Librepensadores

Vigilia vegana

Fernando Pérez Martínez

Vemos en los telediarios a grupos de jóvenes apesadumbrados, iPod en ristre, que piden pacíficamente a conductores de camiones cargados de animales con destino al matadero que les concedan unos minutos para expresar su compasión con los que van a ser sacrificados para alimentar a los humanos omnívoros. Era notable ver a los vigilantes alzar sus teléfonos encendidos, como si de un objeto de culto se tratara, registrando por los respiraderos de los camiones las miradas recelosas, escamadas o confiadas de quienes nutrirán con sus proteínas los cuerpos de niños, abuelos, madres y demás miembros de la sociedad omnívora.

Resulta ofensiva cualquier comparación con el final de la vida de nuestros congéneres, ejecutados legalmente en civilizados países como EEUU o Arabia Saudí, demandadores de eutanasia en Suiza o Bélgica, o agonizantes pacientes de cualquier edad, prisioneros en las camas de nuestros hospitales. El mensaje contenido en el llanto colectivo por la muerte de los animales que van, que fueron ya sacrificados, la compasión expresada en un trago de agua, el equivalente al último cigarrillo en las ejecuciones de las sociedades humanas, es difícil de entender por algunos de nosotros, omnívoros.

Qué estamos haciendo mal para confundir el agradecimiento al sacrificio involuntario de un animal para nutrir los tejidos propios y de nuestros descendientes con el lamento compasivo de quienes dicen rechazar radicalmente los nutrientes que provengan de este origen animal.

Quizá haríamos bien en tomar esta manifestación de radicalismo dietético vegetariano vagamente regañón y adaptarla a una ceremonia de agradecimiento a los nutrientes que nos mantienen sanos y vivos, provenientes de animales terrestres, acuáticos y voladores, así como de los seres vivos de origen vegetal cuya vida se inmola por mejorar la nuestra, e incluso de los nutrientes de origen mineral imprescindibles para el buen funcionamiento de nuestros organismos humanos. En fin, la conciencia del agradecimiento debido al planeta conformado por seres de origen mineral, vegetal y animal, nunca está de más. Y expresar ese agradecimiento, esa deuda de los humanos con el resto del planeta del que formamos inevitablemente parte en una unidad indisoluble, es probablemente una obligación, más que una voluntaria manifestación de compasión y repulsa por parte de un grupo de los nuestros que tal vez se sienten superiores por despreciar nutrientes de origen animal y a la sociedad omnívora que los incorpora a sus organismos conscientes de la bondad del valioso sacrificio de la cadena de los seres vivos.

Tomar conciencia, y divulgarla sin extraños excepcionalismos diferenciadores de nuestra esencial dependencia del planeta. Del que durante la época que llamamos vida nos nutrimos, pese al desprecio de parte de la nutrición que nuestro cuerpo reclama y que la naturaleza del planeta nos brinda, de aquellos adheridos a sectas excepcionalistas, y que en la fase post mortem pasamos a ser materia orgánica, mineral, alimento que nutre a seres que pertenecen al planeta exactamente igual que nosotros, nos abre una perspectiva a considerar de la unidad de todos los seres, transitoriamente animales, vegetales y minerales de los que sucesivamente vamos formando parte, no como creencia sino como hecho incontrovertible por lo apabullante de su evidencia. Tal vez la manía vegana sirva para algo que los adscritos a esta secta gastro separatista no pretenden, ni siquiera han considerado. Es extraño este mundo por el que transitamos ahora vegetales, luego animales, después minerales... Y vuelta a empezar. ______________________

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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