FESTIVALES QUE CAMBIARON LA HISTORIA
Este artículo forma parte de la serie Festivales que cambiaron la Historia, en la que repasamos eventos musicales solidarios o benéficos que tuvieron un efecto transformador en el mundo. Otras entregas:
Aparte de recaudar 140 millones de dólares para paliar la hambruna en África, el Live Aid de 1985 marcó tendencia. Mucha. Hasta tal punto que el segundo lustro de la década de los ochenta vivió un frenesí inédito y nunca repetido de macroconciertos benéficos. La música se convirtió así en una herramienta de unión de conciencias, de reivindicación política, una especie de 'Fuenteovejuna, todos a una', en unos años en los que eso del "We are the world, we are the children" resultó ser el himno que el planeta necesitaba para la utopía colectiva.
Los ochenta, una década tan colorida, tan pop, con tantísimos videoclips en la MTV y, al mismo tiempo, tan quiméricamente comprometida por un mundo mejor. ¿Fue determinante el concierto en su honor en 1988 en Wembley para la excarcelación de Nelson Mandela en 1990? ¿Fue el Live Aid una ayuda para el siempre olvidado continente africano o sirvió acaso para que un puñado de artistas se sintieran mejor consigo mismos y, de paso, ganaran una popularidad galáctica?
El líder político sudafricano salió de la cárcel tras una potente presión internacional, importantes proyectos se pusieron en marcha en diferentes países de África y, qué duda cabe, toda una generación de músicos hizo del compromiso político y social la bandera blanca con la que, lejos de entregar su rendición, batallar por un mundo más justo aquí y allá, donde hiciera falta, con sus canciones como únicas y ruidosas armas. Desde este 2025 en el que cada uno va a lo suyo con una ausencia flagrante de empatía, todo aquello puede resultar, como poco, ingenuo. Pero tuvo su influencia y es reflejo de una época más comunal que dejó su semilla.
A Conspiracy of Hope fue una breve pero impactante gira de seis conciertos benéficos en apoyo de Amnistía Internacional que se celebraron durante diez días de junio de 1986 en Estados Unidos. El propósito principal no era recaudar fondos para la organización en su 25 aniversario sino, sobre todo, incrementar la concienciación sobre la importancia de garantizar los derechos humanos en todos los países del mundo.
Los conciertos fueron encabezados por U2 (que experimentaron un punto de inflexión en su estatus tras su recordada actuación en Live Aid en 1985 y estaban a puntito de hacer saltar la banca con The Joshua Tree en 1987), Sting (los tres primeros shows en solitario y los tres siguientes reuniendo por sorpresa para provocar más repercusión a The Police, que llevaban dos años separados), Bryan Adams, Peter Gabriel, Lou Reed, Joan Baez y The Neville Brothers.
El debate entre cinismo y compromiso estuvo siempre presente entre los que apoyaban la causa noble (y evidente) de la gira y quienes no veían otra cosa que publicidad para los artistas y la propia Amnistía Internacional (que experimentó un importante aumento de socios). No faltaba esta controversia en ninguna de las ruedas de prensa que se celebraron en cada ciudad, con los propios músicos defendiendo la necesidad de extender el mensaje y actuar desde lo local hasta llegar a lo global.
Todos los participantes pusieron énfasis, tanto en sus palabras a los asistentes como en la selección de los repertorios, en temas relacionados con los derechos humanos, la dignidad de las personas, la política, la libertad o la igualdad. Tras su paso por pabellones de San Francisco, Los Ángeles, Denver, Atlanta y Chicago, el 15 de junio de 1986 tuvo lugar en el Giants Stadium de East Rutherford (New Jersey, área de Nueva York) un macroconcierto al estilo de la época: muchos más artistas, once horas de duración y retransmitido por televisión.
Aquel día se sumaron al cartel, entre otros, Miles Davis, Rubén Blades (con Fela Kuti y Carlos Santana), Jackson Browne, Yoko Ono, Nona Hendryx, Bob Geldof o Steve Van Zandt. Entre los presentadores, por cierto, Muhammad Ali, Robert de Niro, Christopher Reeve, Daryl Hanna o Michael J. Fox. Y como colofón, una interpretación coral de I shall be released de Bob Dylan.
