laboral nos confirma en qué hay que aprender, porque además del contrasentido que tenía el votar igual que el PP y cía, en un asunto de tan gran calado y responsable oportunidad, no se previó que el dejarse de monolitismo de algunos socios hubiera sido saludable y, a la vez, aviso de caminantes para el Gobierno, porque con haber prestado unas cuantas abstenciones de margen no significaba una rendición, sino un alto en el camino, pero que en la próxima curva nos volvemos a ver, porque no hay que acelerar demasiado para pasar la primera. Ya, visto lo visto, y con el penúltimo suspiro de todos los socios del Gobierno, pensamos que no se levantarán por el Gobierno de coalición las lanzas de las horquillas.

José María Barrionuevo Gil es socio de infoLibre

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