Juan Diego: "Hijo de la resistencia”

Antonio García Gómez

En el otoño de 1975, haciendo la mili de antaño en Madrid, acudí a ver una obra de teatro, habiendo escuchado previamente rumores ciertos de que estaba promoviéndose una huelga de actores y actrices. Asistí, concretamente, al Teatro de la Comedia. No me acuerdo de la obra aunque sí soy capaz de rememorar perfectamente cómo, al término de la representación, y en medio de un frufrú creciente, el escenario fue “asaltado” pacíficamente por numerosos intérpretes de la escena española para explicar las razones de sus reivindicaciones, tales como tener derecho a un día a la semana de descanso, una función diaria, al cobro de los ensayos, a unos convenios laborales justos…

La presentación de tales reivindicaciones fue acogida con aplausos por los espectadores, al tiempo que la sala era invadida por agentes policiales que intentaron detener a los actores y actrices del escenario y, a su vez, proceder al desalojo, más bien violento, de quienes habíamos acudido a la representación.

Recuerdo que entre quienes hablaron, profesionales de la interpretación, destacaron dos rostros que quedaron sellados en mi memoria para siempre: Tina Saiz y Juan Diego. 

Juan Diego acaba de morir y un halo de pesadumbre ha sobrevolado sobre mi memoria, sobre el reconocimiento debido a tal actor y a tal compatriota, a quien se presentaba más que como “hijo de la democracia”, como “hijo de la Resistencia”.

Precisamente contra el empeño de otros muchos que desearon y desean, con intención y con alevosía, perseverar en el olvido, precisamente en el olvido a quienes lucharon para defender la democracia amenazada, asaltada y atacada en los aciagos años del golpe de Estado y posterior guerra civil.

Cuando todavía permanecen miles de ellos, desaparecidos, en fosas anónimas, ocultas, mientras se insiste una y otra vez en la mentira miserable de que no hay que “abrir las heridas”, cuando tal vez lo que precisa este país sería todo lo contrario: abrir bien las heridas para limpiar y retirar la hez y reparar el daño y la persecución que aún hoy continúa.

Y en estas pasó, a menudo, su existencia Juan Diego, fiel a su tiempo, leal testigo y cabal denunciante del horror sufrido por “la media España a la que se le heló el corazón”. Dando ejemplo, emocionando, haciendo de altavoz de tantos y tantos que no queremos practicar el… olvido.

No reivindicaba Juan Diego una “democracia dentro de un orden, dentro de unos límites, con una transición pactada” y sellada un funesto 23 de febrero de 1981.

Por eso y antes bien al contrario, Juan Diego reivindicaba, a la menor oportunidad, la recuperación de la memoria, por el derecho de todos y de todas de ser recordados con respeto y memoria.

Por eso Juan Diego, excelente intérprete del “señorito Iván” en “Los santos inocentes”, jamás pudo ni quiso ser un “señorito Iván”.

Por eso hoy ha perdido España, el teatro y la ciudadanía española un hombre bueno, un hombre con coraje, un hombre al que siempre “le quedó la palabra”.

¡Salud! … “compañero del alma, compañero”.

Antonio García Gómez  es socio de infoLibre

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