Madrid y España / Pobres y ricos...

Cesar Moya Villasante

Estamos ante unas elecciones próximas muy importantes para este país, donde se demostrará la polaridad extrema que estamos viviendo. Y que es muy probable que lleve a mucha gente a las urnas después de tanta desgana. Para ello hay que explicar lo que un humilde escritor aficionado con conocimiento de este país por haber vivido la polarización extrema desde niño puede contemplar desde mi observación desde el mejor telescopio: la calle.

España es uno de los países en donde se concentran muchísimas formas de vida distintas con idearios desiguales dependiendo en el área que vivamos. Quizá porque por esta tierra han pasado todas las civilizaciones de la historia, desde los fenicios, musulmanes, godos, judíos, hasta el momento actual en donde cada español tiene una idea distinta de la vida, también por la creatividad existente en cada uno, que, por cierto, hace difícil la gobernación porque nadie admite al que está. Aquí todos somos o nos creemos mejores gobernantes o seleccionadores de fútbol que el que está en ese momento. Por eso hay que conocer bien este país para poder gobernarlo en su variedad.

Para ello hay que hacer una distinción entre Madrid y España, que ambos no son lo mismo, aunque Ayuso lo diga. Madrid fue en la posguerra el nido de todas las instituciones debido a un centralismo total. Nada oficial estaba fuera de la capital. Fuera de la capital no existían casi funcionarios excepto los que representaban a Madrid. Y se formó con los ganadores de aquella guerra que todo lo cambió. Franquistas ideológicos, falangistas arrimados, gente agradecida al sistema, trabajos cómodos de funcionariado con premiados por su labor anterior o incluso titulados con poco esfuerzo. Todo eso generó una ciudad que ha sido siempre mirada desde otras provincias como algo rarito, algo que no era lo mismo por allí. La cercanía de Castilla entonces era lo mismo, hizo que muchas de esas personas vivieran en el entorno más franquista que haya podido existir. Unos por ideología y otros por agradecimiento. Eso, al cabo de los años, ha perdido algo de fuerza, pero no toda porque existen hijos y nietos de aquello. Eso explica que aquí aún existan más ultras que en ninguna otra ciudad de España que se apegan a esa unidad que tanto se creó en el espacio 36/39 justificando en aquello también parte de esa palabra que nos trae hasta aquí. Abascal se vino a Madrid porque aquí tenía un campo válido para su voto, como se ha demostrado despues. Esto no quiere decir que en el resto de España no existan ultras, obviamente, pero en menor medida.

Esa unidad que tantos problemas genera se creó a la fuerza, pero en un país tan dispar que es la causante de muchos de los problemas que tenemos hoy. Nadie puede olvidar en Euskadi o Catalunya los problemas que se pusieron en la posguerra a sus idiomas locales. Hoy vemos en Navarra cómo defienden el bilingüismo en una comunidad que puede que sea la madre del vasquismo. Un habitante del Baztán, por ejemplo, no puede entender que no se le deje hablar en euskera porque quizá es su mejor expresión. El haber prohibido tantos años la senyera o la ikurriña también fue la expresión de un franquismo que veía enemigos hasta en sus zapatos. Hasta en algún catecismo se hablaba de la conversión algun día de Rusia, nido de nuestros rojos, y que son tan españoles como cualquiera.

Es la disquisición de crear un 'ser español' que, para ellos, es algo muy especial que no reunimos al menos 26 millones de habitantes según un militar avezado. Pero en el fondo, esos “auténticos” españoles viven ahora del enfrentamiento con los independentistas catalanes que se alimentan el voto, ambos, en esa discusión sempiterna. Tampoco en Euskadi se vive hoy en ese extremo, porque la juventud vasca está a otros temas y porque quizá allí ha habido algunas expresiones positivas de reconciliación, cito de nuevo a mi admirada Maixabel, solo rota por las expresiones ridículas de la derecha que aún dice que ETA está en su mejor momento gracias al gobierno de Sánchez en una expresión más bien de parvulario pero que se compra en Madrid, obviamente. Resumiendo, la derecha nada `puede ofrecer hoy a la economía del asalariado porque se opone a todo lo que se hace socialmente, y tiene que vivir de esa palabra, España, desde su enfrentamiento con las Comunidades que se alejan de su discurso. Y seguirán así mucho tiempo.

Por eso, pensando en un país distinto, quizá hubiera sido posible que esa unidad hoy no fuera tan complicada si el franquismo hubiera aceptado, bajo su extrema autoridad, ciertas costumbres de banderismo o idioma. Aún recuerdo en mi adolescencia visitar el País Vasco francés con la ikurriña en cualquier lugar y yo la miraba con extrañeza. Allí el vasquismo era más natural. Y por ese extremismo franquista nace el opuesto como es natural en cualquier español al que se le obligue a algo. Siempre se opondrá.

Otra polaridad más actual es la que se conforma entre, digámoslo de forma sencilla, pobres y ricos. Y seguimos con el extremismo. Desde que nos incorporamos a Europa, nos hemos creído ricos, cuando no lo somos. Tal vez sí en ideas, pero no en otras muchas cosas porque siempre estamos todos contra todos, lo que nos impide avanzar más deprisa.

Pero esa disparidad también es distinta en Madrid. En la capital, al ser el nido de lo antes escrito, algunos se consideran aún con cierto poder de agradecimiento; después de muchos años trabajando en ciertas instituciones, les da la sensación de que tienen una pensión adecuada, gracias a aquel general de infausto recuerdo.

Por ello también muchos se sienten en la necesidad de estar de acuerdo con la derecha, solo por ser quien son. Y si la derecha dice que la sanidad pública es muy cara, ellos están de acuerdo. Y si dicen que hay que saltar a la comba, ellos saltan. Y lo digo porque conozco casos de ese tipo. Es la sumisión a toda una vida dedicada a esa unidad de España defendida por el general al que hay que agradecer su propia existencia, y ahora se traduce ese agradecimiento en una derecha que representa los valores patrios. Quizá algunos que lean estas líneas me consideren un exagerado, pero es que los conocí desde mi niñez y adolescencia y he curioseado mucho sus formas a través de mis conocidos, que muchos son de ese tipo. Y todo eso se concentra en el centro de este país donde hoy, por la voz de Ayuso, a la que no entiendo qué valor le dan, actualizan sus modos y la erigen en su ideal, que no es más que el de la falange que en aquellos tiempos hubo.

Todo esto explica que hoy, sin venir a cuento, se odie a Sánchez desde muchos rincones sin saber explicar por qué muy bien, ya que ha conseguido avances sociales de cierto nivel ante los muchos y graves problemas que nos circundan, excepto porque ha dialogado y hasta se ha asociado con los enemigos de esa España que muchos consideramos absurda por irrealizable. Y nada menos que de un país en donde, como digo al principio, todos pensamos lo contrario del otro, siendo el otro, cualquiera que tenga ideas. 

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Cesar Moya Villasante es socio de infoLibre.

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