Mística sin misticismos

Místico - Jorge Gimeno

Pre-Textos (Valencia, 2024)

 

En los ocho años que median entre el primer y el segundo libro de Jorge Gimeno, su autor pasó de ser un poeta secreto a convertirse en un secreto a voces. No obstante, ya en su seminal ópera prima, Espíritu a saltos (2003), se advertía un existencialismo canalizado mediante la desautomatización verbal, la fragmentariedad expresiva, el juego con los significantes, el chispazo metafórico y una desenfadada gravedad (valga la paradoja) que reivindicaba la ironía como navaja suiza y arma de doble filo. Las entregas más recientes de Gimeno (Me despierto, me despierto, me despierto, 2018, y Barca llamada Every, 2021) han incidido en esa conciencia de la precariedad a través de un estilo que se complace en la ruptura discursiva y en la interferencia lógica.

En Místico, la retórica inspirada de la poesía renacentista se sustituye por una pesquisa cósmica y humana que hoza en la piara de Epicuro e indaga en la tensión entre el apunte lírico y el desvío prosaico. No es esta, con todo, una mística abajo, como la que propuso Andrés Neuman hace unos lustros: a Gimeno no le interesa la inversión de las sacrosantas categorías de la mística española, sino la apertura de esa tradición hacia un horizonte cuya finalidad —más allá de la comunión con la divinidad y del trance extático— reside en el conocimiento de uno mismo y el desligamiento de los vínculos mundanos. Y para ello valen tanto los vuelos sin motor de san Juan de la Cruz como el satori del budismo zen o el nirvana de las religiones hinduistas. Quien ha salido airoso del reto de traducir en román paladino la Divina comedia (2021) tiene bula para emprender cualquier viaje espiritual. 

Cada una de las cinco secciones numeradas en las que se divide el libro aporta un nuevo motivo de meditación, desde el canto cósmico hasta la reflexión metapoética. El primer apartado es una suerte de cosmogonía portátil donde los astros, los planetas y el universo entero se encuentran armonizados por la música de las esferas y amenazados por el arrebato de un Petrarca posmoderno ("Bajo el dragón nací y he tomado la lira") dispuesto a acometer "la conquista del cielo". Sin embargo, esta primera práctica de vuelo o ese inicial acto de hibris se degrada en un poema como Silla, en el que la pasividad de las potencias que requiere el advenimiento unitivo contrasta con la materialidad de un objeto cotidiano que declara "una mística sin misticismos".

En la segunda parte, las viñetas bíblicas (la resemantización de la figura de san José), las disquisiciones literarias (Virgilio y Dante en Maestro y discípulo) o las digresiones sobre el arte y la música parecen postular otras formas de acceso a una realidad superior. No obstante, la antítesis en la que se mece el lenguaje místico ("Porque si tú me tienes / ya no puedo tenerme", "Porque si tú me amas / ya no puedo amarme") tiene aquí mucho de trampantojo, pues pone al descubierto el doblez de algunas de las máximas a las que supuestamente se adhiere el sujeto. Así, frente a la elevación sobre la prosa del mundo, Gimeno desciende hasta la "Cloaca Máxima" y defiende la impureza no solo de la escritura, sino también del propio concepto de lo sagrado.

De hecho, la dimensión metadiscursiva adquiere un papel preponderante en los dos siguientes apartados, a veces acompañada por la fabulación mitológica (El nuevo Asclepio, Endimión, Nereidas) y otras veces escoltada por la incursión en distintos caminos teológicos (Revolución de los satoris, En busca de Lao Tse). En estos versos, el ejercicio resulta más ascético que místico, y podría resumirse en la voluntad de desuncirse del ego en una sociedad marcada por la hipóstasis del yo. La metáfora del ombligo, a la que se dedica Ónfalos, sintetiza el anhelado despojamiento de las vanidades y la redención de la individualidad. En esta vía de perfección, no es de extrañar que abunden las sentencias metapoéticas, expuestas a modo de puñetazo aforístico: "En poesía, lo que no es póstumo es apócrifo"; "Primero escribes la doctrina falsa / para luego escribir la verdadera. // Es el proceso de la poesía".

Amor e incertidumbre

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Finalmente, en la última sección, los esbozos —no exentos de ironía— sobre la santidad del artista se vinculan con un ejemplo de sororidad (en la pieza consagrada a la comunidad religiosa de las beguinas) y reflejan una visión del amor que concuerda con la idea cristiana de entrega, pero que carece del encendido erotismo que san Juan insufló a sus ígneas alegorías: "Perdernos cada uno a su manera / es todo lo que el amor puede darnos".

En definitiva, Místico es la particular destilación de las diversas modalidades místicas que convergen en el espacio contemporáneo. A la vez breviario espiritual, guía de peregrinos y gozosa exploración de las pasiones del alma, este poemario confirma la incuestionable singularidad de Jorge Gimeno en el panorama actual y la madurez de una voz que nos habla de lo divino y de lo humano con similar convicción. 

* Luis Bagué Quílez es escritor y crítico literario.

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