La comedia de la carne - Carlos Pardo
La Bella Varsovia (Madrid, 2025)
El amante del amor fue el imaginativo título con el que en España se distribuyó la película de François Truffaut L’homme qui amait les femmes. El citado título vendría al pelo para exponer la actitud del yo poético que protagoniza el nuevo libro de Carlos Pardo. Diez años después de Los allanadores, el autor ofrece una entrega en la que el cancionero petrarquista, las trivialidades de la cotidianidad en pareja y el pulso acelerado de la realidad se mezclan en un flujo discursivo que alterna lo sublime con lo grotesco, la expansión afectiva con el afán introspectivo, la vieja posmodernidad con una contemporaneidad pandémica y celeste. Incluso en mayor medida que en otras obras anteriores, el registro conversacional —con ocasionales injertos orales— predomina en unos versos que privilegian la dimensión dialógica sobre el tono de confidencia. También se aprecian dos diferencias sustanciales con respecto a la habitual retórica carlospardiana. Por un lado, el fragmentarismo minimalista asociado al estilo del escritor se sujeta aquí a un conjunto de secuencias de extensión variable, pero en las que existe una organicidad estructural y un centro de gravedad casi permanente. Por otro lado, aun sin renunciar por completo a la distorsión paródica, se percibe una desconfianza ante el efecto lenitivo o catártico de la ironía: "De la ironía no se sale. / Seremos expulsados / del club de listillos de la Historia, / donde se muere solo y anticuado". Sustituyendo el itinerario de ultratumba que acometió Dante por las estampas de la vida en común, la comedia que se representa ante los lectores reemplaza las alturas divinas por la carnalidad a ras de tierra.
El primer apartado (Una aventura en el pasado) comienza con la constatación del fracaso amoroso y con la apertura de un abanico de posibilidades contrafactuales que ya no podrán cumplirse. Transitando entre la decepción, el miedo y la liberación, la voz enunciativa aspira a un estado de ataraxia ("En mis fantasías vivo solo / y he abandonado mi trabajo. // Leo, / escribo poco") que recuerda a la vita beata anhelada por Gil de Biedma. No obstante, la reviviscencia ilusoria del pasado, los difusos límites de la felicidad o la distancia que se va abriendo entre los amantes conducen a un duelo sin epílogos ni paños calientes.
El segundo apartado consta de una única composición (Soy mi deseo), un relato de aprendizaje que se inicia con la evocación de un amor adolescente nunca declarado y termina con la exploración del propio deseo como motor creativo, según el lema que da título a la sección. La tercera parte (Me enamoré de ti un día lejano) adopta el formato de una road movie por carreteras polvorientas y entornos rurales. En el Mini de la amada ("un coche de pija con aire acondicionado"), los dos "comediantes" de la función atraviesan un recorrido geográfico y anímico distribuido en siete secuencias. Las alusiones a la devaluación del ecosistema o a la concepción de la existencia como marca registrada se troquelan sobre un diálogo intermitente en el que alternan los comentarios banales y la observación desapasionada de paisaje y paisanaje. Al final del apartado, la conciencia de la mortalidad se opone a una pulsión vitalista que exige volver a la casilla de salida.
En la cuarta sección (La avispa en la playa) asistimos a una sucesión de "tiempos muertos" donde tienen cabida diversas posibilidades psíquicas: la alegría "flamígera", el lamento por la desposesión, la adhesión hacia los objetos con valor sentimental, la idealización de la rutina o la somatización de una inquietud de etiología desconocida. En el quinto apartado (Nostalgia de la pareja), el más narrativo de todos, se presenta en orden cronológico un proceso de disolución que empieza con señales de dudosa interpretación y acaba con la asunción de la soledad, pasando por la traición o el desengaño.
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La parte más abiertamente lúdica es Enciclopedia afectiva, compuesta en su mayoría por brevísimos epigramas que pasan revista a los dictámenes de filósofos y escritores acerca del amor. La precisión aforística, el juego erudito y la voluntad metapoética se prolongan en los dos poemas de los que consta el último apartado, Muerte y prehistoria. En el primero (Instrucciones para enterrar a una madre), el duelo se traduce verbalmente en una serie de imperativos que obturan la inmediatez emotiva y que desembocan en un desenlace, pese a todo, conturbador: "Esparcid las cenizas de vuestra madre, // las pequeñas, / también los grumos. // No conserves siquiera una piedrita gris. // Límpiate los zapatos. // Y perdónale al mundo de los hombres / y a la naturaleza / lo que han hecho con ella". En la segunda pieza (Ya hay moscas en el Pérmico), la aventura rupestre funciona como una alegoría sobre la relatividad de la historia que reivindica "los años vacíos" frente a las épocas caracterizadas por la acumulación de acontecimientos.
Carlos Pardo —que, al igual que afirmaba Mallarmé, parece haber leído todos los libros— contradice, sin embargo, el corolario de Brise marine: la carne no es aquí triste, aunque algo tenga de velo mortal. Autobiografía erótica, tratado sobre las pasiones del alma y crónica de una ruptura anunciada, La comedia de la carne es, sobre todo, la demostración de que el amor no ha pasado de moda y de que aún es posible dar cuenta de una vida moral y reflexiva desde unas coordenadas imprevistas.
* Luis Bagué Quílez es escritor y crítico literario.