Esta serie de recitales fueron los primeros de lo que después se conocería como los Human Right Concerts (Conciertos por los Derechos Humanos), promovidos por Amnistía Internacional desde 1986 hasta 1988, y cuya segunda acometida tuvo lugar en grandes recintos de Estados Unidos y Europa (con una gran cita en Barcelona que comentaremos ahora) durante seis semanas de septiembre y octubre de 1988.
Insistiendo en las mismas motivaciones, esta gira se concibió para conmemorar los cuarenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 en París. El plantel estaba liderado por Bruce Springsteen & The E Street Band (la estrella del momento tras las giras por estadios de Born in the USA y Tunnel of Love) los habituales Sting y Peter Gabriel, junto a los igualmente asiduos Yossou N'Dour y Tracy Chapman. A ellos se sumaron activistas e incluso antiguos presos por defender los derechos humanos, así como artistas locales de los diferentes países por los que pasaron: El último de la fila en España.
El tour comenzó el 2 de septiembre de 1988 en, cómo no, el viejo estadio de Wembley, convertido ya en icónico epicentro de los macroconciertos benéficos. No en vano, recordemos, había acogido el concierto por Nelson Mandela el 11 de junio de aquel mismo año, y el reiteradamente mencionado Live Aid del 13 de julio de 1985, lo cual significa que en apenas tres años acogió los más grandes y más famosos eventos solidarios de la historia.
Tras el estreno en Londres, acto seguido, el camino continuó por París, Budapest, Turín y Barcelona antes de pasar a América (Costa Rica, Canadá y Estados Unidos), Asia (Japón e India), de nuevo Europa (Atenas), África (Zimbabwe y Costa de Marfil) y Sudamérica (Brasil y Argentina, con presencia sobre las tablas de las Madres de la Plaza de Mayo). Un intento verdaderamente mundial al llegar hasta latitudes nada habituales en este tipo de grandes periplos musicales, que consiguió congregar más de un millón de asistentes en total.
Ver másMacroconcierto por Nelson Mandela en Wembley en 1988: el mayor evento político pop de la historia
Pero, ahora sí, volvamos a Barcelona, donde el 10 de septiembre de 1988 se reunieron en el Camp Nou alrededor de 90.000 personas para disfrutar de este gran show ambulante, protagonizado por algunos de los músicos más populares del momento. Una cita que suponía, por cierto, el regreso de Bruce Springsteen a la ciudad condal tan solo cinco semanas después de haber tocado en ese mismo estadio el 3 de agosto con su propia gira, el Tunnel of Love Express Tour.
"Estamos orgullosos de estar ante vosotros. Y vosotros debéis estar orgullosos de estar aquí, porque vuestra presencia es una pequeña ventanita de luz para gente que sufre, para gente cuyo único presunto delito es dejarse llevar por el impulso de su corazón", dijo Manolo García a la multitud al inicio de la actuación de El último de la fila (jugando en casa), justo después de la apertura con una interpretación coral del Get up, stand up de Bob Marley con Springsteen, Sting, Peter Gabriel, Tracy Chapman y Youssou N'Dour.
Una velada ciertamente histórica, en la que España fue por vez primera parte de algo tan culturalmente global como esta gira mundial de Amnistía Internacional. Más de cinco horas de celebración musical, eso siempre va por delante, pues es el principal y único reclamo: los artistas sobre el escenario, bajo los focos, captando la atención del respetable. También más de cinco horas de concienciación y reivindicación por un mundo más justo y mejor. Un mensaje sencillo, claro y directo, de purito sentido común, que vale la pena rescatar siempre en todo momento y en todo lugar, no sea que, oh, cáspita, se nos vaya en un descuido a olvidar.
Aparte de recaudar 140 millones de dólares para paliar la hambruna en África, el Live Aid de 1985 marcó tendencia. Mucha. Hasta tal punto que el segundo lustro de la década de los ochenta vivió un frenesí inédito y nunca repetido de macroconciertos benéficos. La música se convirtió así en una herramienta de unión de conciencias, de reivindicación política, una especie de 'Fuenteovejuna, todos a una', en unos años en los que eso del "We are the world, we are the children" resultó ser el himno que el planeta necesitaba para la utopía colectiva.
Este artículo forma parte de la serie Festivales que cambiaron la Historia, en la que repasamos eventos musicales solidarios o benéficos que tuvieron un efecto transformador en el mundo. Otras entregas: