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‘State of the union’, mucho talento en una serie mínima

Fotograma de 'State of the Union'.

Entre las series y miniseries se cuela otra especie más humilde, sencilla, una hermana pequeña, la microserie. En su día recomendamos la estupenda y original propuesta española El tiempo que te doy, que adoptaba este formato, en aquel caso con episodios de once minutos.

Ya se encuentran disponibles dos temporadas de otro título muy disfrutable, State of the union, que puede verse tanto en HBO Max como en Movistar +. La serie británica renueva en cada entrega su reparto y su ubicación, y mantiene la premisa de la primera temporada, de 2019, desarrollada en diez episodios de diez minutos.

Dos temporadas, dos parejas diferentes

En ambas entregas los miembros de una pareja se dan cita en un bar antes de entrar a la terapia para tratar de salvar su relación. Rosamund Pike y Chris O´Dowd protagonizaron la primera antesala de unas sesiones en las que pretendían dilucidar si eran capaces de reconducir su matrimonio.

El guionista, el escritor Nick Hornby, autor de Alta fidelidad, ha convertido posteriormente en novela la peripecia de los protagonistas de esa primera temporada en busca de una relación más honesta. Anagrama acaba de publicar el volumen, El estado de la unión.

Escrita por Nick Hornby

Mientras el libro trae a la actualidad la entrega inaugural, puede verse también la segunda. Hornby vuelve a estar a cargo de la escritura sobre una nueva pareja, esta vez de mayor edad. La formada por los dos espléndidos actores, Patricia Clarkson y Brendan Gleeson. Clarkson ha sido nominada al Óscar y ganadora de un Globo de oro, de tres premios Emmy y de un Tony por su labor teatral.

En el breve espacio de desarrollo de la trama es capaz de mostrar capas y capas que van redibujando su personaje, una mujer en la sesentena tratando de reinventarse, de darse a si misma una nueva oportunidad.

Dos protagonistas deliciosos

Brendan Gleeson presta su extraordinario físico y su talento a la altura al personaje de Scott, un recién jubilado sin interés en que las nuevas costumbres sociales permeen en él. Ya sea la amplia carta de cafés de un bar, el uso de pronombres neutros para determinadas personas o las nuevas identidades de género.

Gleeson protagonizó el año pasado junto a Colin Farrell la sorprendente y magistral película Almas en pena en Inisherin y en esta breve serie vuelve a exhibir la misma capacidad para mostrar reflexión y perplejidad cuando le toca escuchar a sus contrapartes.

¿Qué ha pasado durante esta semana?

La segunda temporada de State of the union transcurre íntegramente en un moderno café. Con unos recursos mínimos, que podrían también trasladarse al teatro sin grandes problemas, se nutre en exclusiva de su guion y sus interpretaciones.

Por simple que parezca la puesta en escena, hay un elemento clave determinante para que la fórmula funcione. Entre episodio y episodio transcurre una semana y ese intervalo que aparece como elipsis ha hecho cambiar al menos en algo la relación.

A cambio, durante la duración del episodio lo que se cuenta sucede a tiempo real. Esos diez minutos tienen que tener sustancia, pero también algo de la liviandad de las conversaciones verdaderas, que sobrevuelan aquello de lo que realmente se está hablando.

Así pues, en cada secuencia hay un atisbo de curiosidad por ver en qué punto se encuentra la pareja como tal y cada uno de sus componentes. Evidentemente no se trata de una acción a lo Fast and Furious pero consigue mantener el interés.

Dirigida por Stephen Frears

Dirige la serie Stephen Frears, responsable de Mi hermosa lavandería, Las amistades peligrosas, The Queen o Alta Fidelidad, basada en la novela de Hornby del mismo nombre. Eso en cine, en televisión ha dirigido Un escándalo muy británico o un episodio de The loudest voice.

Según recuerdan sus compañeros de rodaje, su consigna más repetida como director era “más rápido, más rápido”, consigna que Frears también señala que ha definido las carreras de Billy Wilder y Steven Spielberg.

Acción sí, pero en las emociones

Así que, a pesar de la aparente inacción de la propuesta, la dirección busca constantemente giros y avances narrativos, solo que en su caso se tratan de una reflexión, del dolor de reconocer un error o de captar el momento en que somos capaces de entrever el abismo de un cambio que se avecina.

Los actores han asegurado que, en términos de trabajo, el rodaje supuso todo un reto porque los personajes hablan mucho. En un momento especialmente intenso de sus vidas estas conversaciones les hacen saltar de una reflexión a una emoción, de una divagación a lo poético o a lo divertido.

Solamente un tercer personaje disputa el protagonismo al matrimonio. Una persona de género no binario que no acepta los pronombres masculino o femenino y se encarga de la barra del café. Le da vida con gracia y poderío Esco Jouley y encuentra suficiente espacio entre el conflicto principal como para tener un desarrollo interesante.

En la primera temporada el tema extra que se cuela entre los dilemas de la pareja es el Brexit y la toxicidad del debate político. En la segunda entrega lo hace el desafío que supone adaptarse a una nueva forma de relacionarse con los demás, el respeto a sus identidades que se expresan de maneras hasta ahora desconocidas.

En los dos casos se trata de conversaciones muy relevantes de nuestro presente pero que no entran en la trama dando un portazo sino como parte de la constante reeducación en la que todos vivimos.

¿Existe una posibilidad de salvar lo nuestro?

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Con estos elementos e incluso tiempo para divagar sobre algunos asuntos tangenciales se presenta un conflicto universal, la distancia que puede conllevar en una relación haber crecido en diferentes direcciones a diferentes velocidades.

Y sin forzar el drama, ni la comedia, ni lo psicoanalítico, se abre un espacio para pensar sobre la conveniencia de trabajar para salvar una pareja o aceptar lo inevitable y separarse en los mejores términos.

Una inversión de tiempo mínima para la audiencia, cien minutos durante los que todo lo que se ahorra en producción se concentra en el talento de su director, su guionista y sus magníficos protagonistas.

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