‘Somewhere boy’, ¿un monstruo o un padre equivocado?

Cartel de 'Somewhere boy'.

En Filmin puede verse la miniserie británica de ocho episodios Somewhere boy. Una propuesta intimista que parte de un concepto inquietante. Danny ha vivido encerrado hasta su adolescencia en una casa aislada con la única compañía de su padre. 

Este lo mantenía recluido mediante engaños. Le hacía creer que el mundo exterior se haya habitado por monstruos. El delirio en el que el progenitor le había sumido comenzó cuando el joven era solo un niño pequeño, al fallecer su esposa por culpa de un conductor que se dio a la fuga.

Un carcelero amoroso

Sin embargo, en la serie no se trata de un carcelero implacable sino de uno amoroso, de esos que regalan el cotizado tiempo de calidad a su hijo, juega con él, le educa, le enseña grandes clásicos del cine y la música. Amoroso si es que puede ser considerado así quien ejecuta un encierro brutal. 

La acción comienza con el fin de la clausura. El joven Danny descubre el mundo acogido en la casa de su tía tras su peculiar infancia. Su padre, su único referente vital, ya no está presente y el protagonista nos muestra lo que puede parecer nuestra vida a través de unos ojos inmaculados.

Un ritmo que permite reflexionar

La serie se desarrolla a un ritmo acertado, lo suficientemente vivo pero que deja espacio para la imaginación de la audiencia. Como ocurre al leer, la mente divaga sobre lo no dicho, lo no mostrado o se imagina en las situaciones reflejadas desde los distintos puntos de vista

La labor del protagonista, el actor Lewis Gribben, traspasa la pantalla. Su mirada, la extrañeza e inocencia inteligente de su expresión aportan tanto al resultado como sus líneas de diálogo

Protagonista extraordinario

El joven intérprete ha sido diagnosticado con autismo y la sensación de no pertenencia de su personaje ha sido algo que ha podido aportar a su trabajo, así como una peculiar forma de enfrentarse a las relaciones sociales, a salir de fiesta, a la amistad o a ligar por primera vez, como le toca hacer a Danny.

Su marcado acento norteño llevó a la serie a localizarse en Escocia, tanto en sus bosques como en sus suburbios. Una ubicación poco específica que sirve para contrastar la naturaleza con la vida en las hileras de adosados idénticos de cualquier periferia.

El dilema moral de la serie

La serie se presta a diferentes interpretaciones. Me parecía claro al verla que trataba de un abuso aberrante y de una víctima a la que se habían hurtado derechos elementales e infinitos estímulos durante toda su vida infantil y adolescente.

Aunque contado con matices, aunque el carcelero tenga sus propias razones, buenas intenciones y circunstancias que le han llevado a tomar sus decisiones, no encontré duda de que se contaba un secuestro brutal. No brutal por los golpes, que no hay, sino por el horror del encierro en sí.

El mito del buen salvaje

Por su parte, el Danny renacido evoca el mito del buen salvaje, no tanto como indígena no colonizado sino como esa alma pura, exenta de crueldad a la que se refería Rousseau. Filosofo, que, por otro lado, pese a su obra abundante sobre la pedagogía fue acusado de abandonar a sus cinco hijos. A los cinco sucesivamente. En orfanatos.

La lectura de la serie como la historia de la supervivencia de la víctima de un crimen horrendo y su posibilidad de volver a empezar, aunque con dificultades, no es sin embargo la única. El propio autor del guion, el creador de esta ficción, Pete Jackson, se muestra mucho más benévolo con el personaje del padre.

Un acto de amor 

En las entrevistas sobre su proceso de creación, Jackson considera la decisión y acción de encerrar a su hijo un acto de amor del progenitor. Extremista, abusivo, pero al que también encuentra virtudes, como preservar su infancia de peligros e influencias exteriores nefastas.

En declaraciones a National World, el guionista señala incluso ventajas en la vida del niño tras su aislamiento respecto a cómo viven otros chicos de la edad de Danny, con los problemas frecuentes del mundo actual, como un padre ausente tras un divorcio.

¿Existen los monstruos?

Parte de su intención al contar esta historia es reflexionar acerca de la existencia de los monstruos. El padre protege al hijo de ellos y a su vez parece se convierte en uno a ojos del mundo. Para Jackson, la conclusión es que quizá no existan tales monstruos, sino que cada uno termina haciendo lo que puede dentro de sus circunstancias.

Pocas veces he visto una disonancia mayor entre la obra y la intención del autor. Al repasar los episodios sigue pareciéndome insólito que no considere abominable enclaustrar a un hijo y engañarle continuadamente durante años.

Relativismo ante el abuso

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Me sorprende que haya escrito una historia tan equilibrada, en la que podemos ver los efectos del experimento desquiciado del padre sobre el hijo y que él mismo no lo perciba de la misma manera. 

El síndrome de Estocolmo multiplicado por cien de Danny es lógico y comprensible cuando una única persona se ha convertido en el filtro entre el mundo y él. Mas peculiar resulta que haya alcanzado al propio inventor de la historia.

En cualquier caso, descubrir que el punto de vista del autor se sitúa tan lejos de mi percepción de la serie que hace especialmente clara la autonomía de las obras artísticas respecto a sus creadores. Se convierten en entidades nuevas que cada espectador o espectadora termina de construir con su propio bagaje. Algo siempre complejo y fascinante.

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