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Historia

La reunión secreta que llevó a los españoles a los campos de concentración nazis

Recibimiento de las tropas aliadas en Mauthausen.

El prisionero español más joven de los campos de concentración nazis tenía solo 14 años cuando ingresó en Mauthausen, en 1940. Basta con hacer cuentas para ver que al comienzo de la Guerra Civil tenía solo 10 años. El historiador Benito Bermejo, uno de los más relevantes en el estudio de este oscuro episodio de la historia del país, insiste: "Él sobrevivió y fue liberado con 18. Pero hay otro, de la provincia de Córdoba, que muere en el 41 con 16 años. Eso significa que cuando empieza la guerra tiene 11". Se nota la indignación en su voz. Cuando se cumplen 71 años de la liberación de Mauthausen —se celebró el domingo, en Austria, con la presencia del secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Ignacio Ybáñez Rubio— aún no se conoce exactamente cuál fue la responsabilidad del Gobierno de Franco en la decisión de enviar a 9.200 presos españoles a las "fábricas de la muerte".

Esta es una de las zonas de sombra que Bermejo señalaba la pasada semana en una conferencia en el Centro Documental de la Memoria Histórica. El archivo, situado en Salamanca, acoge hasta el próximo otoño la exposición El fotógrafo del horror. La historia de Francisco Boix y las fotos robadas a los SS de Mauthausen, que el propio historiador comisarió.La historia de Boix, un prisionero español que tomó y conservó imágenes del día a día del campo, es uno de sus mayores logros, narrado en un libro del mismo título. También es conocido por haber desenmascarado a Enric Marco, que se hizo pasar durante décadas por superviviente de los campos (y cuya historia recogió luego Javier Cercas en El impostor). Continúa con sus investigaciones, documentando las viviencias de los escasos supervivientes del horror, con una espina clavada: ¿cómo, cuándo y sobre todo quién decidió que los españoles acabaran en los campos?

"Queda por precisar qué intervención hubo por parte de España. Nos gustaría encontrar algo que explicitase eso", se lamenta Bermejo por teléfono. No se han encontrado, por ahora, documentos ni testimonios directos. Hay, sobre todo, una coincidencia. Aunque los prisioneros españoles empiezan a enviarse a Mauthausen (allí fue a parar la inmensa mayoría, unos 7.200) y otros campos el 6 de agosto de 1940, la orden oficial no llega hasta el 25 de septiembre. El Departamento Central de Seguridad del Reich (RSHA) dicta entonces: "Por orden del Führer (...) de entre los combatientes rojos de la guerra de España, por lo que a los súbditos españoles se refiere, procede directamente su traslado a un campo de concentración del Reich". "Mira tú que casualidad", dice Bermejo, "la víspera estaba en Berlín el cuñado de Franco, Serrano Suñer, que en ese momento es todavía ministro de la Gobernación y un par de semanas más tarde va a ser ministro de Exteriores". La orden se emite 24 horas después de una reunión entre Serrano Suñer, Himmler y Heydrich, jefe del RSHA. "No hace falta ser muy avispado para ver una conexión entre ambas cosas", señala el historiador.

La reunión fue secreta. Tanto, que no se permitió que asistiera ni siquiera el embajador español en Berlín, Espinosa de los Monteros, que se queja por escrito "de forma muy encendida" a sus superiores. Quedan, eso sí, los testimonios de los responsables alemanes, notablemente un discurso del dirigente de las SS August Eigruber del 27 de junio de 1941: "Ofrecimos estos [entonces solo] 6.000 españoles al jefe del Estado, Franco, el caudillo español. Rehusó y declaró que nunca admitiría a esos españoles rojos que lucharon por una España soviética". También da cuenta del rechazo del Gobierno francés de Vichy, que había capturado a buena parte de ellos, e incluso de la negativa de Stalin a encargarse de los republicanos. 

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Antes de ese movimiento, los presos españoles estaban recluidos en stalags, campos para prisioneros de guerra donde, si bien las condiciones no eran las mejores, la superviviencia era una opción más que posible. "El historiador Pierre Vilar", cuenta Bermejo a modo de ejemplo, "estuvo en uno desde la primavera del 40 al 45, e incluso avanzó en su tesis doctoral siendo prisionero". Es difícil saber qué hubiera cambiado si los republicanos hubieran sido mantenidos en los stalagsstalags, en lugar de ser enviados a los lager, los campos de trabajos forzados y exterminio en los que acabaron. Pero sí es posible elucubrar que la cifra de supervivientes, unos 2.100 en Mauthausen, hubiera sido más alta

Hay un signo muy claro de la particularidad de la estancia de presos españoles en los campos. Se les distinguió de los presos políticos, señalados con un triángulo rojo en el que se bordaba una letra que indicaba su procedencia. Al fin y al cabo, España era un país amigo. ¿Cómo justificar la presencia de sus compatriotas en los lager? Se les distinguió con el triángulo azul, reservado para emigrantes condenados a trabajos forzados, y que en Mauthausen tenían un significado mucho más preciso. Junto a los nombres y apellidos españoles, los meticulosos funcionarios nazis escribían Rotspanier, rojo españolRotspanier, que pasó a ser el denominador no solo de los republicanos, sino también de un centenar de combatientes internacionales en la Guerra Civil. 

Bermejo lamenta lo "poquito" que se ha hecho para mantener la memoria de los supervivientes. De ellos, solo quedan dos en España, y un puñado más en el extranjero (muchos nunca regresaron) que no disfrutan del estatus del que sus compañeros de lager gozaron en Francia o Alemania. La Ley de Memoria Histórica reconoce sus casos, pero los homenajes o reconocimientos han sido muy limitados. Bermejo narra, todavía sorprendido, cómo, cuando quisieron publicar una base de datos con los españoles que pasaron por los campos, un funcionario de Cultura intentó disuadirles de hacerlo en la página del Ministerio. "Justamente, nosotros queríamos que fuera una especie de reconocimiento oficial, ya que no lo había", dice. Finalmente lo consiguieron, pero el archivo se pierde en la web del Centro Documental de la Memoria Histórica. Otra cosa es que se reconozca la responsabilidad de España en esos miles de muertos. Basta observar las palabras de homenaje del Ministerio de Asuntos Exteriores: "[La presencia del secretario de Estado] muestra el compromiso del Ministerio con las víctimas de la barbarie nazi". 

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