Disney hizo un ridículo espantoso en 2023, coincidiendo con su 100 aniversario encima. Esta efeméride hubo de ser acompañada en los titulares por una sucesión de estrepitosos fracasos en taquilla (The Marvels, Mansión encantada, Indiana Jones y el dial del destino), engrosada también por el film que justo quería celebrar directamente dicho centenario. Se trataba de Wish: El poder de los deseos, el estreno anual de Walt Disney Animation, concebido como homenaje a la prestigiosa tradición animada del estudio. Qué ridículo espantoso fue que, a la hora de acumular guiños a los clásicos, Wish dejara claro a cada segundo la actual desorientación de Disney.
No porque la película fuera floja (que también), sino por lo poco que de repente la Casa del Ratón parecía respetarse a sí misma en el plano animado. El estilo visual de Wish había cambiado a mitad de producción para emplear el NPR: esto es, el non-photorealistic rendering, un renderizado no fotorrealista que vendría a ofrecer una mezcla de animación 3D con la tradicional 2D. El estilo lleva en boga desde 2018, cuando Spider-Man: Un nuevo universo, y no había nada que Disney pudiera hacer para disimular que Wish iba a emplearlo solo por unirse a una moda. El resultado, en consecuencia, era tristísimo. La animación se limitaba al 3D habitual, con una suerte de maquillaje que entorpecía los movimientos. Como si Wish tuviera un filtro permanente de Instagram.
En los meses siguientes Disney enderezaría sus finanzas gracias al valor seguro de las secuelas y los remakes, aunque a día de hoy sigue siendo interesante volver a Wish y analizar el peligro de que una industria tan problemática como la animación comercial estadounidense tenga tan claro que, sí, existe una moda. Y que tiene un atractivo irredento, una capacidad de disimular a base de vigor visual que se está contando lo mismo de siempre. Aunque Wish fracasara en lo que se proponía, representaba a la perfección cómo suele funcionar esta industria, siempre marcada por ocurrencias oportunistas y un cinismo variable a la hora de calibrar la demanda de su público objetivo, reducido a críos y a padres sin ganas de calentarse la cabeza, “vayamos a ver la de los Minions y ya”.
El asunto se pone aún más peliagudo cuando —por mucho que hayan pasado ya siete años del Spiderverso y la moda pugne por ser considerada “corriente”— hablamos de DreamWorks. El eterno competidor de Disney, el que menos disimula su apego por el dinero fácil y la ley del mínimo esfuerzo. El estudio que, hace pocas semanas, se lanzó como si tal cosa a los remakes de acción real en los que se había especializado Disney, siendo Cómo entrenar a tu dragón la exacerbación más monstruosa posible de un modelo monstruoso de por sí. En DreamWorks son unos sinvergüenzas —como lo son en la Illumination de los Minions, muy vinculada a DreamWorks por responder ambos ante Universal Pictures—, así que solo podíamos temer el momento de que entrara en su radar eso de la animación NPR. Pero ha habido lugar para la sorpresa.
DreamWorks y el NPR
El gato con botas: El último deseo y Robot salvaje han resultado ser extraordinarias, al tiempo que han aportado su granito de arena a una duda dolorosa: ¿es el NPR un espejismo de novedad? ¿Un maquillaje resultón, a través del cual la industria puede seguir encadenando sus propuestas habituales con solo retocar el envoltorio? Eran preguntas especialmente acuciantes a la hora de asomarse al primer film de DreamWorks que empleaba este estilo, en marzo de 2022. Los tipos malos era una película mucho más discreta que las citadas. Su animación era atractiva —siempre lo es—, aunque no terminaba de levantar una propuesta bastante genérica a nivel argumental, con varios animales antropomórficos que cometían habilidosos robos antes de la inevitable redención.
Los tipos malos —que hizo una taquilla excelente, por cierto— nos abocaba a deducir que, si el guion seguía anclado en unas coordenadas plenamente reconocibles del entretenimiento infantil, daba igual que hubiera NPR de por medio. Sería como Wish, no más que un filtro mono. Aún así había indicios de que se podía hacer algo más, si la exaltación de estímulos que no deja de ofrecer el NPR lograba comunicarse con la expresividad de los personajes y tejía la impresión de ser el único medio adecuado para contar esa historia. Por eso, a fin de cuentas, gustó tanto Spider-Man: Un nuevo universo: el NPR simplemente era la mejor forma de invocar el cómic.
Los destellos de brillantez de Los tipos malos —localizados los segmentos de más acción— han dado paso, felizmente, a rotundas demostraciones de fuerza en la secuela. Los tipos malos 2 es una película superior a la primera al apostar con mayor decisión por las fugas visuales. Vuelve a caer ocasionalmente en los problemas de la anterior —un esqueleto argumental muy previsible, especialmente doloroso en el paso del segundo al tercer acto por el necesario impasse dramático—, a la vez que se beneficia de ser una secuela y no tener que presentar nada, poniendo a los personajes a hacer lo que importa (moverse) con un énfasis mínimo en sus conflictos personales.
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Pierre Petifer vuelve a dirigir tras la primera entrega y a todas luces se siente más libre de lo que se encontraba en aquella, exprimiendo hábilmente el NPR para dejar con la boca abierta (e incluso provocar mareos) con su histérica sucesión de imágenes. Los tipos malos 2 brilla en su descripción de las reacciones de los personajes al preferir que sea la animación y no el guion quien les defina —la chulería de Lobo, el nerviosismo de Tiburón, los pedos que se tira Piraña en una secuencia antológica—, mientras echa el resto en secuencias de acción de ingenio y ejecución apabullantes.
Como en la primera entrega, Los tipos malos 2 acumula persecuciones que se van volviendo progresivamente absurdas, pero las inserta a un ritmo más satisfactorio y además las corona con un clímax enormemente imaginativo y espectacular, que lleva a los protagonistas al espacio. Siendo sus ambiciones menores a todos los niveles que las atendidas en las mejores producciones NPR —Los tipos malos 2 es “otra” película de DreamWorks, con el mismo afán exploit que la multitud de cortos relacionados que ha ido asaltando el catálogo de Netflix—, sorprende por las ganas que hay depositadas en ella de explorar una técnica, y la generosidad al compartir sus hallazgos.
Asumiéndola como un peldaño más en la constitución del NPR como norma —al final a Pixar no le va a quedar otra que utilizarla, sobre todo tras lo visto en la mustia Elio—, Los tipos malos 2 se revela como una producción inesperadamente importante al entregar, desde su falta de aspiraciones, un principio central para el movimiento. Y este es que el NPR nunca será garantía de nada, el NPR no disimulará lo vago de tu guion. Pero sí podría ser un estímulo: un campo de juegos nuevo y reluciente en el que gamberrear. A ver adónde llegamos desde aquí.
Disney hizo un ridículo espantoso en 2023, coincidiendo con su 100 aniversario encima. Esta efeméride hubo de ser acompañada en los titulares por una sucesión de estrepitosos fracasos en taquilla (The Marvels, Mansión encantada, Indiana Jones y el dial del destino), engrosada también por el film que justo quería celebrar directamente dicho centenario. Se trataba de Wish: El poder de los deseos, el estreno anual de Walt Disney Animation, concebido como homenaje a la prestigiosa tradición animada del estudio. Qué ridículo espantoso fue que, a la hora de acumular guiños a los clásicos, Wish dejara claro a cada segundo la actual desorientación de Disney.