El porque sí rotundo de la vida

Juan Manuel Romero

La bestia ideal

Erika Martínez

Pre-Textos (Valencia, 2022)

Cuenta John Ashbery que en cierta ocasión tras una clase del tipo pregunta-respuesta con los estudiantes universitarios de un amigo, el profesor y también poeta Richard Howard, este le dijo: "Ellos querían la llave de tu poesía, y en cambio tú les diste un nuevo juego de cerraduras". La poesía de Erika Martínez (Jaén, 1979) no se arroga la capacidad de explicar la vida ni de dar lecciones, sino que hace de la incertidumbre un territorio propio y compartido, un espacio complejo e intenso (y que valora la capacidad de complejidad e intensidad del lector), donde aceptar las dudas, los miedos, la indignación, los deseos extraños y los actos de amor incomprensibles como parte de un juego sin final. "Estoy tratando de entender y mi atención va por el campo a oscuras como la linternita del huido. // Mejor hagamos un esquema, envolvamos una piedra con él y lancémosla muy lejos. En la impotencia que se arroja, ¿no brota un entusiasmo?".

El entusiasmo que transmite La bestia ideal nace, en primer lugar, de la fuerza de su omnipresente ironía. De la expresión irónica se valora su capacidad de poner en tela de juicio y de rebajar el drama con humor, pero la ironía es sobre todo una forma de lucidez que viene envuelta en un cierto tipo de desacuerdo. Erika Martínez se ha especializado en los múltiples grados de esta ironía, en una paleta que va del retrato quevedesco ("los poetas amenazan desde las redes con retirarse, igual que los toreros") al golpe feísta ("todo Estado se baja la cremallera para exhibir su afán progenitor"), pasando por el énfasis punzante ("A su celulosa capitalina y a su tictac capitalino y a su afirmación capitalina de la vida"), hasta llegar a la crítica política ("las instituciones están diseñadas para resistir noventa y nueve de cada cien incidentes"), la denuncia social ("criamos linces en cautiverio, les cortamos los bigotes y prendemos fuego al humedal. Es un gran espectáculo") o el reproche teológico oblicuo ("De Dios sólo echo en falta su violencia"), siempre desde una media sonrisa burlona, ambigua, cáustica, que corroe todo lo que toca.

Fragmentaria, elíptica, la poesía de Erika Martínez es, en segundo lugar, una invitación a mirar el envés de la razón humana desde el propio lenguaje. En cierta forma, es una mirada que dinamita el pensamiento lógico discutiendo la cohesión de la subjetividad y la solidez de los discursos. "El poema que busco seduce al lector con la intención secreta de traicionarlo. Se ofrece como un puente agrietado o un prado con minas", ha dicho la autora en una poética reciente. Destrucción de los caminos seguros a través del enfrentamiento directo con el absurdo de la existencia. Lo inadmisible como herramienta de desestabilización del pensamiento. La bestia humana usada por el capitalismo para producir sin cesar se convierte en una bestia de la imaginación, capaz de generar nuevas perspectivas, aparentemente monstruosas pero llenas de ternura, más libres y sorprendentes. Así, sus poemas conjugan, de manera zigzagueante y traviesa, a saltos, observaciones realistas, fábulas extravagantes, anécdotas biográficas entrecortadas, aforismos, metáforas rotundas y desconcertantes, sueños, reflexiones contradictorias, diálogos imposibles, etc., en un acérrimo posicionamiento contra las trampas del desarrollo argumentativo o la profundidad, defendiendo el espacio de lo roto, del error y de las pulsiones irracionales como otra forma de verdad: "Para volver al tiempo en que nací, buscaría un forense de ballenas". Aquí tienes que descubrir algo, parece decirnos el poema, es tu trabajo. Si te lo explico se acaba el juego.

Los cuarenta y siete poemas en prosa de La bestia ideal componen, finalmente, una propuesta poética extraordinaria por cómo amalgaman todo lo anterior con un lenguaje y unas preocupaciones plenamente de nuestro tiempo. Erika Martínez habla de microbios primigenios, sustos brechtianos, fases hipomaníacas o hedonismos abstractos para hacer una radiografía del presente que dé cuenta de las contradicciones personales y la ansiedad generacional desde un humor fino, culto y desacralizador. La precariedad laboral ("Somos prole modélica"), la maternidad ("Parir en nombre del situacionismo y provocar una deriva") o las marcas de lo español ("España es el cadáver seco de una paloma"), se dan cita en textos elusivos, antisentimentales y empeñados en romper a cada paso las expectativas. Cada poema es, por ello, una pieza única, con sus propias reglas. Cada poema encierra posibilidades insospechadas, aproximaciones deliberadamente incontroladas ("No hay quien controle un agujero"), fogonazos de revelaciones, que vienen a describir, desde su propia carencia de sentido, a veces ilusionante, a veces turbadora, el porque sí rotundo de la vida. Si el lector se deja seducir por el ritmo y el encantamiento de las palabras, cada poema tendrá su efecto mágico, inexplicable: "el lenguaje mueve y mueve sus cubiletes, hasta que ya no hay forma / de saber dónde demonios estaba la bolita".

Acumulando años y ceniza

 

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Juan Manuel Romero es poeta. Su último libro es 'Contra el rey' (Hiperión, 2020).

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