Un gobierno con fisuras evidentes se presenta para muchos como la única opción racional frente a una alternativa que amenaza con el naufragio de consensos sociales y derechos consolidados.
En la compleja encrucijada política que atraviesa España, una parte del electorado no se guía por la ilusión, sino por el pragmatismo. La situación del gobierno de Pedro Sánchez evoca una poderosa metáfora: es preferible navegar en un barco que hace aguas, con una tripulación que genera desconfianza, que lanzarse a un mar infestado de tiburones.
No se trata de una defensa ciega del Ejecutivo. Los casos de corrupción que salpican al PSOE, la opacidad en pactos parlamentarios clave o la sensación de una improvisación constante para asegurar la gobernabilidad son motivos de justificada inquietud. Son vías de agua en el casco de la nave, fisuras que erosionan la confianza ciudadana y alimentan el descontento. El afán por mantenerse a flote en un parlamento fragmentado ha llevado a decisiones difíciles de digerir y a un desgaste innegable.
Son vías de agua en el casco de la nave, fisuras que erosionan la confianza ciudadana y alimentan el descontento
Sin embargo, la alternativa que se perfila en el horizonte obliga a sopesar los riesgos con crudeza. Un posible gobierno que cuestione consensos sociales arraigados, que promueva una recentralización capaz de avivar las tensiones territoriales o que enarbole una agenda de retroceso en derechos y libertades se asemeja a un naufragio seguro y definitivo. La disyuntiva no es entre una travesía cómoda y una incierta, sino entre la incomodidad y la certeza de un destino mucho más aciago.
En este contexto, la elección se convierte en un ejercicio de pragmatismo defensivo. Apoyar al gobierno actual, o al menos no contribuir a su caída, puede no ser una opción entusiasta, pero sí la más racional para quien teme un viraje drástico. Como en la vieja disyuntiva, es preferible estar enfermo y luchar por la cura que aceptar la muerte sin resistencia. Aferrarse al timón de este barco averiado, exigiendo reparaciones y un rumbo más claro, parece, hoy por hoy, la única forma de no acabar a la deriva.
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Alberto Loya Cruz es socio de infoLibre.
Un gobierno con fisuras evidentes se presenta para muchos como la única opción racional frente a una alternativa que amenaza con el naufragio de consensos sociales y derechos consolidados.