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A Podemos le cuesta mucho decir "república"

Domingo Sanz

No habría elegido un título de los de meter el dedo en la llaga si el pasado viernes 11 de mayo, Julio Rodríguez se hubiera atrevido a pronunciar la palabra “república”, en lugar de hacer malabarismos verbales para esquivar la presión de una Julia Otero que lo intentó por activa y por pasiva en la entrevista al hoy dirigente de Podemos y ayer jefe del Estado Mayor de la Defensa. A un militar se le presume valentía a título personal. Y más si hace política. Para diferenciarse.

Tampoco me habría decidido a molestar con el título si Pablo Iglesias no eludiera pronunciar la citada palabra, “república”, una y otra vez desde principios de 2015 para sustituirla por eso de: “Es preferible que el jefe del Estado sea elegido en las urnas”. Una frase que, además de cobarde, constituye toda una declaración de intenciones a favor del modelo a priori más autoritario de república, la presidencialista. Mejor algo como lo que funciona en Alemania, por ejemplo.

En honor a la verdad, hay que reconocer que Iglesias ha dicho “república” con ocasión de algún 14 de abril y en otros momentos; muy pocos según Google. Recordando otros tabúes que llevan al ridículo a algunos líderes políticos, me viene a la cabeza aquella entrevista que Jordi Evole le hizo a Pedro Sánchez, a principios de 2015 creo, en la que el socialista reconoció su error y demostró que era capaz de pronunciar la palabra entonces maldita. Entonces dijo “¡Podemos!, ¡Podemos! y ¡Podemos!”, cuando ya comenzaba a demostrarse que, con lo de andar llamando todo el día populistas y bolivarianos a los de Iglesias, lo único que se conseguía era que mejoraran en las encuestas. Que no tengamos que escuchar un día a Pablo Iglesias reconociendo que se equivocó y después gritar “¡república!, ¡república! y ¡república!”. Sería tarde para un cambio a más y mejor democracia que ya no puede esperar.

Al conceder el monopolio de la palabra “república” a los catalanes, Podemos se sigue quedando en tierra de nadie, pero más cerca de un bloque del 155 condenado a la crisis total tras la elección de Torra/Puigdemont. Quizás por esto mismo no me sorprendió este tuit: “La CUP va a permitir que un tipo que considera inferiores a los españoles y a más de la mitad del pueblo catalán sea presidente de la Generalitat”. Sí, no es de García Albiol, ni de Arrimadas, ni de Iceta. Fue emitido desde la cuenta oficial de Podem Catalunya cuando se supo lo de la abstención que investiría a Quim Torra, el “tipo”. Hasta tal punto ha triunfado la intervención de la de Ciutadans, casi exclusivamente dedicada a echar en cara al candidato su antigua literatura. Pablo Echenique, que antes de Podemos estuvo afiliado a Ciudadanos, estuvo más listo este lunes 14 en la Cadena Ser al recordar que un tal Mariano Rajoy escribió en Faro de Vigo, también hace muchos años, que los ricos eran personas genéticamente distintas (mejores, se entiende, que los pobres).

En este punto haremos un inciso para llamar la atención sobre la atrevida lanza que ha roto alguien tan institucional como José Francisco Conrado de Villalonga, ex de una “exiliada” Caixa a las órdenes de aquel decreto de Rajoy en octubre pasado. En su artículo sobre la Marca España nos recuerda que Juan Carlos Gafo, exmilitar también y siendo adjunto a Carlos Espinosa de los Monteros, el alto comisionado para esa oficina de promoción, se despachó hace cinco años con el tuit: “Los catalanes de mierda no se merecen nada”. Acto seguido el tal Gafo fue reciclado para seguir cobrando del erario de manera más discreta, nada menos que en tareas diplomáticas por Australia, donde quizás no odie tanto a los aborígenes como a algunos españoles, el muy diplomático caballero. Bien valía traer a colación aquí lo que nos cuenta Conrado, o lo que Matías Vallés nos ha recordado también en Radio Mallorca, lo de los excesos anticatalanistas del anterior presidente del Tribunal Constitucional, Pérez de los Cobos. Y ha habido otra práctica del nuevo deporte nacional, capitaneados todos por una Inés Arrimadas, que parece no haber hecho otra cosa desde que Quim Torra fue anunciado candidato: escudriñar cualquier cosa que haya escrito en algún momento de su vida, aunque lo haya sido en el ejercicio de una libertad de expresión no autolimitada por el desempeño, o la expectativa, de un posible cargo político. Aunque, como en el caso del rapero Valtonyc, a quien la Justicia le ha dado diez días para entrar en prisión, no consten altercados tumultuarios producto de sus consignas escritas o musicadas, ni tampoco víctimas leves o graves que hayan sido alcanzadas por tanta artillería verbal. El caso es que a los deportistas buscadores de impertinencias del ya nuevo president les espera un maratón, pues el hombre tiene escrito lo suficiente para aburrir a un ejército de inquisidores.

Hablando de Podemos, recientemente han recibido una noticia de sabor agridulce. El sondeo de Metroscopia para El País indica que han subido al segundo puesto en las expectativas electorales, pero con menos del 20% de los votos, los mismos porcentajes que PP y PSOE y los tres partidos a casi 10 puntos de Ciudadanos. Por tanto, la derecha alcanza el 49%, mientras que la suma de Podemos y PSOE se queda por debajo del 40%. Quizás una de las peores encuestas para la izquierda desde 1977. La pregunta en este punto es la siguiente: ¿Qué izquierda se estaría absteniendo hoy ante las urnas, la más radical y menos monárquica, o la que huye del PSOE hacia Ciudadanos? Los analistas dicen que la primera. Por tanto, para que Podemos atraiga esos votos tendría que radicalizarse un poco, también republicanamente. Si por esta decisión perdiera algún voto, se iría al PSOE, que es un mal menor. A no ser que sigan en la clave de derrotar a la socialdemocracia por encima de cualquier otro objetivo. Pero hasta los “antisistema” de la CUP han terminado comprendiendo que hay que ser realistas y sumar fuerzas cuando el peligro no admite disquisiciones.

Una parte de esa izquierda descontenta parece estar tomando iniciativas propias. Según leemos en algunos medios digitales, con epicentro en Vallecas, se está extendiendo la iniciativa de convocar “referendos populares”, por las bravas, en barrios y pueblos, a modo de encuestas abiertas a todo el mundo, con preaviso y publicidad suficientes, sacando urnas como las de verdad en una fecha determinada y dejando que la muestra sea seleccionada por los propios convocados con su participación, o no. Lo que se pedirá, mediante el “voto” secreto de quienes decidan participar, es que elijan si prefieren que en este país siga la monarquía o cambiemos a la república.

Ante esta nueva movida, los líderes de Podemos se verán obligados a apoyarla públicamente para protegerla de un renovado bloque político que sumará, a las tentaciones represivas de Rajoy/Zoido, la presión electoralista de Rivera y el silencio avergonzado y a la postre cómplice del PSOE. O decepcionar a muchos mirando hacia otro lado. Hay que tener en cuenta que algunos de sus simpatizantes de base se están implicando de manera espontánea en la movida.

Sería deseable que, en esta ocasión, que podría nacer de una presión popular creciente y bien organizada, se obligara por fin al Congreso de los Diputados a dar la palabra a la sociedad sobre la forma de Estado en España. En ese caso, que Pablo Iglesias no nos sorprenda con un eslogan del tipo: “Monarquía de entrada, no”, que tan deprimentes recuerdos aún trae a muchos. Pero es que hay muchos de esos a quienes, si hay algún político que cuando era joven recuerda al actual líder de Podemos, es a Felipe González. Por los egos.

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Puede que por fin tenga fecha de caducidad la excusa esa que ponen todos -desde Rajoy en todo momento, al propio Iglesias cuando le conviene-, de que la gente no ve el asunto de la forma de Estado como algo que preocupe. Es lógico, pues no hay más ciego que el que no quiere ver: los encuestadores del CIS llevan tres años sin preguntar por la valoración de la monarquía y las últimas veces que lo hicieron la Corona se arrastraba por los suelos. Además, en el momento en que alguno de los cuatro líderes hiciera del asunto un casus belli de verdad, la ruptura del pacto de silencio estaría servida y no quedaría más remedio que enfrentarse a ello. Para empezar, la incógnita que el bloque del 155 se niega a despejar es la siguiente: ¿Están pagando únicamente el Gobierno y el PP las consecuencias del desastre de su gestión de Cataluña o también la monarquía de aquel rey gubernamental del discurso del 3 de octubre de 2017?

Quizás la explicación para tanta decepción esté en lo mucho que todavía cuesta defender al bando perdedor de una guerra civil, el de la palabra prohibida; machacado a continuación por una dictadura y olvidado durante otros 40 años por orden de los beneficiarios de una restauración monárquica autoritaria que ha resultado ser una democracia con demasiadas limitaciones. __________

Domingo Sanz es socio de infoLibre

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