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¿Cómo se relacionan la opinión pública de España y el fascismo?

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Paco Ochoa

La RAE define el fascismo como un movimiento político y social de carácter totalitario desarrollado en Italia, en el siglo XX, que se caracteriza por el corporativismo, la exaltación nacionalista y la actitud autoritaria y antidemocrática.

Partiendo de esta definición, podríamos preguntarnos si la opinión pública de España tiene ciertos matices fascistas. Para ello, estudiaremos algunos casos de estos últimos años.

Antes de comenzar, conviene reseñar que quien esto escribe es maestro de educación primaria, con apenas experiencia, pero que tiene claro que si un compañero/a suyo fuera perseguido por hacer su trabajo decentemente por algún tipo de autoridad se pondría de parte del maestro/a, obviamente. La razón y la lógica solo conducen a ese camino.

No le ocurrió lo mismo a Ignacio Escolar y Raquel Ejerique (director y periodista del diario.es). Con el amparo constitucional de la libertad de información y tras un excelente trabajo de investigación periodística sobre la falsificación de un título de posgrado en la Universidad Rey Juan Carlos I de la expresidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid Cristina Cifuentes, la maquinaria y el rodillo echaron a rodar.

El corporativismo judicial admitió a trámite una querella contra estos profesionales, que estaban garantizando un derecho democrático, pidiendo para ambos entre dos años y medio y cinco de cárcel. El autoritarismo daba así a conocer su cara real ante aquella prensa solvente y con un alto grado de independencia económica y libertad nacida a posterior del movimiento democrático 15 M. Gran parte del corporativismo mediático calló y dejó pasar esta persecución en una situación donde la lógica y la razón, amigas de la palabra y la verdad, y en consecuencia, de la prensa, hacían que la defensa de compañeros/as de profesión fuera obligatoria. Desde luego, esa defensa de la Justicia es la que maestros/as demócratas tratamos de aportar a las escuelas en la actualidad.

Para más inri, Cristina Cifuentes fue condecorada con la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid en 2021.

Por otro lado, el tema de la exaltación nacionalcatólica y los valores tradicionales es intrínseco a una opinión pública corporativa que se pone de perfil ante la libertad de opinión según quién y qué se cuenta. En 2015, como era evidente desde un punto de vista democrático, dio su mano a Charlie Hebdo, semanario satírico francés víctima de un atentado terrorista. Un año después, esta revista publicó esta portada con claros tintes de odio, racismo y xenofobia. Los medios convencionales no se hicieron el mismo eco para desmarcarse de este tipo de violencia porque quien era víctima de esta portada de odio era un niño sirio que venía con su familia a cambiar y modificar los valores patrios desde el mismo momento en que aterrizara en suelo europeo.

Esta libertad a ultranza del fascismo mediático se complementa con la escasa repercusión pública y crítica y especial connivencia hacia ciertos autores o medios del establishment. Dos ejemplos, la ilustración publicada en El Español, que simula un disparo a la cabeza de un líder político autodefinido como republicano, o la frase “me cisco en los muertos más frescos de los ministros de educación de las últimas dos o tres décadas” de Arturo Pérez Reverte en su artículo Forenses de las palabras, en cuyo contenido estoy de acuerdo.

Sin embargo, si la opinión o la sátira es contra los valores patrios católicos y taurinos, la maquinaria judicial y el castigo económico están a la orden del día, como le ocurrió a la revista Mongolia, denunciada por un delito de atentado contra los sentimientos religiosos por su portada sobre la Virgen de la Caridad, y sancionada con 40.000 euros por esa portada humorística en la que aparecía un conocido torero español, condenado por homicidio imprudente y conducción temeraria tras haber dado positivo en control de alcoholemia.

A contracorriente

A contracorriente

En esta situación, la opinión pública mediática volvió a fallar en sus labores fiscalizadoras para garantizar la libertad de expresión de todas las personas, independientemente de sus ideas, en un país que dice aspirar a ser una democracia real en la que se cumple su propia Constitución.

Para concluir, aludiendo al escritor Martín Caparros, que cree en la duda y después duda de si cree en la duda, planteo la siguiente pregunta: ¿Cómo se relacionan la opinión pública de España y el fascismo?

Paco Ochoa es socio de infoLibre

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