La gran familia
Nada me produce más sonrojo en las manifestaciones públicas de Isabel Díaz Ayuso que esas apelaciones victimistas a la familia como lo más sagrado del mundo. La razón es que atisbo que no se trata sólo de la fundada en la consanguinidad sino de otra mucho más amplia que atañe a sus lazos con la oligarquía delincuente que se ha instalado a perpetuidad en la comunidad de Madrid.
No me cabe ninguna duda que, desde que tuvo lugar el indignante tamayazo, el ciudadano de la Comunidad de Madrid tiene derecho a pensar que está siendo gobernado desde aquél fatídico 20 de noviembre de 2003 por una banda de delincuentes organizados.
Mediante comportamientos, prácticas y estratagemas del más puro estilo mafioso, no exentas en muchos casos de nuestra particular idiosincrasia chapucera, que a mí particularmente me recuerda a las películas de chorizos (no precisamente de Cantimpalo) y delincuentes de poca monta que representaron magistralmente nuestros míticos cómicos durante los años dorados del desarrollismo franquista, hemos asistido a un progresivo asalto a las instituciones y a los bienes de todos para ponerlos al servicio de una oligarquía madrileña privilegiada que pretende perpetuar per saecula seculorum sus prebendas.
Una oligarquía educada desde las primeras babas en el chanchullo y el ventajismo, en el amiguismo y en el nepotismo; como si no tuvieran lo suficiente para vivir, avara hasta la extenuación cuyo norte del éxito social es el ganar mucho y el vivir a todo lujo trabajando lo menos posible; rentista y con sentimientos materialistas compatibles con el catolicismo formal de incienso, oropéndolas y alhelíes, que diríase que ha sido clonada por calvinistas suizos si no fuera porque aún creen en la pureza de la Virgen María...
Una oligarquía que se las sabe todas para delinquir sin que se note, que para eso está el abogado amigo de toda la vida; una oligarquía heredera de esa máxima ilustrada de "todo para el pueblo pero sin el pueblo" que uno no sabe por qué ejerce tanta fascinación en ese pueblo llano y en el populacho si no fuera por ese sustrato monárquico anclado sempiternamente en el madrileño, orgulloso de su casticismo, de su chulería verbenera, de sus manolas y de sus fritangas, desde la época de la Restauración canovista ("Madrid al amanecer", decía Baroja, "huele a fritanga de churros y buñuelos").
Oligarquía que no tiene empacho en expulsar a los pocos honestos que hay en sus huestes cuando alguno se atreve a airear o denunciar sus corruptelas y sus vicios ética y moralmente reprobables.
Esa es la gran familia de Ayuso, digna heredera, hija predilecta de la "madrina" Aguirre y que lleva camino de superar con creces a sus "hermanos" mayores González y Cifuentes. No nos engañemos: esa es la gran familia a la que pertenecen también los hermanos descarriados de la monja Monasterio y del alférez Abascal.
Un dato: desde 1995 no hay alternancia posible. ¿Hasta cuándo? ¿Se atreverá alguien a decir ¡basta ya!?
Javier Herrera es socio de infoLibre