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Sobre la eutanasia

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Antonio García Gómez

Hace muy pocas fechas se ha aprobado en la sede de la soberanía popular, seguramente, una de las leyes más importantes de los últimos años, que ha llegado acorde a los avances sociales y los derechos humanos que puedan permitir sentirnos más humanos, más satisfechos de nuestra imperfecta evolución, en dirección a una sociedad más justa, más saludable.

Con el voto contrario de los de costumbre, de los mismos que una vez hechas las abluciones de respeto y acatamiento a los mandamases, también de costumbre, tan atentos a sus magias y rituales con tal de conservar su poder a costa, si hace falta, que lo hace, del sufrimiento, incluso de quienes no quieran sufrir, han vuelto a poner pie sobre pared y, de nuevo, se han negado a ponerse del lado de la sociedad, del lado del humanitarismo, del lado de la libertad, esta vez sí, personal y decisoria sobre el trance más duro de nuestra existencia.

Decía hace un tiempo Juan Marsé: “Así pues la vejez era esto, una atención persistente y fatigosa al cuerpo. Es el principio del fin”.

Un fin cercano, reconocible, en trance de ser aceptado aunque ni siquiera sepamos que siempre ha estado, ahí mismo, a la vuelta de la vida, confiados en que la vida siempre habría de ser compensatoria, incluso cuando se decida que ya no se quiere… vivir más, o malvivir en inaceptables condiciones.

Y no es tan contradictorio, también, como dice Juan José Millás: “Decidir el viejo que se quiere ser”, e incluso el joven, el adulto que ya ha dejado de, simplemente, ser… viable para la vida.

Porque ya no se trata de aceptar la muerte que será inevitable, sino el acercamiento a la misma y sobre todo aceptar la clase de muerte que nos espera, a unos antes que a otros, siquiera por probabilidad.

Y porque se ha vivido y se vive, y se ha amado y se ama la vida, uno, al cabo, también desea resolver el trance final, sobre todo si se pierde la posibilidad absoluta de gestionarlo dignamente.

Y, por eso, sin que se llegue a la obsesión, uno se pregunta a menudo, siquiera sin verbalizarlo, y ¿cómo moriré? Y, ¿podré decidir hasta y cuando dónde parar?

Incluso tras haber llegado a la conclusión de que “el ataúd es el trasunto del útero”, como Juan José Millás, y que, por lo tanto, la muerte también forma parte de la vida.

Porque es verdad no supimos que íbamos a nacer… pero sí deseamos saber cómo iremos a morir, o, mejor dicho, cómo querremos morir.

Con un 87% de nuestra población señalando su aceptación de ese hecho, de esa posibilidad, es decir, de la existencia de la ley recién aprobada, a favor, pues, de la eutanasia, siquiera para quienes no estén obligados por su fe a seguir ciertas regulaciones, digamos, que “religiosas”, digamos que de “credo”.

Y con todo, una vez más, “políticos del PP y Vox siempre por detrás de las necesidades reales de sus compatriotas”, han vuelto a oponerse, como frente al divorcio, como frente a la regulación del aborto, como al matrimonio homosexual, como ante la ley de igualdad, como para oponerse a la violencia de género… Aunque vuelvan a mentir y arguyan que el derecho a elegir, es decir a la eutanasia en este caso, no sea una demanda social, que sí lo es.

Mientras la jerarquía eclesiástica, compinchada con la derecha cavernaria, la que ahora mismo fluye miasmática entre nosotros, y saca pecho, a favor del ultraliberalismo, afianzando la insolidaridad, en virtud del sálvese quien pueda, que si yo me lo puedo pagar haré de mi capa un sayo, vuelve a desear e intentar hacernos pasar a todos bajo sus creencias y disposiciones. Mientras el resto, que somos la mayoría y pertenecemos a la clase de los parias, tendrá que rabiar, hacer penitencia, arrastrar cadenas con los pies descalzos y rabiar como perros/as… para mayor “honor y gloria” de la santa fe que promete, allende nuestras vidas en este valle de lágrimas, el paraíso… ¿al fiado?, pues por eso.

Porque no hay clemencia ni respeto, ni postulados humanos ni solidaridad, solo imposición y claudicación “obligada” ante quienes desean seguir en el machito de la manipulación, el ordeno y mando, y “obedezca porque yo se lo digo y es lo que más le conviene”, no lo que cada uno haya decidido.

La derecha se une en la irracionalidad y la insensatez

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Todas nuestras vidas suspirando, rezando, por una muerte digna… puesta en manos de quienes han decidido por nosotros.

Incluso con la mala baba de querer sustituir la eutanasia con los “cuidados paliativos” que, por cierto, ya se contemplan, aunque es verdad, una muestra más de la hipocresía de la derecha, sin una regulación precisa y generalizada.

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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