Hazte un selfi, comparte, pulsa aquí

Juan Manuel Romero

Desde que el mundo es mundo

Luis Bagué Quílez

Visor (Madrid, 2022)

La confluencia entre historia e individuo ha sido uno de los motores fundamentales de la poesía. Si Baudelaire pinta la multitud como el nuevo rostro de la ciudad moderna, iluminada y sucia, fluida y volátil, donde el yo busca el gozo en los márgenes de lo permitido, Eliot recogió con sus propias manos los restos calcinados de la Europa de posguerra y los colocó sobre la hermosa mesa destrozada de sus traumas infantiles, su cristianismo paradójico y la sexualidad delirante de su propia crisis personal. Ambos se vuelcan en la observación de su tiempo para dilucidar la condición humana. La poesía de Luis Bagué Quílez (Palafrugell, 1978) se sitúa en ese mismo punto de intersección, donde es posible analizar el choque entre la realidad exterior y la interior, el lugar donde colisionan la sociedad y el sujeto, lo permanente y lo pasajero, lo diario y lo eterno.

Desde que el mundo es mundo es, en ese sentido, un magnífico fresco de nuestra época, un panorama vibrante, abarcador y perspicaz de la vida en los años líquidos, que nos invita a plantearnos hasta qué punto la retórica publicitaria y las nuevas tecnologías están modelando nuestra identidad, hasta qué punto nos hemos convertido en los adoradores de los nuevos becerros de oro (del capitalismo), hasta qué punto hemos naturalizado confundir "verdad con simulacro". Entre los trendic topic de las redes sociales, los montajes digitales de las fake news y los paisajes veloces de una dictadura low cost, debe de encontrarse la vida, sobreponiéndose a la pandemia, a Chernóbil y a Fukushima, al coltán y al Nitrato de Chile, al "Just do it" y al "¿Te gusta conducir?". Bagué Quílez le toma el pulso al presente y sugiere que quizás "detenerse a vivir" no sea una mala vía de salida del malestar generacional a que nos ha llevado la ansiosa voz interior que grita: "Hazte un selfi. Comparte. Pulsa aquí".

Esa sugerencia no proviene, sin embargo, de una actitud moralista, tecnófoba o rancia, sino de aplicar, en un territorio saturado de trampantojos, una figuración irónica que, mientras abre fuego contra los clichés, contribuye a la desmitificación de los grandes discursos de la rabiosa actualidad. La ironía de Bagué Quílez tiene un poder disolvente que permite una crítica sagaz de la (pos)modernidad sin resbalar en un pesimismo sombrío. Su juego es más que el del fingimiento o la broma, aunque pueda contenerlos: es una inmersión en la incertidumbre. Al ser desmitificadora, es también desestabilizadora, autoparódica y antiheroica. No fantasea con un mundo mejor: crea distancia y huecos de sentido, elige una perspectiva dislocada acorde con el sujeto fracturado que somos, y muestra su desacuerdo sin énfasis dogmático, licuando el drama con humor: "Diógenes en cuclillas, / buscando la verdad con el modo linterna. // Heráclito sostiene que ningún cibernauta / navegará dos veces / en una misma web".

La mirada crítica con la sociedad del consumo globalizado incluye un cuestionamiento del lenguaje que sus publicistas tratan de inculcarnos. De ahí el juego con el eslogan, las frases hechas deformadas, la superposición de planos, la elipsis, la articulación de un conceptismo quebrado, la mezcla de alta cultura y referencias pop, o las redes intertextuales. En los poemas de Bagué Quílez, el lenguaje se tensa como denuncia de la deshumanización interesada en la que estamos sumidos; o se deconstruye para evidenciar el avispero irreflexivo de discursos superpuestos y fragmentados entre los que el idioma sobrevive. Así, los poemas de Desde que el mundo es mundo no van dirigidos tanto a la emoción directa como a la inteligencia, que se activa por la agudeza de las imágenes y las voluntarias curvas del sentido. Aunque hay que destacar que la sección El libro de Isaac, sin perder su jovialidad y su sonrisa burlona, contiene algunos de los poemas más vivos y emocionantes que uno haya leído sobre la paternidad, esa trinchera de ternura última entre el fuego cruzado de los pedagogos y los apocalípticos: "Comparte tus juguetes. / Nunca hables con extraños".

El porque sí rotundo de la vida

"En la jerarquía heredada de los valores reconocidos, el síndrome consumista ha degradado a la duración y ha ascendido a la fugacidad, es decir, nos sentimos cómodos −e incluso nos deleitamos− con la rapidez, el exceso, el desprecio y la insatisfacción", afirma Zygmunt Bauman. De esa "hipnosis colectiva" habla Luis Bagué Quílez, de una forma de vivir convertida en "un himno a la impaciencia", de por qué aceptamos galletas "que no sacian el hambre". Por su lucidez a la hora de tomar la foto de este fenómeno social e individual, apelando a la conciencia de manera oblicua, sin pose sapiencial, en versos rebosantes de ingenio e imaginación, Desde que el mundo es mundo es un acierto pleno: poesía necesaria en la era del vacío.

_________________________ 

Juan Manuel Romero es poeta. Su último libro, 'Contra el rey' (Hiperión, 2020).

Más sobre este tema
stats