Andrés Neuman: primeras palabras sobre el hijo

Fernando Valls

Umbilical

Andrés Neuman

Alfaguara

Podría decirse que este libro trata de la performance de estar vivo. No he podido adentrarme en sus páginas sin pensar en la presencia, en la complicidad, de la madre de Telmo (el nombre del hijo debe provenir del barrio de Buenos Aires donde vivía la familia del autor), la escritora y profesora de Literatura Hipanoamericana Erika Martínez, a la que se dirige a menudo el narrador y a la que a veces podemos escuchar en medio de sus reflexiones. Del resto de la familia, creo que sólo aparecen referencias a la abuela, la madre de su padre, fallecida recientemente (página 113), y a la madre del autor, a quien Neuman le había dedicado ya dos microrrelatos memorables Madre atrás y Ambigüedad de las paradojas.

Hay mucha y muy buena literatura de hijos que hablan de sus padres, sobre la relación entre las madres y sus hijas, de mujeres que nos cuentan la experiencia de la maternidad, de Cartas a la madre, como el reciente libro de Nicolas Bersihand, e incluso tenemos un caso, al menos, de hijos sin hijos, que solo podía haber escrito Vila-Matas. Pero me parece que existen muy pocos sobre la gestación y la primera lactancia de un hijo, referida desde la perspectiva de un padre. Y aparece en un momento en que los roles están cambiando, y que -sobre todo- el papel del hombre en la gestación, alumbramiento y crianza está comenzando a ser otro. Neuman, sensible siempre a estos cambios, diría que destina el libro a su mujer y, en el futuro, a su hijo, a quienes se lo dedica, pero también disfrutarán de él todos aquellos lectores interesados en la aparición de una nueva vida.

El libro se compone de dos partes: El imaginado y El aparecido, en referencia al hijo, con cien textos breves, a las que se suma una tercera titulada “Y un monólogo breve”, formada por seis textos sin numerar. El conjunto podría leerse como los apuntes de un diario fechado en Granada, entre los meses de agosto del 2020 y del 2021, en los que el narrador, que no es otro que el autor, se dirige –primero– al hijo que aún no ha nacido, mientras está en el vientre de la madre, “la vida anterior a tu vida“ (página 46), y luego al recién nacido.

Así, se detiene en los distintos momentos y ritos de paso de la gestación y de los primeros meses de vida: las ecografías, cómo duerme la pareja y las relaciones sexuales durante el embarazo (“cuando entro en tu madre y, de algún modo, hijo, también ingreso en ti”, página 38), las contracciones, la elección del nombre, la cuna prestada, todavía vacía,  los primeros berrinches o simplemente llantos o risas, la constatación de los parecidos, la necesidad de cortarle las uñas infinitesimales a un niño “tan pequeño que aún no te caben los dedos en los pies”. En suma, todos los primeros esto y aquello, bien sean los baños, los regalos (calcetines), las fotos (“estos éramos”, página 71), bien las funciones fisiológicas, tales como mamar, soltar babas y excrementos, mocos, hipos y bostezos... Nacer es, en suma, precisa Neuman, tener todo el lenguaje por delante, empezando por emitir “vocales con hambre semántica”, “elucubraciones preverbales”, y todos los sabores del mundo por descubrir (páginas 77, 79 y 107). En fin, con el nacimiento podría decirse que “empieza la tarea interminable de averiguar quién sos” (página 62).

Tampoco faltan referencias a la realidad externa: el autor nació en 1977 en Buenos Aires, durante la dictadura argentina (“cuando nací (...) Había dictadura en el oxígeno, exilios y tortura en nuestra casa”, página 21); la pandemia y los terremotos, “la de tu madre, es una tierra sísmica”, le cuenta al hijo (página 22); al abrir el niño los ojos le comenta autocrítico: “Somos una mirona multitud que suele abrir los ojos, ya verás, sólo cuando conviene” (página 33); o cuando le pregunta: “¿cuánto sabes del mundo, que no sales” (página 47); le anticipa que comunicarse con el prójimo será como jugar a la pelota, que se pierde en un rincón por torpeza (página 78); o se refiere a esos seres que visitan al niño y que le lanzan todas las exclamaciones y preguntas propias de la situación, “esa gente –comenta el narrador– es la gente, ya sé que no me explico”, aunque a mí me parece que sí (página 99); y el recuerdo de la abuela del autor, muerta en otro continente (página 113). Ni tampoco carecen los textos de alusiones a frases o versos memorables, bien sea de Lorca, Cortázar (en dos ocasiones) o Pavese, por sólo recordar los que yo he creído detectar (páginas 64, 80, 84 y 89). Destacaría, además, esa especie de nana que es el texto 81, sobre el zorrito que el niño tiene como muñeco (página 95). Y, desde luego, está presente el humor, aunque en caso de tener que elegir, me quedo con el texto número 79 (página 93), cuando el recién nacido decide morder, comerse los libros de cuentos que su padre le lee, o con el uso singular que hace con el pianito de juguete (página 93).       

Escribir un libro como este alberga peligros, que Neuman ha conseguido sortear con pericia, talento, sentimientos controlados y dominio de los recursos del lenguaje. Además, podría decirse que el sentido del texto, como ocurre en otros libros del autor, empieza ya en la cubierta, con lo que podría ser un simbólico cordón umbilical con los colores del arco iris, que debe relacionarse con la frase que se lee en el texto número 90: “Umbilical, la cuerda brilla entre tus dedos imprecisos” (página 94). Pues el título se refiere a la relación que el padre establece con su hijo desde que empieza a gestarse en el vientre de la madre.

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Una vez más, Andrés Neuman nos ha mostrado que tiene la capacidad de convertir en literario oro molido todo lo que escribe. Antes lo hizo relatando sus experiencias durante la gira de promoción por América de la novela con la que obtuvo el Premio Alfaguara, El viajero del siglo (2009), que dio lugar al libro Cómo viajar sin ver (2010); o en un cuento de su libro Alumbramientos (2006), que empieza con el parto de un hombre. Este nuevo libro, que podría decirse que no es otra cosa que una bienvenida al hijo, será de grata lectura para quienes hayan sido padres y madres, y para todos aquellos que fueron hijos queridos, como lo está siendo Telmo, durante y tras su gestación. En cuanto a aquellos que no cumplan estas condiciones y se adentren en la lectura de Umbilical, enseguida se darán cuenta de lo que se han perdido.

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Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario. 

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