Relatos en torno a la palabra "fin"
Koniec
Salvador Perpiñá
Editorial Milenio (2023)
Los autores que insisten en expresarse a través del relato breve siempre merecen una atención especial, porque éste suele ser un género de veteranos, de experimentadores o de amantes del matiz y del detalle. Es el medio que utiliza normalmente Salvador Perpiñá (Granada, 1963). Koniec es su tercer volumen de cuentos y su título es toda una declaración de intenciones.
Los que hayan (hemos) sido niños en los años setenta del siglo pasado captarán de inmediato la alusión. Koniec significa “fin” en polaco y era la palabra que aparecía al final de casi todos los cortos de “dibujos animados europeos” que nos ponían en Televisión Española cuando fallaba algún programa. Vistos con ojos de adulto, aquellos dibujos de detrás del Telón de Acero eran pequeñas obras maestras, pero a los niños no nos gustaban. Preferíamos a Bugs Bunny y al Correcaminos, que no eran tan complicados. Esto anticipa el espíritu de los relatos del libro, presididos por la idea del final y la insatisfacción, y también introduce otro de los temas recurrentes de Perpiñá, la nostalgia, que aquí no es una añoranza del pasado sino una manera útil de visibilizar el desencanto y los efectos del tiempo sobre las ilusiones. No hay lamento sino ironía o amargura poética.
Como, por ejemplo, en el relato Hombres como los de antes, en el que un tipo se encuentra con que al llevar a su novia a la antigua casa familiar ésta se acaba sintiendo más atraída por su padre fallecido, por su imagen en las fotografías y su mundo “de antes”, que por el protagonista. O como en Bivalvo, donde un objeto entregado a un amor platónico en la adolescencia cambia radicalmente de significado con el paso de los años para presidir sobre una venganza sentimental.
Ese, el de la pareja y sus complejidades, es otro de los temas de Perpiñá; ya sea su inestabilidad (Ñu, donde la política se convierte primero en vínculo y luego en barrera infranqueable) o su asfixiante continuidad, como en Amor constante más allá de la muerte, donde ni siquiera la desaparición física pone fin a las miserias de una relación. Es una de las variadas apariciones de la Parca en estas historias, que tienen mucho de Danza de la Muerte medieval. Pero como sucede con la nostalgia, esta muerte es otra cosa: un artificio literario, un ajuste de cuentas, un mecanismo para averiguar el sentido de una historia. Si no fuese por la ironía, su presencia constante teñiría el libro de pesimismo; pero en el universo literario de Perpiñá el pesimismo se da por supuesto y, por tanto, carece de dramatismo o de importancia. Ese pesimismo aparece envuelto unas veces en la reflexión fatalista (“mejor el odio que la tristeza”) y otras en el sarcasmo juguetón (“experimentó una euforia parecida a la que sintió tras su primera masturbación, cuando pensó que jamás volvería a aburrirse”). Baste decir que el Más Allá de Perpiñá es un lugar donde lo más parecido a Dios es un señor que se llama Cecilio, como en La casa de los muertos, el relato que cierra, y en cierto modo recapitula, el libro.
Pero es la técnica, más que la temática, lo que llamará la atención del lector de estos relatos: un estilo depurado, siglo XX, que le sirve al autor para ensayar toda clase de registros, desde el minimalismo de Et in arcadia ego, un relato perfecto contando con lo que se podría llamar “un movimiento de cámara”, hasta la ciencia ficción, pasando por la parodia casi surrealista (Las aventuras de Dr. Floïd), el juego onírico (Tu rostro, Conesa, envenena mis sueños) o el brillante vodevil letraherido de Carnaval, una especie de commedia dell’arte moderna en la que se nos presenta el mundo de la literatura como un gran malentendido. Quizá lo sea, pero tiene también su lado positivo, como este libro sorprendente.
Hay que ser breve
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Miguel-Anxo Murado es escritor y guionista.